MIRADOR POLITICO

El único presentable

La salud de la Presidenta es sólo uno de los problemas que jaquean al Gobierno. El papelón de Juan Cabandié que dejó expuesto también a Martín Insaurralde complicó el tramo final de la campaña electoral del kirchnerismo. Sólo Daniel Scioli, el mismo al que maltrataron de todas las formas posibles, surge como la única figura destacable para transición que se avecina.

 

Los problemas del Gobierno no se limitan a la salud de la Presidenta. El papelón de Juan Cabandié que salpica a Martín Insaurralde en el último tramo de la campaña confirma los errores cometidos por Cristina Kirchner a la hora de elegir dirigentes. Boudou debe ser ocultado, mientras que Cabandié le arruinó la eventual mejoría que podía conseguir gracias a la solidaridad despertada por su accidente. Para peor, el impacto es más fuerte en los dos distritos de mayor peso electoral: Capital Federal y la provincia de Buenos Aires.

A esta altura de su gestión el único dirigente presentable que le queda es Daniel Scioli, víctima de sus ataques, maltrato, desaires, maniobras de desgaste, desfinanciamiento deliberado y amenazas destituyentes. De él depende el kirchnerismo. Una paradoja de la que improbablemente saque alguna enseñanza quien habla continuamente de decisiones "estratégicas", pero que a la hora de decidir lo hace de acuerdo con su humor del momento para sorprender o irritar a la oposición o a sus críticos. Piénsese, si no, en los Kicillof, los Moreno o los Recalde que no pegan una desde hace rato, pero que igual son sostenidos con un costo político hoy a la vista en todas las encuestas. La combinación de ineficacia y soberbia de los funcionarios la termina pagando todo el oficialismo, aunque los derrotados en las urnas sean los candidatos.

A la impericia de la Presidenta para elegir candidatos y colaboradores se añade otro problema para todo el oficialismo. Gobernadores, intendentes, legisladores y gremialistas "K" están ansiosos por saber si su enfermedad puede tener consecuencias negativas sobre la transición. Quieren saber cómo volverá al cargo después de un segundo problema serio de salud. Del primero -la extirpación de la tiroides- volvió recargada en febrero de 2012. Profundizó el cepo, el estatismo y el vamos por todo. Se radicalizó en la esperanza de un "Cristina eterna" apoyada en el 54% de votos que había sacado apenas tres meses antes.

Hoy, en cambio, sus propios adherentes esperan otra cosa. Sin re-reelección, con la economía deteriorada y a las puertas de una nueva derrota electoral, temen que comience a alejarse anticipadamente del poder. Que deje que Scioli e Insaurralde carguen con el peso de la previsible derrota y que su sucesor haga el ajuste que ya pide a los gritos la economía.

El reclamo de sus hijos que temen por el desgaste que le está causando el estrés de gobernar es hoy la mayor incógnita para todos los dirigentes oficialistas que dependen de ella. Algunos ya lo exteriorizan públicamente. Scioli fiel a su optimismo invencible conjuró ese temor vaticinando: "Siento que va a poner lo mejor de ella para que el país en estos dos años vaya resolviendo la mayor cantidad de problemas y la Argentina quede en óptimas condiciones para que quien tome la posta pueda tener un país desendeudado, pujante en lo productivo, inclusivo en lo social, ordenado". Descartó también cualquier sobresalto económico en los próximos dos años. No podía ser más claro, aunque sin duda habló de sus esperanzas antes que de las condiciones reales en las que se desenvolverá la transición.