Guía para entender al niño hiperactivo

La comprensión y la ayuda tanto en el ámbito familiar como educativo son claves a la hora de lograr un buen manejo de este trastorno. Cómo se diagnostica y saber si es necesaria la medicación son otras de las cuestiones que aborda un experto español en un libro recién editado en el país.

¿El trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es una enfermedad o un rasgo de carácter? ¿Es hereditario? ¿Cómo se diagnostica? ¿Cuáles son los síntomas? ¿Es siempre necesario recurrir a la medicación? ¿El niño que padece TDAH necesita una educación especial? A éstos y otros interrogantes buscar dar respuesta en el libro "Vivir con un niño hiperactivo" (Editorial El Ateneo), el doctor Carlos Lozano, especialista en trastornos del desarrollo, del aprendizaje y de la conducta, y ex jefe de Pediatría del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, en España.

"El TDAH no es una desgracia. La desgracia surge cuando el niño no es comprendido ni ayudado", sentencia el autor, cuyo objetivo con este libro es brindar a los padres de niños con este trastorno una visión optimista que les ayude a superar el problema y les permita escapar de la confusión, desesperación o los sentimientos de culpa, en los que a menudo caen.

Lozano señala que el TDAH es una condición biológica caracterizada por falta de atención sostenida e impulsividad, así como por otra serie de problemas que derivan de éstos y para la cual el organismo ha ideado un mecanismo defensivo bastante incómodo para los demás pero necesario para el que lo sufre.

"Con una detección precoz y una ayuda inteligente se puede conseguir una calidad de vida aceptable, superando los estudios y ejerciendo una profesión dignamente", asegura el especialista.

En cuanto a su incidencia e impacto sobre la vida de quien los sufre, detalla que el TDAH es igual de frecuente en niños que en niñas, pero en éstas no se detecta con facilidad. "El TDAH no conduce a la delincuencia ni a la drogadicción, salvo que el ambiente que rodea al niño sea suficientemente hostil para ello", aclara.

Según destaca Lozano, la hiperactividad no es una enfermedad, sino una condición bioquímica con base hereditaria. "También conviene matizar el significado de la palabra trastorno: los niños con TDAH tienen una condición biológica determinada genéticamente, para que esta condición se considere un trastorno ha de producirse una inadaptación al medio; si no hay problemas de adaptación, no debe hablarse de trastorno".

En conclusión, el autor hace hincapié en que el TDAH se produce cuando a la condición biológica de alguien se suman determinados factores ambientales que conducen a la inadaptación.

"La verdad es que no conocemos bien los factores ambientales que influyen en el trastorno. Se han implicado algunos como el tabaquismo materno durante el embarazo, tóxicos como el plomo, factores alimenticios y otros sin ningún fundamento", comenta para luego añadir: "Sí es cierto que factores educacionales y afectivos tienen gran influencia en el desarrollo de la conducta de los niños que presentan esta condición".

UN PROBLEMA

Según plantea Lozano, los padres y educadores que consideran anormal el comportamiento del niño como TDAH no conocen lo que le ocurre, "entonces utilizan métodos educativos tradicionales, les rechaza y les aplican más regaños y castigos que elogios".

Como contrapartida, el profesional remarca la necesidad de que los padres sepan que: su hijo no es un enfermo, su hijo tiene una condición biológica diferente que, posiblemente, también tenga uno de ellos; su hijo está intentando adaptarse al medio con conductas que pueden parecer anormales porque se salen de la norma, que pueden perturbar a los demás, pero que constituyen su modo de defensa natural y espontáneo. "Lo lógico, pues, es ayudarles y no criticarles ni castigarles; su hijo, con la ayuda necesaria, puede superar las dificultades", insiste.

Respecto de cuánto puede durar el TDAH, Lozano indica que la mitad de los niños que han sido diagnosticados con este trastorno presentan síntomas en la edad adulta. "Yo creo que el individuo que presenta esta condición la mantiene toda su vida. Lo que cambia con la edad puede ser fruto del proceso evolutivo propio de esta condición y de la historia vital de cada persona, que afronta innumerables experiencias con un factor de resistencia distinto", opina.

Por lo tanto, según este pediatra, la hiperactividad no desaparece, aunque puede reconducirse. "De hecho, los adultos son menos activos que los niños pequeños. Sus continuos movimientos, saltos y carreras son sustituidos ya desde la etapa adolescente por el chasquido de los dedos, que tienen el mismo significado aunque con distinta manifestación", explica.

Basado en su experiencia en la atención de niños con este trastorno, el ex jefe de Pediatría del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, añade que en la edad adulta algunas personas crean mecanismos de adaptación a su peculiaridad; ello les permite alcanzar la estabilidad en la familia, el trabajo y la sociedad, y solamente presentarán algunos rasgos de su trastorno en forma de olvidos, negligencia, o errores puntuales. 

"Por el contrario, quienes no corren la misma suerte viven en la inestabilidad laboral, presentan dificultades para encontrar una pareja estable y se aficionan al consumo de drogas o caen en la delincuencia", contrasta.

