El consumidor debe concientizarse del auge de los talleres textiles clandestinos

Ropa limpia, por una industria sin esclavos

Los emprendimientos gestionados por los trabajadores se convierten en espacios donde las víctimas del maltrato logran una continuidad laboral digna en la industria textil. Instan a cambiar el auge del consumo Fast Fashion, moda desechable, por uno más sustentable.

Cada vez que abre su armario y ve su ropa se llegó a preguntar ¿cuánto de ella habrá sido confeccionada en un taller clandestino?. Y cuando va a comprarse una nueva prenda se preguntó ¿dónde confecciona su colección esa marca que adquirirá?. A veces hablar de trabajo esclavo puede sonar lejano o sólo un término que aparece en alguna noticia mediante un reclamo o por una tragedia.

Pero, en realidad, este problema está mucho más cerca de lo que se piensa porque se lo está desfilando cuando cualquier persona se viste sin concientizarse sobre la cadena de producción que ha llevado a que esa prenda este dentro de su ropero.

"Calculamos que en la Ciudad tenemos tres mil talleres clandestinos. Si se calcula que en cada uno trabajan 10 personas, entonces la cifra de gente sometida a este tipo de trabajo ronda los 30 mil personas", explicó a La Prensa Tamara Rosenberg, de la cooperativa textil 20 de diciembre, la pata productiva de La Alameda, una organización referente de la temática. Según esta entidad el 78% de las prendas fabricadas en el país se realiza en establecimientos clandestinos.

Cada año surge en las noticias de algún caso nuevo de trabajo textil clandestino donde se encuentran a personas en condiciones de explotación con jornadas extensas, sin la posibilidad de salidas y hasta sin recibir una paga por su trabajo debido a alguna deuda dibujada. Pero también surgen otras historias de personas que han pasado por esta grave situación o que al ser testigos del trabajo precario buscaron una forma de desarrollar un enprendimiento social que brindara dignidad.

"Llegué al país y comencé a trabajar en un taller en que la paga no nos alcanzaba para nada. Por semana hacíamos 300 pesos y fue una etapa muy difícil. Por suerte pudimos comenzar este proyecto que nos permite conseguir un mejor ingreso aunque como todo trabajo independiente puede tener épocas de mayor demanda y otras con casi nada", relató a La Prensa Olga Cruz Ortiz quien hace más de una década cruzó la frontera que separa a Bolivia con la Argentina en su búsqueda de una mejor vida para su familia.

Su arduo trabajo y la lucha para concientizar a la sociedad sobre las paupérrimas condiciones con que se trabaja en los talleres clandestinos le permitieron formar parte de la cooperativa textil 20 de diciembre que dio lugar a una marca propia, Mundo Alameda.

La creación de este proyecto permitió generar una nueva forma de entender la industria textil que podría convertirse en el inicio del fin del trabajo esclavo: las cooperativas, llamadas a ser la red de contención de obreros costureros que padecieron malos tratos y sometimiento.

INTERES
Simultáneamente a la gestación de este cambio de paradigma productivo también es necesario que el consumidor acompañe el proceso, sin él no existiría la necesidad de producir en tanta cantidad y a bajo costo.

Muchas veces, sólo ante una tragedia la sociedad reacciona frente una situación que lleva años denunciándose pero pareciera permanecer invisible ante los ojos de los consumidores. Tras el incendio del 27 de abril de 2015 en el taller textil de Flores en el que murieron dos niños (Rodrigo de 10 años y Rolando de 5) varias personas se comunicaron con La Alameda para informarse sobre la situación.

Querían saber cómo enterarse sobre qué marcas producían Ropa Limpia, termino que nuclea la producción textil generado con trabajo digno y sin clandestinidad o explotación.

"Armamos un listado de marcas que producían en las cooperativas o en talleres con condiciones dignas de trabajo. Esto nos permitió que el año pasado armáramos un desfile que lo realizamos en el Mercado de la Economía Solidaria situado en la calle Bonpland. Logramos que se generara interés sobre el tema lo que fue muy bueno", enfatizó Tamara.
De la mano de esta tragedia también surgieron mensajes desde el área industrial sobre la necesidad de concientizar al consumidor en el momento de realizar su compra. ""Creemos que es una prioridad absoluta detectar en todo el desarrollo de las prendas de indumentarias cuales provienen de talleres clandestinos y o de talleres que no cumplen los requisitos mínimos de decencia en el trabajo. Es necesario detectar esta situación tanto en los productos importados como los nacionales"", destacó a La Prensa Claudio Drescher, presidente de la Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria (CIAI).
Luego agregó que ""Existen a nivel internacional muchas organizaciones que están planteando un trabajo limpio o ropa limpia. Nosotros planteamos específicamente que es necesario generar un concepto de trazabilidad. La trazabildiad significa que va a ver formas concretas de controlar esto con una identificación de la prenda. Específicamente proponemos la obligatoriedad de tener chips que permitan identificar desde donde proviene la prenda. Esto ya existe a nivel internacional. En el corto plazo proponemos la trazabilidad se de en forma de una etiqueta que identifique dónde se fabricó. Y luego pasar al sistema electrónico que va a permitir informaticamente controlar esto"".

FAST
En una época donde la demanda de un suministro constante de reposición de prendas baratas está llamando la atención de los especialistas sobre la forma en que se consume y su incidencia social y ambiental, la necesidad de generar concientización puede resultar ser una tarea difícil pero no imposible. 
""Hace tiempo que se utiliza el termino de Fast Fashion para denominar una situación similar a la que sucede con las Fast food o comida rápida. Uno sabe que comer todo el tiempo comida de una casa de este tipo te hace mal al organismo pero igual lo compras porque divierte ir y es barato. Pero en realidad perjudica al organismo tal como sucedería con el organismo fashion. Porque una persona se llena de productos sintéticos fabricados a un costo bajisimo y generados bajo sistemas de trata o esclavo. Se llena de ropa que dura poco, se tira y se producen desechos industriales para fabricar más prendas"", enfatizó Drescher.
Por otra parte, muchas veces las marcas que producen sus prendas en talleres clandestinos no necesariamente las venderán a un costo económico. ""Si alguien llega a pensar que esta marcas que utilizan este tipo de producción barato están destinadas a sectores desposeídos se equivoca. Su producción esta destinada a sectores de clase media y más que pueden comprarlos. Es para sectores que gana bien y quieren comprar cosas por consumo"", recalcó Drescher.
El cambio en el actual paradigma necesita que su principal impulsor sea consciente de sus actos al comprar. ""Hay que tomar un poco más de concientización. No sera fácil pero con que un porcentaje del mercado entienda por qué un producto es tan barato sería un comienzo. Basta con pensar que algo importado tuvo que ser cargado en un barco, que navegó 30 días y luego lo desembarcaron para transportarlo. Eso no puede costar sólo dos euros, no puede ser. Hay algo que no cierra. Por eso es necesario que la gente piense en lo que compra"", concluyó Drescher.