En educación, cada nación debe gestar su experiencia

-¿Las pruebas PISA son un parámetro para advertir cuál es el nivel del sistema educativo argentino?

-Sí, pero es un parámetro más. Creo que es un termómetro más de muchos que hay. Lamentablemente en Argentina teníamos evaluaciones nacionales, pero a partir del kirchnerismo esas evaluaciones pasaron a ser bienales, y luego fueron trienales. Y además tenían enormes problemas de consistencia ténica, algo muy parecido a lo que pasó en el Indec. Se tomaban los Operativos Nacionales de Evaluación (ONE), pero eran muy poco consistentes técnicamente. El Gobierno del presidente Macri prometió que para octubre comenzará a tomar evaluaciones anuales. Me parece que es un paso adelante.

-¿En qué hacen hincapié los países desarrollados que tienen educación de calidad?

-Hay distintos modelos. Los primeros 7 lugares en las pruebas PISA son países en los cuales no hay democracia. Hay mucha exigencia en las escuelas, pero son países sin parlamento, sin libertad de prensa, donde meten presos a los homosexuales. No es un buen modelo para seguir. El primer país democrático que aparece en el ránking es Holanda, que está octavo. Pero es un país donde el 66% de las escuelas son privadas. ¿Ese debería ser el modelo? No necesariamente. Después en el puesto 12 aparece Finlandia, que es un país que tiene apenas un 1% de escuelas privadas. ¿Qué nos marca todo esto? Que no hay una receta única. Cada sociedad, cada país, va formando su proyecto en base a su propia experiencia. Argentina tiene una rica experiencia en educación. Entre 1860 y 1960 fue un siglo luminoso para la educación argentina, pese a que hubo muchos problemas. Tenemos mucho que aprender de otras experiencias. La receta es darle poder a los educadores y a las escuelas para que ellos tomen decisiones, para que sean responsables, y después las podamos evaluar en base a sus propias propuestas.