ASUMIR EL DIAGNOSTICO

El hiperactivo y quienes le rodean tienen que aprender a convivir con su problema y aprovechar los distintos medios que existen para reconducir su conducta errónea, aunque para ello necesite apoyo y ayuda externa, dice Lozano.

"Los padres deben asumir que tienen un niño diferente, en absoluto anormal o enfermo, que en ocasiones presenta la misma conducta que las personas "normales" pero de una forma más frecuente y constante. Han de considerar que el niño es el protagonista de su historia y que necesita ayuda para corregirse a sí mismo", subraya.

En cuanto al modo de diagnosticar el trastorno, el autor de "Vivir con un niño hiperactivo" advierte que existen varias escalas de evaluación para padres, pediatras de cabecera, maestros y psicólogos, y según la escala aplicada, los resultados pueden ser diferentes: algunas detectan a más niños hiperactivos de los que hay y, otras, dejan sin diagnóstico a algunos, sobre todo las niñas.

"Todo esto nos debe enseñar que para valorar adecuadamente a un niño o adulto con TDAH hay que utilizar pruebas eficaces y manejadas por profesionales con suficiente pericia para que resulten de utilidad", insiste.

Según confiesa el pediatra, su condición de "surrealista" le ha llevado a rechazar escalas, tests, y protocolos."Siempre me he limitado a recoger datos, ordenarlos, interpretarlos, pensarlos desde el sentido común y buscar las soluciones más adecuadas para cada niño y para cada situación", recuerda. No obstante, el autor reconoce que no puede recomendar este sistema "a ojo" como práctica habitual, aunque a él le ha servido mucho.

En ese sentido, el experto apunta una serie de datos que orientan el diagnóstico de forma rápida, sencilla y eficaz: "Si un estudiante, a cualquier edad, es incapaz de mantener la atención durante quince minutos al lado de un tutor, en una actividad interesante, es muy posible que padezca el síndrome. Se puede añadir que, si además es inteligente e imaginativo, contesta antes de oír entera la pregunta, interrumpe la clase con frecuencia, tiene el cuaderno lleno de borrones, no se queda quieto y presenta incapacidad en al menos dos ambientes distintos (escuela y hogar, hogar y trabajo...), el diagnóstico es casi seguro".
A la hora de mencionar las claves del diagnóstico de TDAH, Lozano detalla que se requiere que los síntomas:

- Se presenten con más intensidad y más frecuentemente que los observados en niños del mismo nivel de desarrollo.

- Se manifiesten antes de los siete años de edad.

- Se repitan en al menos dos ambientes diferentes, por ejemplo la casa y la escuela.

- Interfieran significativamente en su vida familiar, escolar o social.

- No se deban a otro trastorno.

"Aunque no existen pruebas clínicas ni psicológicas específicas para diagnosticar el trastorno, algunos instrumentos como el dibujo pueden servir de cierta ayuda", prosigue.

EDUCACION Y FARMACOS

Acerca del interrogante si los niños con TDAH necesitan una educación especial, Lozano argumenta: "Si entendemos como educación especial un sistema de enseñanza para niños discapacitados, claramente no. Lo que necesitan es que se aplique dentro del aula determinadas estrategias para provocar y mantener su atención, aumentar su motivación y, elogiando sus logros, mejorar su autoconcepto y autoestima".

"Si estimamos que en cada clase no hay más que un niño hiperactivo, no es mucho pedir esta atención diferenciada. El tiempo y el esfuerzo empleados en ayudarle redundarán en el bienestar de todos los demás alumnos y eliminarán los elevados costes que supone un fracaso escolar", enfatiza.

En su libro, el pediatra también describe la historia natural del niño hiperactivo, para que los padres sepan qué se puede esperar y luego se adentra en los recursos disponibles para el "manejo del problema".

Sobre esta última cuestión, precisa que existen tres tipos fundamentales de tratamiento: el medicamentoso, el conductista y el cognitivo. "Independientemente de lo que planifiquen médicos y psicólogos, cabe hacer muchas cosas en el entorno doméstico, escolar y social para ayudar al niño a superar su problema", insiste.

Asimismo, remarca que lo más importante en el manejo de un niño hiperactivo es modificar el ambiente en el que se desarrolla y no intentar cambiarlo a él primero.

A modo de guía, Lozano brinda las líneas de actuación para la familia de los niños con TDAH, entre las que se incluyen: asegurar el diagnóstico, asumir el problema, planificar el tratamiento, sacar ventaja de los defectos (convencerse de que no todo es negativo en su hijo, buscar las cualidades positivas).

Por último pone de manifiesto que existen medicamentos de probada eficacia que actúan sobre el mecanismo bioquímico del trastorno, pero que necesitan exquisito control y "no deben utilizarse como tratamiento exclusivo". Aclara que en algunos niños estos medicamentos no actúan y no se sabe por qué. "Los tratamientos psicológicos con o sin apoyo farmacológico son la clave para ayudar a estos niños. El secreto de cualquier tratamiento para el niño TIH está en la correcta elección de los estímulos adecuados, del sistema de aprendizaje y de socialización, y de la profesión más adecuada", concluye.