Mirador político

Mafia y Estado

El Gobierno sigue sin saber qué pasó con el fiscal Nisman. Hace papelones históricos, como el de Capitanich, y deberá enfrentar la reacción del Poder Judicial.

Por torpeza propia, el kirchnerismo destapó una de las cloacas de la lucha por el poder en la Argentina: los servicios de Inteligencia. Su sospechada utilización en operaciones contra dirigentes opositores, campañas sucias y pago a periodistas son una constante en la política nativa, tanto en democracia como durante los gobiernos "de facto". La presidenta Cristina Fernández perdió el control de tanto poder en las sombras, generó una feroz interna entre espías y terminó alcanzada por la esquirlas. Esa es hoy la hipótesis más extendida que rodea la muerte de Alberto Nisman.

Los "servicios" son un submundo con el que los políticos conviven con el corazón ligero. Creen que no los golpeará y que cuando ellos lleguen al poder podrán usarlo a voluntad. Cuando se acusó falsamente al ex presidente Fernando de la Rúa por las "coimas" en el Senado, una de las "pistas" fue que habían sido pagadas a través de la SIDE. La imputación fue aceptada por la dirigencia y la opinión pública con absoluta naturalidad. Más aún, la simple presunción de que ese organismo había intervenido en el delito lo dio por probado para el grueso de la sociedad.

Hoy la sospecha recae sobre una Presidenta que se retira de la Casa Rosada en medio de un escándalo colosal. Apareció muerto el fiscal que la había acusado de encubrir a los iraníes responsables de la voladura de la AMIA. Para salir del paso, el kirchnerismo ensayó varias fantasías. La más repetida fue que la acusación se la había escrito al fiscal Nisman un espía -"Jaime" Stiuso- y que, después de presentarla, había sido asesinado por sus propios mandantes para comprometer a la Presidenta.

Semejante teoría fue acompañada por un proyecto para reformar los servicios de Inteligencia que, paradójicamente, no reforma nada, más allá de cambiar los nombres de los organismos, y que será tratado mañana por el Senado. Pero para terminar con los espías que operan autónomamente hay que hacer, por lo menos, dos cosas.

La primera, impedir que los servicios sigan asistiendo a la Justicia federal, que es la que tiene que investigar a los funcionarios corruptos. Desde hace décadas es conocida la presunción de que la ex SIDE -hoy SI y mañana AFI-, tiene fuerte ingerencia en Comodoro Py. Tanto "asistir" al fuero federal la convirtió en influyente, más allá de lo aceptable para el Estado de derecho.

El segundo cambio obligatorio del actual sistema es controlar, a través del Congreso, los fondos que manejan los organismos. Si se les corta el dinero "negro", se les corta el poder. Nada de esto está dispuesto a hacer el kirchnerismo, que preservará el "statu quo". Durante su exposición en el Senado, el secretario Carlos Zannini se esforzó en tranquilizar, no se sabe a quién, asegurando que los cambios eran mínimos.

Esta experiencia amarga debería, sin embargo, enseñarle a la Presidenta que hay que hacer lo contrario. Hay que eliminar el poder parainstitucional y hay que aumentar la transparencia del manejo del Estado, porque cuando esto no se hace, el Estado degenera en mafia. La actual perplejidad e impotencia de la Presidenta deriva de eso. De que, para combatir a las mafias, hace falta el poder del Estado, una parte del cual no está, ni estuvo nunca, en sus manos.