Noelia Petti cruzó a nado el río de la Plata

Haciendo historia con brazadas, patadas y un corazón enorme

Profesora de Educación Física y cuarta en el ranking mundial de aguas abiertas, unió la ciudad uruguaya de Colonia con la de Punta Lara, en nuestro país. La trama de una hazaña que enlazó un desafío deportivo con una causa solidaria.

 

María Cristina se acerca con un toallón blanco, como si la nena acabara de salir de la ducha. Tiene lágrimas en los ojos. No puede contener el llanto. No puede hacerlo. En realidad, no quiere. La nena se funde con ella en un abrazo que despierta ternura. Noelia Petti, la niña en cuestión, es una mujer de casi 40 años que no está terminando de bañarse, sino que emerge del agua luego de haber consumado una proeza: cruzar a nado el río de la Plata. Y Noe seguramente también llora, mientras pasa de los brazos de su mamá a los de su padre, sus hermanos y sus amigos. Después se le ilumina el rostro con una sonrisa cuando, con timidez, recibe el aplauso de las 400 personas que se amontonan en el Mirador Costero de Punta Lara-Ensenada para presenciar el punto final de su hazaña.

El reloj marca las 17.50 del domingo 9 de marzo de 2014. La fecha queda marcada a fuego en la vida de Petti, una profesora de Educación Física que hace más 15 años se entregó en cuerpo y alma a la natación de aguas abiertas.  Atrás quedaron las 12 horas y 4 minutos en las que, brazada tras brazada, patada tras patada, avanzó en el río más ancho del mundo para unir los 40 kilómetros que separan a Colonia del Sacramento, en Uruguay, de Punta Lara, en nuestro país.

“Me paralicé. No lo podía creer… Me hacía acordar cuando era chiquita, cuando me iba a bañar y mi mamá me sacaba del baño con la toalla. ¡Fue relindo! Me emocionó mucho, todavía me sigo estremeciendo por el cariño de la gente. Veía a todos emocionados, tirando cohetes, la banda que tocaba música para acompañar mi llegada… Fue soñado… ¡Recontra mejor de lo que me imaginaba!”. Noelia le cuenta a La Prensa sus primeras sensaciones tras abandonar las aguas marrones del río de la Plata.

La emoción se les escurre de los labios, pero rápidamente retoma la concentración que la acompañó durante esas interminables 12 horas, y narra cómo vivió su aventura: “Durante el cruce estuve muy abocada a lo que era mi físico. Había momentos en los que pensaba en toda la gente que me estaba esperando. Desde ya lo tenía en la cabeza, pero recién cuando llegué pude percibirlo y me llegó al fondo del alma. Lo que venía sintiendo, el dolor de hombros, el agotamiento, ya no le sentí más”.

Se permite abandonar nuevamente su habitual mesura para confesar la emoción que le causó ver a quienes se había acercado para presenciar su arribo a las costas argentinas, a compartir ese momento con sus amigas Andrea, Mariela y Vivi y tener al alcance de los ojos la bandera de Brown de Adrogué -su club- flameando para darle la bienvenida.

Pero más allá de la exaltación momentánea que se atreve a liberar, siempre regresa a su tono calmo, a su espíritu analítico que la lleva a desentrañar el porqué de todo, la razón que justifica cada movimiento que realiza en ese manto líquido con el que convive durante gran parte de sus días desde hace tantos años.

“Estaba concentrada en el agua, más allá de que la motivación que tenía era enorme por saber que me estaban esperando. La concentración era intensa porque mi mente estaba focalizando la llegada. El gran motor era llegar y cumplir el objetivo. Si del primero momento pienso en la llegada, seguramente no llego, porque me agoto. Me concentré en cada brazada para lograr lo que quería”, comenta con la certeza de que cada instante de esas 12 horas y 4 minutos de travesía se encontraba plenamente justificado en las arduas sesiones de entrenamiento a las que se sometió en la pileta de Brown.

- ¿Cómo te trató el río de la Plata?

- Bastante mal. En el momento no me di cuenta. Estaba tan convencida de lo que hacía que cuando más tarde vi las olas que había, me pregunté: ¿cómo nadé en ese río? ¡No sabés lo que fue en el puerto de Colonia! El día anterior, seguramente habría hecho diez horas o menos. El río era una pileta. Hablaba con gente de  Uruguay y nadie podía creer que no hubiera viento. El domingo me levante a las 3 para desayunar. Había tanto viento en el puerto que no podíamos ni hablar. Los barcos chocaban entre sí. Me preguntaban si estaba segura de salir a nadar. Los de mi equipo no me decían nada para no influir negativamente, pero yo estaba segura de lo que iba a intentar. Los de Prefectura me decían que el tiempo estaba muy malo… El semirrígido que me acompañaba no me podía llevar ni siquiera al sector en el que tenía que largar. Me paré como pude y me tiré de panza sin saber si había piedras o agua porque no veía nada. Así fue la primera hora y media. Oscuridad total y viento. Después salió el sol al amanecer, pero el viento no nos dio tregua ni un segundo. La gente de las embarcaciones de apoyo vomitaba… ¡La médica que tenía que controlar mi estado estaba verde de descompuesta! Para ellos era duro porque se movía mucho el mar. Imaginate lo que era para mí nadando… La verdad que el río me trató mal, no me tuvo piedad. Lo bueno es que el viento no sopló del sur, fue siempre del norte. Llegué con una nube muy negra y parecía que se me largaba a llover arriba de la cabeza. ¡Y todavía me quedaban cinco kilómetros! Yo decía, ¡no me van a sacar ahora por favor!

