Lazos familiares gastados

"El patio de atrás" (Carlos Gorostiza, 1994) es un texto clásico de lo que podría llamarse realismo social argentino que trata esos temas con un nivel de detalle y costumbrismo por momentos explícitamente exasperante.

Ficha técnica:

"El patio de atrás", de Carlos Gorostiza. Dirección: Natacha Delgado. Vestuario: Virginia De Los Santos. Escenografía y luces: Héctor Calmet. Actores: Gustavo Reverdito, Rosana López, entre otros. Andamio 90 (Paraná 662).


Hay muchas formas de hablar de la inmovilidad, tanto colectiva como individual, o de los lazos familiares gastados, la falta o el exceso de amor. Y en Andamio 90 eligieron desempolvar "El patio de atrás" (Carlos Gorostiza, 1994), un texto clásico de lo que podría llamarse realismo social argentino que trata esos temas con un nivel de detalle y costumbrismo por momentos explícitamente exasperante.

Cuatro hermanos -casi bordeando lo patético como lo "border"- viven en el patio de una vieja casona de barrio, pendientes de los ruidos que hace el videoclub de adelante o de las campanas de la iglesia cercana. No se puede decir que viven, "sobreviven" cada uno en lo suyo. 

ODIOS SOFOCADOS

Máximo, el mayor -atado a su silla de ruedas-, escucha la radio; Nena teje; Clemen mira revistas; y Pancho observa negativos en una máquina. Nada trascendental, aunque enseguida se adivina que hay mucho más. 

Verdades a medias, indiferencia, odios sofocados. Todo, en realidad, se vuelve una gran excusa para mostrar la incomunicación entre estos hermanos, el ambiente asfixiante en el que se encuentran y del que sólo Tomasito -el menor que se mudó al exterior- "ojalá" haya logrado zafar.

La puesta dialoga con el texto original diciéndole mayormente que sí. Respetándole las intenciones, las marcaciones, escuchándolo. Quizá en demasía. Claro, que esto no deja de ser una búsqueda, "arqueológica" tal vez, de ciertos modos y formas que ya en 1994 ciertamente remitían a los años 50. 

El videoclub con su música "tecno" tampoco ayuda a romper. Si el mundo exterior es esa música, esa que se escucha ahí, "amenazante", cualquiera podría preguntarse para qué salir.

MAXIMO Y MINIMO 

Los rubros son en general parejos. Sin embargo, el vestuario, quizá intencionadamente, está repleto de clichés -ojotas con medias por acá, saquito por allá-. En tanto, la escenografía e iluminación de Héctor Calmet logran aprovechar al máximo el mínimo espacio.

Entre el grupo actoral, se destaca Gustavo Reverdito, quien logra verdaderamente encarnar a Pancho, darle misterio, deja adivinar que es mucho más que lo que se dice de él. Esto no sucede tanto con el resto de los actores, en general precisos pero en la función en que se vio la obra, demasiado contenidos.

En el afuera parece vislumbrarse alguna esperanza. Sin embargo, habría que preguntarse si estos personajes no necesitarían indagar más bien adentro. Ver qué les pasa a ellos, en vez de temer ese exterior tan fascinante que termina dejándolos petrificados.

Calificación: Buena