LOS PLANES DE AUSTERIDAD FUERZAN LA RECONVERSION COMPETITIVA DE LA PERIFERIA DEL BLOQUE

El lado bueno de la crisis europea

Solo el impacto psicológico de la recesión permitió romper con la perniciosa idea de que existen derechos inalienables a recibir beneficios sociales. Los países mediterráneos empiezan a cuestionar los excesos del pasado.

POR WALTER MOLANO *

La Unión Europea es un concepto edificado sobre la esperanza. Surgió de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial y de los otros conflictos que arrasaron el continente. Fue esbozado a partir de los ideales románticos paneuropeos fijados por Beethoven y Rousseau. La comunidad se embarcó en costosos planes de infraestructura que anudaron sus naciones en un formato común. Fráncfort, Bruselas y París pusieron en marcha los marcos físicos, regulatorios y legales para convertirse en las capitales continentales de las finanzas, la política y la industria.

Sin embargo, justo cuando la moneda común había entrado en vigor, los planes de una mayor integración quedaron atrapados por la oleada de dinero barato que llegó en avalancha de Estados Unidos y se filtró a la City de Londres. Un aluvión sin precedentes de lasitud monetaria tras el derrumbe de las puntocom, los temores generados por el defecto del milenio y el declive provocado por los atentados del 11-S inundó el planeta con capitales baratos. Al igual que buena parte del mundo, el continente se embarcó en una orgía de consumismo y dispendioso gasto social. Los gobiernos europeos perdieron sus restricciones fiscales y el deseo de convergencia competitiva. Se concentraron en cambio en una competencia por la prosperidad, en la que cada país trató de maximizar la apariencia de pujanza, a pesar de que la habían logrado a través del crédito barato.

Dado que los países periféricos eran los más retrasados, fueron ellos los que acumularon mayores deudas. Pronto iban a descubrirse atrapados en una ineludible trampa de endeudamiento.

AUSTERIDAD QUE AYUDA

Por eso los planes de austeridad fueron los elementos más importantes para romper la perniciosa idea de los beneficios adquiridos. Muchos economistas han rechazado con vehemencia el ajuste fiscal impuesto en buena parte de la eurozona, especialmente en los países más golpeados por el declive económico. Sostienen con razón que la austeridad no hace más que complicar las cosas, pues obliga a las economías a contraerse aun más y a exacerbar los indicadores de deuda. Subrayan que las políticas estatales deberían ser anticíclicas, para dar un respiro a la demanda agregada mientras el sector privado atraviesa un proceso de ajuste.

Los argumentos son correctos, pero no atienden los beneficios psicológicos que provocó la recesión. Uno de los principales problemas que afronta Europa es el arraigado concepto que tiene su población del derecho inalienable a privilegios con los que que nadie más cuenta en el planeta, como licencias por maternidad, subsidios al desempleo y derechos jubilatorios. Enormes recursos financieros fueron asignados a oscuros programas culturales en idiomas y dialectos extintos.

Lamentablemente ha habido una resistencia general a reducir beneficios y costos tras el impacto de la recesión. De no haber sido por los planes de austeridad, la población general no habría avanzado para limitar los excesos. Ahora se extiende por el continente un cambio de opinión, particularmente en la periferia. Todos los días los noticieros de Italia, España y Portugal destacan los abusos comunes que se cometían con subsidios y programas.

Del mismo modo está cambiando el eje de muchas empresas pequeñas y medianas de la periferia. Mientras que las Pymes italianas y alemanas se destacaban por buscar mercados y clientes en el exterior, sus colegas españolas y portuguesas se contentaban con los mercados de sus propios países. Pero la crisis económica, que fue exacerbada por los planes de austeridad, las hizo mirar al exterior para mantenerse con vida. Esos cambios psicológicos solo podrían haberse producido gracias a la recesión y la austeridad.

Ahora Europa está sembrando las semillas de una recuperación competitiva, según la cual las empresas podrán ganar porciones del mercado a partir de la calidad de sus productos y la reducción de costos. Los estados europeos serán más delgados, y sus trabajadores, más productivos. Dotada de una de las fuerzas laborales mejor preparadas del planeta, Europa se mantendrá en la avanzada de la innovación, el diseño y la producción.

El fin del auge del crédito también permitirá que el continente vuelva a su objetivo inicial de mayor integración económica, financiera y política. Ahora que la manguera del dinero barato ya no bombeará desde Estados Unidos y sus diferentes entidades financieras, Londres perderá importancia como centro financiero de Europa. Ello permitirá que Fráncfort ocupe el lugar que le corresponde como centro de las finanzas y los bancos continentales.
Con las manos libres, Europa florecerá para convertirse en uno de los polos económicos del mundo, solo comparable a Estados Unidos y China.

* Economista de BCP Securities.