Un éxito que no cambia nada

Las consecuencias prácticas del paro resultarán nulas. El Gobierno continuará con el ajuste ortodoxo, los salarios y las jubilaciones perderán más poder adquisitivo con el tarifazo y el desempleo aumentará. Pero eso nada tiene que ver con el paro, porque no fue una medida reivindicativa, sino una herramienta de posicionamiento político. A esta altura discutir si un paro general es político o no es una banalidad

El paro de ayer fue exitoso si se lo mide por el nivel de inactividad. Con el transporte público ausente y el privado bloqueado por los piquetes las calles estuvieron casi vacías. 

El sindicalismo opositor y los piqueteros le hicieron al Gobierno una llave paralizante. Los poderosos "gordos" de la CGT lo miraron por TV. Quedó demostrado así que su apoyo en la calle vale cero. Esos son los hechos desnudos. 

¿Cuáles son sus causas y cuáles sus consecuencias? Las consecuencias prácticas resultarán nulas. El Gobierno continuará con el ajuste ortodoxo, los salarios y las jubilaciones perderán más poder adquisitivo con el tarifazo y el desempleo aumentará. 

Pero eso nada tiene que ver con el paro, porque no fue una medida reivindicativa, sino una herramienta de posicionamiento político. A esta altura discutir si un paro general es político o no es una banalidad. 

Los posicionamientos, sin embargo, terminaron siendo confusos porque la necesidad crea extraños compañeros de lecho. La agencia Télam, por ejemplo, puso a Mauricio Macri en su servicio porque criticó el autoritarismo del piquete. Por otra parte, los trotskistas terminaron pegados a Moyano y Barrionuevo. 

Quien mejor expresó esa anomalía fue el ferroviario Rubén "Pollo" Sobrero, un personaje llamativo de la picaresca gremial que confesó su "asco" por compartir la trinchera con el dirigente gastronómico. 

En pocas palabras, desde hace rato se sabe que el oficialismo es un cambalache de dirigentes reunidos a fuerza de fondos públicos. Ese cambalache fue replicado ayer por la oposición. De todas maneras Moyano salió fortalecido, aunque nada autoriza a pensar que ese fortalecimiento podrá mejorar su futuro político.

Otro dato relevante fue que la atomización del sindicalismo no impidió la parálisis general. El Gobierno dividió a los dirigentes para someterlos más fácilmente, pero una CGT minoritaria paró el país, a lo que hay que agregar que el éxito de su medida tendrá efecto sobre los reclamos salariales.

Más allá de las peleas de facciones lo que se percibió fue la falta de control. En los subtes, por ejemplo, los "metrodelegados" que no querían parar porque reportan al kirchnerismo fueron desbordados por los afiliados. El Gobierno miró sin intervenir. Tampoco pudo desalojar los piquetes, porque su legitimidad no da para tanto. El poder se diluye y hoy no se sabe bien dónde está. Sólo se sabe que la oposición es impotente y que el Gobierno no tiene otra meta que la autopreservación.