Siete días de política

El problema es económico, pero el gobierno busca terroristas

Alarmada por la caída del consumo y la pérdida de puestos de trabajo, la presidenta se embarcó en una guerra "antibuitre" y antiestablishment. Lo que no se sabe aún es cómo la financiará.

Desde que fracasó la negociación con los "holdouts" la presidenta Cristina Fernández no ha dejado de recibir malas noticias. Durante la última semana fueron por lo menos dos. La primera, que esos acreedores buscarán fondos embargables del empresario Lázaro Báez, cuyos intereses se vinculan con los de los Kirchner, lo que amenaza con convertirse en otro escándalo mayúsculo; y la segunda, que una importante imprenta de capitales norteamericanos fue a la quiebra dejando en la calle a 400 trabajadores.

Ambos novedades resultaron demasiado para la jefa de Estado que el jueves lanzó una campaña "antibuitre" y antiestablishment desde el atril de la Casa Rosada. Tanto era su enojo que hizo pensar en una inminente "chavización" de la economía, aunque la reacción no pasa, por ahora, del terreno de la oratoria.

¿Quiénes fueron elegidos en esta oportunidad como los enemigos del pueblo? Los mismos empresarios que hasta no hacía mucho formaban parte de la "burguesía nacional" y hacían cola en la puerta de Balcarce 50 para aplaudir cada discurso que ella pronunciaba. Se los amenaza con una legislación intervencionista para obligarlos a bajar precios y producir los bienes -sean rentables o no- que les exige el poder político. Una vez más un gobierno peronista confunde las leyes de la economía con las del Código Penal.

En esta oportunidad, sin embargo, hubo una novedad: la presidenta echó mano a la Ley Antiterrorista para amenazar a una imprenta de capital internacional que fue a la quiebra. Créase o no, acusa a sus dueños de autoinfligirse una pérdida millonaria con el solo propósito de sembrar el pánico entre los argentinos. Según ella, se trata de hombres de negocios que se dedican a dinamitar sus empresas para escarmentar a un gobierno progresista y transgresor, empeñado en redistribuir la riqueza.

Para justificar esa hipótesis denunció una conspiración que calificó de "entramado mafioso internacional". Ese entramado maneja las finanzas mundiales y no le perdona a su gobierno que haya elegido el camino del desendeudamiento. Se trata, sumariamente, de algo parecido a la vieja "sinarquía" internacional de la que hablaban el último Perón y López Rega en los años 70.

Pero las dificultades actuales tienen poco que ver con una conjura imaginaria y más con hechos prosaicos como la inflación, la recesión y el desempleo. Son la baja del consumo y la destrucción de puestos de trabajo lo que realmente alarma a la presidenta por sus potenciales consecuencias de inestabilidad social y protestas callejeras. Se trata de amenazas reales y no se resuelven con la reforma de la legislación penal.

El problema es el déficit de las cuentas públicas que aumentó casi el 300 por ciento en un año, el gasto que subió muy por encima de la inflación y la recaudación que aumentó menos de la mitad del gasto. Para financiar semejante desborde la única herramienta en la que confía el ministro Axel Kicillof es la emisión, un remedio probadamente peor que la enfermedad.

Resultó llamativo en este trance el silencio de los gobernadores peronistas y la prudente distancia que mantuvieron de la campaña "patria o buitres" con la que la presidenta aspira convertirse en custodio del orgullo, la soberanía y la dignidad nacional. Su insistencia en que nunca permitirá que los buitres pongan "de rodillas" a la Argentina fue oida en silencio por el peronismo que nada quiere saber de cruzadas heroicas a un año de las presidenciales. En contraste con la prudente actitud de esos caciques el Luna Park fue colmado por cristinistas como Bonafini, Larroque y D"Elía que no tienen destino sin la presidenta. En ese acto no hubo precandidatos peronistas.

El conflicto con los "buitres" ha funcionado como un corset para el gobierno. Con cada vez menos espacio de maniobra optó por radicalizar su discurso, pero sigue sin resolver la cuestión de fondo: cómo mantener la economía a flote hasta el 10 de diciembre de 2015 con la tendencia actual al deterioro de las variables macroeconómicas. Se embarcó en una guerra sin haberse asegurado antes el financiamiento. Raro en una persona que debería saber que con el poder político se puede hacer muy buenos negocios, pero no se puede cambiar las reglas de la economía.