Siete días de política

Un gobierno empantanado y un peronismo con poca reacción

La economía sigue mal, pero el macrismo no pasa de los anuncios. El PJ no puede desprenderse del kirchnerismo y piensa escudarse en Massa, que a su vez piensa en esconderse detrás de Stolbizer

Empezó el segundo semestre, la economía sigue estancada, la inflación no cede y el presidente Mauricio Macri continúa con los anuncios como si aún estuviese en el mes de enero. Su liturgia se parece cada vez más a la de Cristina Fernández con la diferencia de que ella estaba en retirada mientras él debe afrontar en un plazo breve las cruciales elecciones de medio mandato.

Esos comicios serán decisivos tanto para su supervivencia como para el reciclaje del peronismo. Macri depende de la economía y los peronistas del fracaso de Macri y del azar de su propia interna. CFK le dejó una macro destrozada al gobierno, pero para sus "compañeros" la herencia no fue más liviana.

Aparecen con regularidad millones de dólares de origen sospechoso -por no decir delictivo- en bolsos y cajas de seguridad que afectan al peronismo en su conjunto. Los kirchneristas tienen cada vez menos poder, pero su capacidad de daño está intacta y amenazan con arrastrar a todo el peronismo que difícilmente consiga tomar distancia de su pasado "K" en el corto plazo.

Al problema de liderazgo que le dejó doce años de autocracia kirchnerista la dirigencia del PJ hoy suma otro no menor, el de prontuario.

Para su fortuna tiene por adversario a un gobierno improvisado que abusa del ensayo y error y no consigue imponer sus políticas centrales. La reducción del déficit vía eliminación de subsidios era una de ellas y parece cada vez más comprometida. Lo ocurrido con la tarifa de gas lo demuestra.

Si bien cobrar a los consumidores el precio real del gas es una tarea imposible en una argentina culturalmente peronista, Macri cometió todos los errores imaginables y convirtió un problema fiscal en uno político. Hasta el punto que unió a toda la oposición en su contra en el Senado y permitió a la izquierda marginal armarle el primer cacerolazo en apenas siete meses de gestión. La movilización no fue masiva, pero de repetirse se convertirá en un factor de desgaste.

Tanta torpeza que unos atribuyen al ministro Juan José Aranguren y otros directamente al presidente abrió la puerta, además, para la intervención del Poder Judicial que trabó la suba de tarifas. Si se consolida el "gobierno de los jueces" por el vacío de poder que genera el Ejecutivo, el problema será grave. Para ponerlo en palabras del empresario Cristiano Ratazzi: "Si la política macroeconómica la empieza a decidir la Justicia, estamos tambaleantes".

En los corrillos del encuentro del miércoles en la Bolsa de Comercio del que participó Macri la preocupación del "establishment" era palpable. Hay una paradoja evidente. Los empresarios desconfían de la gobernabilidad, dicen que no hay plan económico y que a Alfonso Prat Gay lo vaciaron de poder. No invierten, complican con esa conducta más la economía y allanan el camino para que se cumplan las peores profecías con que ellos mismos se alarman. Hay algunos que ya están pensando en financiar a Sergio Massa.

Pero la oposición tampoco la tiene fácil. Intentó desahacerse del kirchnerismo en la Cámara de Diputados y falló. Necesita un candidato en la provincia de Buenos Aires para 2017 y no lo tiene.

En ese trance un sector de la dirigencia ha comenzado a volcarse hacia Sergio Massa. Entre ellos está el líder de los senadores nacionales, Miguel Angel Pichetto, un sector de los gobernadores y otro de los sindicalistas. El problema es que el otro posible candidato bonaerense para el año próximo, Florencio Randazzo, sigue desaparecido. Superministro de transporte de Cristina Fernández está ligado en forma indisoluble a su gobierno y tendría en primer lugar que rendir cuentas de su gestión antes que pedírselas al macrismo.

La posición de Massa es levemente distinta. Perteneció al corazón del kirchnerismo, fue candidato "testimonial" junto con Néstor Kirchner y director de la Anses, pero su ruptura en 2013 permitió que el Frente para la Victoria perdiera el poder. Intenta que no lo salpique la ola de corrupción y usa como talismán a la ex radical Margarita Stolbizer que asumió el papel de Carrió del Frente Renovador.

La idea es usarla de abanderada de un antikirchnerismo de antiguos kirchneristas, una "renovación" que es más bien un eterno retorno y en la cual detrás de Stolbizer van Solá, Barrionuevo, Lavagna, etcétera. Un gambito complejo, que sólo un desastre económico podría habilitar.