"La noche del ángel", con sensibles actuaciones de Luppi, Susana Hornos y Nehuen Zapata

Oscuros secretos familiares

La puesta en escena de Federico Luppi, en su doble papel de protagonista y director, se apoyó en el valor que el autor le otorgó a las palabras, en sus resonancias, crudas, poéticas, las que parecen ir arrinconando a los personajes hacia una recta en la que cada uno debe asumir sus propias responsabilidades como hijos, o padres.

"La noche del ángel", de Furio Bordón. Dirección: Federico Luppi. Escenografía y vestuario: Nicolás Nanni. Iluminación: Iván Nilson. Actores: Susana Hornos, Nehuen Zapata y Federico Luppi. El Picadero (Pasaje Discépolo 1857), domingo 17.

La pieza del italiano Furio Bordón aborda el tema del incesto y el abuso familiar y lo hace a través de tres personajes: un hombre mayor, que es actor, su hija psicóloga y un chico, paciente de la mujer.
En "La noche del ángel" sólo el personaje de la mujer, es mencionado por su nombre: Ana (Susana Hornos). El adulto es el "Padre" (Federico Luppi) y al joven, se lo llama el "Adolescente" (Nehuen Zapata).
Ambientada en el living de la casa de Ana, la hija; hasta ese lugar llega el "Padre", él que en ausencia de ella, mientras la espera, se pone a ensayar una escena de "Ricardo III", de Shakespeare, hasta que la mujer irrumpe en escena.

UN DUELO VERBAL
En la última parte de la obra, ingresa el "Adolescente", acompañado de un muñeco vestido de Pierrot, al que le cuenta, como si fuera un amigo, cómo fue su vida junto a esos padres que lo maltrataron hasta límites imprevisibles.
En la primera parte, el autor construye una especie de duelo verbal, implacable, ácido y doloroso, en el que el "Padre" y su hija, se culpan uno al otro de situaciones del pasado, ligadas a la etapa de la infancia de la chica.
Ana culpa a su padre de su irresponsabilidad como adulto, como padre. Le dice que confunde el mundo del escenario, con la realidad. El padre cuestiona la interpretación psicológica que su hija hace de lo que considera abuso familiar. Mientras Ana levantando el tono de voz, le afirma que siempre son los adultos, los padres, los causantes del dolor en los hijos.
Poco después cuando El adolescente ingresa al escenario, el tema parece redondearse porque adquiere el valor del "testimonio directo" y simbólico de una de las víctimas.

CAJA DE SORPRESAS
El texto de Furio Bordón es una contínua caja de sorpresas, que va desmenuzando los secretos familiares, como si fuera un detective que va exponiendo las pruebas ante la mirada del espectador.
La puesta en escena de Federico Luppi, en su doble papel de protagonista y director, se apoyó en el valor que el autor le otorgó a las palabras, en sus resonancias, crudas, poéticas, las que parecen ir arrinconando a los personajes hacia una recta en la que cada uno debe asumir sus propias responsabilidades como hijos, o padres.
Este regreso de Federico Luppi a la escena porteña resulta admirable en su sensibilidad y matices actorales y recuerda al protagonista de "El vestidor" de Ronald Harwood, que él mismo representó en 1997. Susana Hornos y Nehuen Zapata aportan muy sólidos recursos interpretativos a sus papeles de Ana y el "Adolescente".