Siete días de política
Una campaña sin propuestas ni debate, sólo lucha en el barro
La oposición se retiró del escrutinio en Tucumán y cuestionó la legitimidad del triunfo kirchnerista. Denuncia contra candidato del PRO por corrupción. El peronismo apuesta a que crezca Massa.
La tendencia favorable a Mauricio Macri que había comenzado tras las PASO con la catastrófica inundación bonaerense y que continuó con varios traspiés oficialistas parece haber virado en los últimos días. Con una denuncia por corrupción, el kirchnerismo consiguió bajar al candidato de Cambiemos al barro, donde se mueve con absoluta comodidad y sin costos gracias a expertos como Aníbal Fernández.
Lo enredó en una pelea de agravios, descalificaciones y sospechas que se ha convertido en el único mensaje de los principales candidatos que pelean por la presidencia.
Este giro de la campaña adverso a Macri puede tener una incidencia decisiva, si se cumplen las expectativas oficialistas de que parte del voto de clase media que Daniel Scioli sigue sin captar deriva hacia Sergio Massa en lugar de hacerlo hacia el jefe de gobierno porteño. Se reduciría de esa forma la posibilidad de balotaje.
Puede parecer temprano para decirlo, pero el costo que tendrá para Macri haber incluido como cabeza de la lista de diputados bonaerenses al periodista/empresario Fernando Niembro difícilmente resulte neutro.
Cualquiera sea el resultado de los sondeos que se encargaron desde que estalló el escándalo, el kirchnerismo está cerca de lograr su objetivo: quitar cualquier expectativa de regeneración de la política que podía haber concitado Cambiemos a los ojos de un amplio sector de la clase media y desviar hacia Massa el voto de la franja social que está harta del actual régimen. La intención de voto de Massa ya comenzó a crecer para algunas consultoras.
El jefe de gobierno porteño, que predicó la necesidad de hacer una política distinta de la tradicional, reaccionó como cualquier kirchnerista al defender a Niembro con argumentos endebles que no ocultaban una evidente corruptela: el candidato denunciado facturó una cifra millonaria al gobierno de la ciudad a través de una empresa que no tiene empleados, ni oficina, ni otro cliente que la ciudad y que, además, terceriza la prestación de los servicios que consigue. Si eso no es una vulgar "ventanilla", ¿qué otra cosa podría serlo?
El efecto del episodio puede no obstante acabar mitigándose por varias razones. En principio porque ese tipo de conductas reprochables se ha naturalizado -aun en entre los no peronistas- y en circunstancias electorales suele prevalecer el partidismo. Es muy probable que los votantes de Macri no lo abandonen, pero ¿cuántos de los indecisos llegarán a la conclusión de que la novedad que ofrece el PRO en materia de ética pública es inexistente; que el PRO abusa del dinero público como cualquier otro partido que llega al poder. El golpe a la credibilidad de Macri fue fuerte, aunque al defender a Niembro haya creído que más costoso hubiese resultado soltarle la mano. Los "K" lo sumergieron en el barro que había evitado hasta ahora.
Durante la semana que acaba de pasar no hubo, sin embargo, alivio para Scioli. Las elecciones tucumanas dieron un paso más hacia el abismo cuando la oposición se retiró del escrutinio por la adulteración de los videos del recinto donde se contaban los votos. Era el último paso en la comprobación del fraude y lesiona la legitimidad del resultado que había empezado a favorecer al candidato kirchnerista.
A la compra de votos, las urnas "embarazadas", las quemadas, el robo de boletas y otras lindenzas se agregó la sospecha definitiva de que la carga de datos fue manipulada en forma grosera por el gobierno provincial.
A lo que hubo de añadirse la muerte de un adolescente desnutrido en el Chaco con enorme repercusión en la prensa anti "K". La respuesta en este caso corrió por parte de la presidenta que ignoró el asunto y prefirió darle lecciones de humanidad a los gobiernos europeos sobre los que llueven miles de inmigrantes ilegales.
Hubo en el oficialismo críticas en voz baja a la irritante e inoportuna autodefensa de Cristina Fernández, pero ya nadie puede correrla del centro de la campaña, lugar que debería ocupar Scioli. Por eso la campaña se ha convertido en una reivindicación de los últimos 12 años y no en lo que más le conviene al candidato: una larga lista de promesas -realistas o no, poco importa- de un futuro mejor. Lo que Scioli no metabolizó aún es que no crece porque se ha ido convirtiendo en una imagen del pasado, no del futuro. Por ese camino no le va alcanzar ningún error de Macri, por grosero que sea.