LA FAMOSA LIBRETA CON ESTAMPILLAS QUE PEGABAMOS CUANDO EL AHORRO ERA LA BASE DE LA FORTUNA

La Caja festejó un siglo de vida

En 1915 un diputado cordobés quiso fomentar la previsión en los niños y proyectó la creación de la Caja Nacional de Ahorro Postal. Hasta la Antártida había una estafeta. Después llegó la inflación y desapareció una de sus razones de ser. Cavallo la privatizó.

"La Caja es un sentimiento que no puede paraaar"", un cántico que, en medio de la celebración realizada en el edificio central de la calle Fitz Roy por los 100 años de su fundación, atronaba en un ambiente pleno de emociones y y recuerdos de varias generaciones que se confundieron en el hall central. Una síntesis de la alegría reinante, ajena a las penas y con una acercamiento espontáneo no muy común en los tiempos que corren, entre gremialistas, personal y directivos.

La historia dice que, en aquel entonces de 1915, fue el diputado cordobés Arturo Mateo Bas quien proyectó la ley de creación de la Caja Nacional de Ahorro Postal con la intención de fomentar el hábito del ahorro y la previsión, enseñanza que se materializó originalmente en las escuelas de todo el país cuando los alumnos guardaban sus pequeños ahorros y compraban estampillas para pegarlas en los boletines que luego eran admitidos en las filiales de la Institución y en las agencias de correos y estafetas (una de estas funcionó en nuestra Base Marambio).

Así comenzó su derrotero con la simple denominación de Caja Nacional de Ahorro Postal, precisamente en los tiempos en que el que se decía con algún dejo de razón que el ahorro era la base la fortuna. De ese modo, empezaba a perdurar en el tiempo la famosa libreta que todos alguna vez tuvimos en nuestras manos durante los tiempos de la niñez.

Tras estar situada en distintos lugares de la ciudad y después de funcionar en el edificio de Callao y Bartolomé Mitre, había llegado el momento de trasladarse y, de esa manera, por decreto del Gobierno Nacional de febrero de 1937 se aprobó la construcción de uno nuevo y cuyo emplazamiento se dispuso sería realizado en la por entonces calle Victoria (hoy Hipólito Yrigoyen) y Solís, lugar en el que, tras instalarse la piedra fundamental en 1937, se inauguraría la que sería la sede más emblemática.

Ahí mismo fue cuando empezó la mejor relación con los pequeños ahorristas. Si hasta emocionaba ver, por ejemplo, a personas de edad avanzada llegar a las respectivas cajas de atención al público con su platita amasijada dentro de un envoltorio hecho con diarios, para poner ese dinero en manos de quienes ellos más confiaban. Más que clientes, eran amigos.

Claro que el ahorro era significativo por entonces, pero resultaba inexorable seguir abriéndose camino dentro de otras prestaciones que apuntaran a la mentada función social. Y así fue que llego el advenimiento de los seguros, que le permitieron a la institución comenzar a transitar un camino que, sin proponérselo quizás, la situó en lo más alto entre tantas empresas existentes en el ramo.

Ya por entonces el nombre original impuesto en el momento de su fundación iba perdiendo vigencia hasta que, allá por 1973, se resolvió cambiarle la denominación original por la de Caja Nacional de Ahorro y Seguro. Se fueron afianzando los logros sin perder de vista, claro está, aquellos objetivos trazados para acompañar a la gente en eso de la función social.

La Caja fue algo muy particular, como una especie de gran familia, todo ello marcado por el compañerismo y, en especial como hecho más saliente, en la atención respetuosa y paciente que se les daba a aquellos clientes que merecían atención especial. Y si, como ello fuera poco, hubo hasta algunos de los integrantes de ese personal que excedieron las fronteras de la Caja, tales de los casos de figuras ilustres en el campo de las letras como fue el caso de Marco Denevi (autor de tantísimas obras literarias y teatrales, entre las cuales se destacó la famosa novela Rosaura a las diez).

También Osvaldo Calatayud, un personaje irónico y dicharachero en su trayectoria en La Caja, se convirtió cierta vez en director del teatro Nacional Cervantes. Ni qué decir del colorado y escritor humorista Pedro Pernías, nacido en España y quien, con su seudónimo Jordán de la Cazuela, escribía sus libretos para el gran Tato Bores y en la recordada revista Tía Vicenta entre otros tantos, sin pasar por alto al alguna vez director artístico del teatro San Martín como Oscar Alvarez Monet. Pero si hasta el actor Carlin Calvo también incursionó en las filas de la Institución.

PRIVATIZACION

Llegó la privatización, debido a quién sabe qué designios, y el nombre volvió a cambiar. Ya la palabra ahorro no era parte de su denominación. Pasó a ser tan sólo La Caja abocada a los seguros como principal actividad, la que es digno reconocer, sigue ocupando lugares privilegiados en el mercado asegurador.

Cierto es que los avatares por los que ha transitado el que alguna vez fue llamado el banco de la gente o del pueblo, le han cambiado la fisonomía reiteradas veces. Pero sigue vigente y en alto su espíritu, a punto de observar, como ocurrió en el acto de celebración realizado días pasados con un grupo mancomunado de directivos actuales como el presidente Santiago Sturla, Gerente General Jorge Mignone y George Mandelbaum, de Generali Corporated Ceo Región Emea y Jaime Amuchástegui y de Ceo Region Latam Antonio Cassio Dos Santos, junto a la Comisión Gremial Interna, encabezada por Andrés Castillo y Rosa Sorsaburu y el Secretario General de la Asociación Bancaria Sergio Palazzo y, con la aprobación generalizada claro está del personal presente. 

PLACAS

La ceremonia incluyó el descubrimiento de dos placas, a saber: la primera conmemorando el centésimo aniversario y la restante dedicada a los empleados de la Caja detenidos y desaparecidos en la última dictadura. Esa entidad que, alguna vez, fue de Ahorro Postal. Otra de Ahorro y Seguro y ahora, en manos privadas, es tan sólo La Caja, sigue perdurando en el tiempo y mantiene a rajatabla aquello de que es un sentimiento y no puede parar. Si al fin de eso se trata. Despejar la incertidumbre tan sólo el tiempo lo dirá.