Mirador político

Hacerse del poder

La Presidenta envió al Senado un proyecto de ley para impedir que su sucesor venda sin la autorización de una mayoría de dos tercios las acciones de empresas privadas en manos del Estado.

La Presidenta envió al Senado un proyecto de ley para impedir que su sucesor venda sin la autorización de una mayoría de dos tercios las acciones de empresas privadas en manos del Estado.

La iniciativa es tan absurda desde el punto de vista institucional como del económico, pero atiende a una lógica que el peronismo lleva en los genes: conservar el poder a cualquier precio. Su obvia intención es bloquear al próximo Presidente -sea Mauricio Macri, sea Daniel Scioli- la toma de decisiones propias.

El proyecto es absurdo desde el punto de vista institucional, porque requiere una mayoría agravada para decidir sobre una cuestión que no reviste ni lejanamente la importancia de la designación de un juez de la Corte Suprema, el juicio político al Presidente de la Nación o la destitución de un legislador, asuntos que sí lo exigen.

La ridícula falta de proporción sólo pudo ser dictada por la impunidad de quien sabe que el oficialismo cuenta con una mayoría dócil, que no retrocede ante ninguna muestra de sometimiento.

Pero más grave es la falta de lógica económica. El Ejecutivo es el poder administrador y debe contar con las herramientas para cumplir con esa función. Si, por ejemplo, una de las megaempresas de las que el Estado tiene acciones atravesase por dificultades económicas insalvables, debería poder rápidamente deshacerse de esos activos tóxicos para reducir su exposición y el consiguiente quebranto. Si, para hacerlo, debe seguir el largo trámite de una ley en el Congreso, el resultado será desastroso. El mercado reaccionará más rápido y las pérdidas estarán garantizadas.

Una incongruencia tan obvia no pudo escapársele a la jefa del Estado, lo que pone en evidencia que su intención no es proteger el patrimonio de los jubilados sino seguir mandando después del 10 de diciembre. El kirchnerismo que gobernó 12 años bajo el estado de excepción y con facultades delegadas por el Congreso, ahora pretende atarle las manos a su sucesor. Y en este punto el problema parece menos de la oposición que del candidato oficialista.

Daniel Scioli no ignora que el primer requisito para vencer a Macri es controlar la fuerza de la cual es candidato. La Presidenta le está disputando el peronismo y si no da una muestra de autoridad encuadrando a su partido va a tener un futuro complicado. El clima de violencia, el asesinato de un opositor en Jujuy, la quema de urnas, el fraude, las inundaciones, las bochornosas elecciones tucumanas le hacen menos daño que la falta de liderazgo y de un compromiso claro de que pondrá fin a más de una década de abusos de poder.

Si pretende el voto independiente, debe demostrar que conduce al peronismo. Si no, ¿qué lo diferencia de Macri? Y para mostrar que conduce al peronismo debe comenzar alineando a la dirigencia del PJ contra un proyecto cuya finalidad es convertirlo en un títere. No se puede quedar siempre bien con todo el mundo. Hay que saber elegir el adversario y el momento como demostró incontables veces Néstor Kirchner, que durante sus primeros dos años de mandato se convirtió en un cazador de enanos persiguiendo militares octogenarios, destituyendo policías y descabezando las fuerzas de seguridad. Hoy el kirchnerismo está en retirada y Scioli seguramente sabe que los liderazgos se hacen, no se heredan. Si quiere el poder, debe demostrar que puede manejarlo.