La doctora en filosofía Diana Cohen Agrest cuyo hijo Ezequiel fue asesinado durante un robo reflexiona sobre la violencia actual

"Eliminaron los derechos de las víctimas"

Dice que la ola inseguridad es consecuencia de un sistema de premios y castigos que fue deslegitimado socialmente, y de la confusión de autoridad con autoritarismo. Lucha por Justicia para su hijo y para que no se repitan otras muertes como la de él.

La doctora en Filosofía Diana Cohen Agrest hace ya casi cuatro años siente la ausencia más dolorosa, la de su hijo Ezequiel de 26 años, asesinado por un ladrón que entró a robar a la casa de una amiga en el barrio de Caballito.

Lejos de sumergirse en su dolor, Cohen Agrest sacó esa fuerza que solo se suelen observar en las madres, y decidió luchar por Justicia para su hijo Ezequiel y para que como ella misma dice "No haya más Ezequieles a quienes le quiten la vida".

Escribió un libro que refleja esa lucha, Ausencia Perpetua, y creó un asociación civil, Usina de Justicia, -que hoy busca su personería jurídica- que busca "bregar por una verdadera Justicia en nuestro país" (usinadejusticia.blogspot.com)

En diálogo con La Prensa Cohen Agrest habla de esta pelea que da día a día, y se refiere también a la violencia que en todos los órdenes padece hoy nuestra sociedad.

