Dos mujeres afrontaron un punto de quiebre cuando un segundo fatal les cambió todo para siempre

Seguir viviendo luego de la tragedia

Elvira Torres y Vanesa Toledo son familiares de las víctimas del triple crimen de Floresta y la Tragedia de Once, dos fatídicos instantes en que hubo un antes y después en sus existencias. Desde su dolor comenzaron su lucha para volver a armar sus respectivas vidas.

Basta un segundo para que la vida que se conoce hasta ese momento ya no vuelva a ser la misma. Cuando una hora en el reloj marca un antes y después definitivo. De esa situación traumática surgieron dos historias de mujeres que con su coraje ayudaron a encontrar justicia.

El 29 de diciembre de 2001 fue un momento político y social que dejó su huella en la historia argentina. Durante esa semana los cacerolazos habían sonado como manifestación del disgusto que se vivía en la calle.

Mientras se observaba con incertidumbre lo que depararía el futuro del país, un grupo de cuatro amigos miraba en la televisión imágenes de los golpes contra un policía después del cacerolazo más reciente.

Uno de los jóvenes hizo un comentario a favor de lo que estaba viendo e inmediatamente el suboficial retirado Juan de Dios Velaztiqui, que custodiaba el lugar, se levantó de su mesa y les disparó. Tres de los amigos murieron producto de esa agresión que fue titulada como la "Masacre de Floresta".

"A mi me llamaron como a las 4 de la mañana para decirme que fuera a la estación, que quedaba a una cuadra de mi casa. Me vestí y fuí sin saber qué esperar hasta que me enteré de lo que había sucedido", explicó a La Prensa Elvira Torres, mamá de Cristian Gómez, una de las víctimas.

El shock inicial por la tragedia fue reemplazado por un pedido de justicia. En esa dolorosa primera etapa la familia y los amigos de Maxi fueron cruciales para que el el culpable de las muertes fuera condenado.

"Ese mismo día de la muerte se empezaron a juntar vecinos a medida que se enteraron de lo ocurrido. Así surge espontáneamente una primera marcha de las 23 que tuvimos durante el primer año para pedir justicia. También se nos fueron acercando otros familiares, que perdieron a un ser querido, para que se hiciera más visible su reclamo", recordó Elvira.

Debido al aporte de dos testigos y la evidencia recopilada ese día, el 10 de marzo de 2003 el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 13 condenó al policía retirado Juan de Dios Velaztiqui a la pena de prisión perpetua por el delito de homicidio calificado por alevosía. El 19 de junio de 2003 la Cámara Nacional de Casación Penal confirmó la condena a prisión perpetua al ex policía federal.

"Siempre dije que mi hijo no iba a descansar en paz hasta que no condenaran a su asesino. Creo que antes y después de esa condena lo que me sostuvo en la lucha fue la gente del barrio y esa primera marcha me impulsó a que saliera a luchar. Siento como que esa tragedia parió a una mujer de lucha en la búsqueda de justicia", reflexionó Torres.

Actualmente, junto a otras madres que perdieron a sus hijos en trágicos eventos conforman la Asociación de Madres del Dolor. Desde ahí plantearon, la semana pasada, en una reunión con la gobernadora Vidal la necesidad de un acompañamiento psicológico a los familiares.

"Nos dijo que iba a ver de qué manera se podía brindar profesionales que realmente hacen falta", enfatizó Torres.

ONCE

La mañana del 22 de febrero Vanesa Toledo de entonces 29 años llegaba tarde a su trabajo. Antes de prender su máquina de trabajo divisó algunos mensajes en su celular pero no les dio importancia. Tenía que organizar el trabajo del día y recuperar el tiempo laboral perdido en una siderúrgica autopartista en el kilometro 40 de la ruta 3.

Pero la insistencia de aquellos mensajes le llamó la atención y rápidamente devolvió el llamado a su ex pareja y padre de su hija Martina. "Me decía si sabía algo de mamá por el accidente del tren en el once. Yo no me había enterado nada así que me fijé en internet. Automáticamente llamé al celular de mamá y no me atendió. Ella ya había tenido dos incidentes de incendio en dos formaciones del tren y en la última no había quedado bien. Así que siempre que yo la llamaba ella me atendía rápido para que no me preocupara. Ese día cuando no me respondió supe que estaba en la formación que chocó", recordó Vanesa Toledo que hoy con 33 años pelea por continuar con su vida sin su mejor amiga y confidente, su mamá.

Coordinando desde su trabajo con familiares y amigos, Vanesa lanzó una búsqueda masiva por su madre, Graciela Díaz, quien cubría el trayecto desde su casa hasta su trabajo todos los días en tren. Su jefe avisaba que no había llegado ese día a realizar sus tareas, trabajaba a tres cuadras de la estación Once, por lo que la tensión y ansiedad crecía entre sus familiares.

"En mi trabajo me pagaron un taxi para llegar lo más rápido posible al Once. Inicialmente yo me fui al Hospital Ramos Mejia para buscar información. Mientras había amigos y familiares en el Hospital Durand, en el Fernández y se había quedado en la estación mi madrina, que era la hermana del alma de mi mamá. Así estuvimos todo el día. Ya no recuerdo horarios y perdí la noción del tiempo en que me quedé allí esperando con angustia. Sé que ya casi a la noche me llevaron al Cementerio de la Chacarita sin decirme que era para hacer un reconocimiento de los muertos. Me llevaron diciéndome que ahí se centralizaba toda la información, que no tenía sentido de estar vagando por los hospitales porque ya en todos habían ingresado los heridos y víctimas fatales y en ninguno teníamos información de mamá", relató Toledo.

Con el cansancio a cuestas y junto a otros familiares de personas sin paradero, Viviana tuvo que hacer la rueda de reconocimiento que le cambiaría su vida. Fue ahí que se marcó un antes y después. Hoy, a más de cuatro años de ese día, la vida de Viviana pasó del anonimato a ser una de las voces de referencia entre los familiares de las víctimas. Fue un arduo camino, sin ayuda y muchas veces signado por amenazas desconocidas que le decían que dejara de hablar.

Pero también como parte de un proceso post traumático, Viviana sufrió períodos en que la ausencia de su madre pesaban demasiado y también sobre su hija.

"En estos años tuve que aprender a que algunas cosas hay que tratar de recordarlas de una forma técnica porque no habría podido acompañar al grupo de familiares en la lucha. Por otro lado en lo emocional no hay tiempo para un duelo, cada uno lo elabora a su manera. Si existen altibajos que te alejan de estar en primera fila y dedicarte más a tu familia", reflexionó la hija de Graciela.

La falta de asistencia terapéutica para los sobrevivientes y familiares de las víctimas es una deuda pendiente hasta el día de hoy por parte del Estado Nacional.

"Hubo un proyecto de ley que plantea que se brinde asistencia a los familiares de los muertos en aquel accidente, así como a los heridos pero no pasó nada. Yo volví al psicólogo para hacer terapia porque no estoy bien pero hay otros que no tuvieron esa posibilidad", enfatizó Viviana.

Luego agregó: "Si bien de esta lucha no me voy a bajar hasta ver a todos los responsables cumpliendo la pena que les corresponde sí empecé a darle un orden a mis prioridades porque estoy viva, mi hija también y hay razones para vivir. De hecho la lucha es también otro motivo para seguir porque yo quiero subirme a un tren, quiero verla a ella después. Con esa premisa es que yo seguí en la lucha. Y así me mantengo hasta el día de hoy pero ya respetando más mis tiempos. Si me preguntan cómo hiciste para llevarlo respondo que armándome poco a poco hasta el día de hoy".