- ¿En ese momento pensaste que tu esfuerzo se moría antes de llegar a la orilla?

- No. Nada más fue la preocupación por la nube que tenía en la cabeza. El cielo tan nublado me hizo preocupar mucho. No me alarmaba mi estado físico ni tuve ganas de abandonar. Sólo me preocupé un poco por el clima.

El cruce que efectuó Noelia constituye una gesta reservada para pocos, pero en su caso adquiere una dimensión mayor porque, venciendo esas tempestuosas aguas color león, no se desvió del trayecto previsto y unió Colonia con Punta Lara de la forma esperada, sin verse arrastrada por esa bestia traicionera que no respeta cursos predeterminados ni sueños por cumplir. “Eso es re difícil y por eso digo que se dio todo a la perfección. Podría haberlo hecho y quedar registrado mi cruce, pero saliendo en La Plata, San Fernando, Quilmes o donde me llevara la corriente. Pero no: salí donde estaba pautado, sin dar un paso de más. Eso fue mérito de mi equipo. Yo me dediqué a nadar, que es muy importante, pero si te guían mal todo se puede frustrar en un segundo”, indica y desliza una infidencia que pudo haber representado el fracaso de su empresa: “Si llegaba una hora más tarde, no sé si hubiera podido terminar el cruce porque el río bajaba muy rápido y me tiraba para abajo”.

Perfeccionista al extremo, le encuentra un pero a su faena: “Si bien estoy conforme, como en el río de la Plata es raro que no sople viento, me dio bronca que el sábado no hubiera viento. Si me hubiese tirado ese día, tal vez salía todo mejor. Pero estaba previsto todo para el domingo. Me conozco. Sé que mi ritmo de nado es de algo más de 4 kilómetros por hora, pero acá me dio 3,5”. Con precisión científica acota que en una carrera emplea 76-78 brazadas por minuto y hasta admite una falencia técnica que naufraga ante su amor propio y la potencia de su decidida cabeza. “Hay nadadores que necesitan menos brazadas. Eso tiene que ver con la técnica. Ellos deslizan más. A mí me resulta más tirar brazadas que hacer más fuerza al empujar con mayor energía en cada movimiento”.

La meta de Noe -que puede golpearse el pecho con orgullo gritándole a quien quiera escucharla que figura cuarta en el ranking mundial de su especialidad-, no se reducía sólo a anotar su nombre en el selecto grupo de cultores de la natación de aguas abiertas que cruzaban el charco. También se adentró en el río para recaudar útiles para la Casa del Niño Emaús Burzaco, una asociación civil sin fines de lucro que desde 1971 lucha contra las causas de la exclusión social.

- ¿Qué significó para vos hacer realidad el cruce?

- Varias cosas. Los dos objetivos que me planteé los pude cumplir. Quería demostrar que a través de este cruce, por el significado de nadar tantas horas con tanto esfuerzo, en condiciones adversas, se puede dar un ejemplo de lo que fue mi carrera, mi trabajo de tantos años… que la gente vea eso plasmado en este cruce y lo valore. Y también la gran ayuda y difusión que le pude dar a Emaús Burzaco, y que la gente conociera una institución con la que estoy ligada desde hace mucho tiempo, desde chiquita. Me parecía una buena manera de colaborar y por eso digo que se cumplieron los dos objetivos.

Con timidez intenta justificarse diciendo que “soy la misma de antes de tirarme al río. Siento que esto significó un reconocimiento a mi vida deportiva, aunque confieso que me sorprendió que me reconozcan tanto ahora, cuando vengo haciendo esto desde hace 15 años. Tal vez lo lindo es que ahora la gente lo pudo ver, pudo entender lo que representa esta actividad. A veces nado en una competencia en Canadá durante diez horas y estoy sola. Siento que es algo que tenía que dar, que Dios quiso que fuera ahora. Lo esperé mucho y estoy muy contenta”.

Ya no está mama María Cristina envolviéndola con el toallón. El río de la Plata quedó a sus espaldas luego de bañar su cuerpo durante más de 12 horas. Noelia Petti hizo realidad un sueño por una causa noble dejando el corazón en cada brazada.