Siete días de política
Pacto con Irán: el kirchnerismo pretende ser fiscal del fiscal
La década ganada termina con la Presidenta imputada penalmente. Un cúmulo de errores que estallan en el momento en que se aleja del poder. Una operación sensible encargada a dos piqueteros.
La presidenta Cristina Fernández empezó a pagar costos por decisiones equivocadas antes de lo esperado. Le pasó con la economía, que tuvo que ajustar pese a que creía que esa tarea quedaría exclusivamente en manos del próximo presidente. Le pasa ahora con la política, a raíz del escándalo por el pacto con Irán vinculado a la Amia.
La imputación por el presunto encubrimiento de los responsables de la voladura de la mutual judía es producto de malas decisiones. La primera fue el sorpresivo vuelco que dio la presidenta en la cuestión. Después de trabajar la hipótesis de que los iraníes eran los culpables, firmó con ellos un memorándum de entendimiento que en la práctica equivalía a indultarlos. Nunca se aclaró la razón, pero durante el debate parlamentario se atribuyó la voltereta a conveniencias económicas. Las explicaciones del oficialismo y del Ejecutivo de que con el acuerdo se llegaría a la verdad sobre el atentado sonaron ridículamente inverosímiles, pero la "tropa" legislativa "K" siempre vota lo que le mandan.
La segunda circunstancia adversa fue su enfrentamiento con gran parte del Poder Judicial. Su administración y hasta su familia están bajo la lupa de la Justicia. Abusando de una lógica primaria cree que podrá salir del mal trance si ubica a fiscales y jueces amigos antes de finalizar su mandato. Pero para lograrlo necesita que jueces en funciones aprueben la maniobra, algo que no está ocurriendo. Peor aún. Solo consigue enconar a los funcionarios judiciales que hasta hace poco no se animaban a fallarle en contra.
Entre los enconados puede contarse al fiscal Nisman quien dice tener grabaciones de los ex piqueteros D"Elía y Esteche y del diputado camporista Larroque negociando el pacto con los iraníes. Cambiando petróleo por impunidad. Si esas grabaciones existen, el deterioro del gobierno escalará.
La Presidenta no sólo se puso a los jueces en contra, sino que no dejó error por cometer. Si su interés era -como sospecha Nisman- conseguir petróleo sin necesidad de desembolsar dólares, lo hizo pésimo, porque Irán no avaló el acuerdo. La peor "realpolitik" es la que no se hace realidad.
Pero los errores no pararon ahí. De acuerdo con el fiscal, el gobierno montó un negociación en las sombras y la dejó en manos de piqueteros cuya única "expertise" conocida es cortar calles y tirar piedras a la policía. Encargar a elementos de choque una gestión "diplomática paralela" sólo podía terminar como terminó: con un escándalo.
A lo que hay que añadir otra hecho negativo: el desastroso manejo de los servicios de inteligencia que terminó provocando una lucha interna a la que ahora el kirchnerismo quiere atribuir todas sus desventuras. Pretende que el fiscal actúa bajo órdenes de espías enemigos del gobierno desplazados recientemente o que es un títere de la embajada de los Estados Unidos. Ni se molesta en responder las acusaciones contra la Presidenta y el canciller. Se levanta del banquillo de los acusados y pretenden ocupar el estrado del fiscal. De victimario quiere transformarse en víctima, algo muy "K".
Mientras lo hace potencia, además, el escándalo. Dice que mañana los diputados del oficialismo concurrirán a una reunión con Nisman "con los tapones de punta", es decir, a sumar escándalo al escándalo. En el "mundo del revés" que funciona desde 2003 en la política nativa el Gobierno fomenta el escándalo, mientras la oposición guarda silencio.
De todas maneras, ninguno de los errores cometidos por la Presidenta hubiera terminado en una acusación penal, si el kirchnerismo estuviese en el apogeo de su fuerza. Tener al frente de los servicios de inteligencia a un Oscar Parrilli no ayuda, pero el desalojo de la Casa Rosada en el corto plazo hace todo más difícil y permite que quienes toleraban sumisamente el poder "K" hasta hace poco se animen ahora a desafiarlo. En época electoral esa tendencia seguramente se acentuará. Lo único que se ignora es si afectará la gobernabilidad.