Meritorio cultivo de un repertorio infrecuente en el teatro Colón

La canción de cámara alemana

Organizado por la Fundación Música de Cámara y la del Colón, y el Instituto Superior de Arte de ese teatro, se ofreció un recital en el que se ejecutaron veinticuatro ‘Lieder’ de Richard Strauss, a cargo, en su totalidad, de músicos argentinos.

R. Strauss. 24 Lieder de los opus 10, 21, 27, 29, 32, 36,, 37, 41, 48, 68. 69 y 72, sobre poemas populares y de Bierbaum, Henckell, Dahn, Mackay, Gilm, Brentano, Heine, Morgenstern, Gruppe, Bodman y Hart. Laura Sangiorgio, Roxana Schiavi y Daniela Tabernig, sopranos, Anahí Fernández Caballero y Milagros Rey, mezzos, Rodrigo Ortiz, tenor, Gabriel Vacas, barítono y Walter Schwarz, bajo. El martes 21, en el teatro Colón.

Pasaron ya las épocas de Hotter y Souzay, de Mattiello y aun de van Damm, entre tantos otros grandes intérpretes de la canción de cámara alemana en nuestro medio, y el abordaje del repertorio en una sesión completa comenzó a tornarse por cierto infrecuente. Sin embargo, en el Colón, quedó de manifiesto que este género de tanta riqueza y belleza mantiene alta adhesión en el público local, habida cuenta de la gran cantidad de gente que se congregó en el Salón Dorado (hubo incluso muchas personas de pie, y el evento había sido poco promocionado).

Organizado por la Fundación Música de Cámara y la del Colón, y el Instituto Superior de Arte de ese teatro, se ofreció en la ocasión un recital en el que se ejecutaron veinticuatro ‘Lieder’ de Richard Strauss, a cargo, en su totalidad, de músicos argentinos, y la velada tuvo en todo momento, con sus más y sus menos, un rango estético de sólida categoría.

EXPRESION RECONCENTRADA

Austeras (aun en sus efusiones), de una plasticidad interior profunda y vigorosa, plenas de pliegues expresivos, la lograda exposición de las composiciones del autor de ‘El Caballero de la Rosa’ se debe esencialmente a la labor del maestro Guillermo Opitz, enseñante excepcional en esta materia, tanto en el plano vocal como en el estilístico (Opitz fue incluso el artífice de los ciclos dedicados a Mahler y Schubert el año pasado y éste). 

En lo que hace a los solistas vocales, puede decirse que Laura Sangiorgio acreditó acentos cristalinos y flexibilidad; Anahí Fernández Caballero, sin perjuicio de su estimable temperamento, debe procurar el fortalecimiento de su columna sonora; Roxana Schiavi tiene que reforzar su zona central; la mendocina Milagros Rey, de buena expansión y fina línea (‘Nacht’), expuso caudal limitado, y el barítono Gabriel Vacas, a despecho de un timbre algo blando y desleído, exhibió una desenvoltura de grata frescura (‘Für fünzehn Pfennige’).

Los cantantes de mayor relieve fueron Rodrigo Ortiz, Daniela Tabernig y Walter Schwarz. El tenor puntano mostró un registro lírico terso, homogéneo, interesantes inflexiones y fraseo (‘Zueignung’). La soprano santafesina, de conocida carrera, lució metal bien armado y proyectado, grato color y potencia (‘Morgen’, ‘Cäcilie’).

En cuanto al bajo, cabe apuntar que puso en evidencia matices acabadamente elaborados, línea pulida y una voz consistente y pareja. 

La faena de todos y cada uno de los pianistas fue de correcto nivel, al igual que la de la violinista Lucía Herrera. Matías Galíndez, Pierre Blanchard y Miranda Herrera se destacaron sin embargo del conjunto debido a su pulcritud y esmaltado toque.