- ¿Por qué vivimos en una sociedad donde predomina la violencia? ¿Tiene que ver con algo que arrastramos a nivel histórico, cultural, social?
- La violencia nace con la construcción misma de la Nación. Advirtamos, sin ir más lejos, que el Martín Fierro es un emblema literario argentino, y es una historia de violencia. En el mayo francés del 68, la consigna "prohibido prohibir" cala hondo en las juventudes de esos tiempos, y por supuesto se expande hasta la Argentina. Tras la Dictadura, se confunde el concepto de autoridad con una manifestación de autoritarismo. Y ese es el comienzo de la profundización de un declive que parece no tener fin, y con cuyas consecuencias convivimos en el día a día.
- ¿La violencia hoy nos atraviesa en todos lados? ¿Por qué se da en una cancha de fútbol, en las relaciones de pareja que terminan en femicidios, en delitos sangrientos?
- Se pretende subsanar la ausencia de igualdad de oportunidades con la eliminación de la meritocracia: ahora el abanderado no es quien estudió sino quien es más carismático. Y hay ausencia de modelos: tradicionalmente, el cura, la maestra, el policía, el médico y hasta el juez eran actores sociales respetados y respetables. Hoy se exculpa a curas pedófilos como Grassi; la maestra sufre las agresiones de padres y alumnos; un joven policía de 21 años que en principio iba a ser robado y cuando los delincuentes vieron su birrete -había sido su primer día de trabajo en la fuerza policial-, lo mataron. Y ni hablar del médico asaltado por tres delincuentes en su consultorio o los médicos que operan en hospitales a punta de pistola. Toda esta catarata delictiva son el efecto indeseable de que los premios y los castigos fueron y son deslegitimados socialmente. Es más, se alienta el delito: si pensamos que en la currícula de los colegios de la Provincia de Buenos Aires se incluía como contenidos el escrache, si pensamos en los vatayones militantes, en los barrabravas, en las sentencias disparatadas de los jueces, es notoria la inversión de valores. Vivimos en el reino de la transgresión, cuando en verdad, los seres humanos necesitamos de la amenaza de la sanción.
- El crimen de su hijo Ezequiel la llevó a investigar sobre el funcionamiento del sistema penal ¿Que falencias descubrió?
- Muy resumidamente, aprendí que nuestra justicia penal invierte los roles, el victimario pasa a ser la víctima social y la víctima pasa a ser el victimario: la mujer violada lo fue porque "por algo será", quien muere en un asalto "porque se resistió". Y desde el inicio, los operadores del sistema penal suelen ponerse al servicio de quien delinquió. La víctima es relegada del sistema: ni siquiera tienen papel alguno en la ejecución de la pena. Y es llamativo, en una sociedad donde se ampliaron los derechos de las minorías, donde hay derechos de tercera, cuarta y hasta quinta generación, los derechos humanos de las víctimas son eliminados
- ¿Cómo ha sobrellevado la muerte de Ezequiel? ¿La escritura la ayudó a seguir adelante? ¿A qué se aferra uno cuando vive algo así?
- Desde un principio, supe que el horizonte de felicidad que enmarca la vida de un ser humano, se había desvanecido. Solemos pensar que hay un futuro mejor, que lo bueno está por venir. Cuando te arrancan violentamente un hijo, es imposible sostener siquiera la ensoñación de la felicidad. Hay cosas que uno elige y otras que no: esta no la elegí. Y de lo que se trata es de ver qué hago con lo que me tocó. La escritura es salvífica, y lo que empezó como una canalización y sublimación del dolor personal, se fue transformando en un objetivo social: que no haya más Ezequieles ni seres inocentes a quienes les truncan absurdamente la vida. ¿Cuánto esfuerzo demanda construirse una vida?
- ¿Cómo fue asesinado Ezequiel?
- Ezequiel fue el viernes 8 de julio de 2011 a la casa de una compañera en Caballito para organizar un trabajo para la facultad. Y fue asesinado en una entradera, cuando el asesino, Sebastián Pantano, ataba a su compañera con una corbata. Ezequiel tenía apenas 26 años y todas sus ilusiones por delante, pero se truncaron con la excarcelación por parte del Tribunal Nø 5 de Morón -Angela Parera, Carlos Thompson y Susana De Carlo- de un delincuente con un prontuario que contaba con nueve delitos graves en su haber, con el argumento de que no tenía sentencia firme. De allí que yo responsabilizo, más que al homicida de mi hijo, a estos jueces: ellos fueron los autores indirectos de la muerte de mi hijo. Y que no invoquen la doble instancia, porque un sujeto con nueve delitos en su haber es un individuo peligroso que no puede estar libre. Es cierto que Zaffaroni eliminó la figura de la peligrosidad de nuestro sistema penal, pero dado que los jueces actúan discrecionalmente, había indicadores suficientes para no otorgar la excarcelación. Al mes de ser excarcelado, mató a mi hijo. Y esos jueces son los autores intelectuales de ese homicidio (y de tantos otros que no salen a luz, pero que alimentan en el día a día las muertes ejecutadas, en su mayoría, por reincidentes liberados).
- ¿Cómo está actualmente la causa?
- Hace unos días se confirmó la sentencia de 18 años por homicidio y 5 más por los delitos anteriores, luego de que la Cámara de Casación Penal revocara la primera condena de prisión perpetua. Probablemente saldrá antes de prisión. El asesino de Cabezas salió a los nueve años, el término promedio de los condenados en prisión es de tres años.
- ¿Cuándo sentirá que finalmente se hará justicia por la muerte de su hijo?
- Nada devuelve la vida de Ezequiel, y él es la verdadera víctima, el único que podría perdonar. Yo sentiría que se hizo justicia si el asesino quedara encerrado de por vida, en condiciones donde pueda desarrollar sus proyectos de vida aún privado de la libertad. Hay dos bienes supremos: la vida y la libertad. Mi hijo, inocente, pagó con su vida. El asesino, culpable, debe pagar con su libertad. Y por supuesto, el día que los jueces deban hacerse responsables de sus sentencias: así como existe el juicio de mala praxis para los médicos o los ingenieros, también debería existir para los jueces. Y que no me hablen de que no pueden hacer futurología: un individuo es peligroso por lo que hizo, no hace falta saber lo que puede hacer en un futuro.
- ¿Cómo podemos volver a convivir cómo sociedad en paz, sin quedar atrapados en esta espiral de violencia?
- La violencia supone tres protagonistas: quien la ejerce, quien la padece, los vínculos intersubjetivos, y de la política. La democracia real se ejerce con el poder del ciudadano, y es la sociedad civil la que tiene que exigir justicia, abandonando el más crudo pragmatismo y volviendo a la ética, a los principios morales y al respeto de la ley y de las reglas.