¿Estamos viviendo en el siglo de China?

Un nuevo libro explora fortalezas y debilidades del gigante. La característica "extractiva" de la economía asiática limita su capacidad de igualar en ingresos e innovación a sus rivales de Europa y Estados Unidos, sostiene uno de los autores de "Por qué fracasan los países".

POR MARSHALL INGWERSON

¿Será este el siglo de China? Buena parte del siglo pasado fue de la Unión Soviética. Esa es la lección de la historia según Daron Acemoglu, economista del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y coautor de Why Nations Fail (Por qué fracasan los países) junto con el experto en ciencia política de Harvard, James Robinson. El estudio que hicieron del auge y caída de las economías en todo el mundo a lo largo de la historia los lleva a la conclusión de que China encontrará su límite cuando su nivel de riqueza por persona llegue a cerca de la mitad del de Estados Unidos y Europa occidental.

Ahora China se halla en camino de tocar, a fines de 2020, la tercera parte del ingreso per cápita de Estados Unidos y alrededor del 40% del nivel estadounidense en el decenio de 2030. A partir de allí resultará muy difícil que consiga avances siendo una economía de imitación, es decir, de las que importan sus innovaciones desde el exterior.

LLEGAR AL TECHO

Una buena analogía con la China de hoy es la Unión Soviética de mediados del siglo XX, cuando estaba impulsando su economía agraria a la era industrial y figuraba entre los países con más crecimiento del mundo. Hizo lo que pudo para adoptar las afianzadas prácticas industriales de Occidente, y luego, en los años setenta, se quedó sin energía. Llega un momento en que la fruta que estaba al alcance de la mano desaparece.

"Sin dudas China puede conseguir más crecimiento pero en algún punto ya no podrá continuar, a menos que empiece a renovar sus propias tecnologías para hacer las cosas con más eficiencia y haga innovaciones en productos que atraigan a consumidores en su país y en el exterior", explica Acemoglu.

Lo que limita el horizonte de China es en gran medida lo que limitó a los soviéticos a mediados del siglo XX. Ambas son economías de las llamadas "extractivas" dirigidas en beneficio propio por reducidas elites políticas. Esas economías no hacen innovaciones porque la innovación implica dejar que surjan nuevos ganadores que desplacen a los anteriores a través de la competencia. La economía china está dominada por grandes empresas estatales, dirigidas a menudo por familiares de los funcionarios partidarios de alto rango.

Acemoglu no cree que China pueda convertirse en una economía innovadora sin que al mismo tiempo abra la política a una verdadera competencia. "Creo que la conducción del Partido Comunista está preocupada, pero tal vez confía que puede hacerlo", opina. Además, la presión popular siempre puede forzar reformas políticas, pero no queda claro que el descontento sea tan generalizado. Y por otra parte, la elite podría volverse "incluso más rapaz" en su asfixia de la economía. Acemoglu cree que si Bo Xilai hubiera seguido ascendiendo en el partido habría podido llevar a China en ese camino.

"Considero que el país tiene un enorme potencial y que ha logrado mucho en treinta años -dice Acemoglu-. Era el país con la mayor cantidad de personas debajo de la línea de pobreza y se ha transformado hasta ser dominado por la clase media".

"Pero eso no ocurrió por una directiva de que China debía producir más. Lo intentaron y no funcionó. Tampoco sucedió porque el Partido Comunista ajustara su dominio o cambiara de opinión respecto de cuál era el mejor camino para el país, aunque eso pasó con Deng Xiaoping. Cambió porque en los años ochenta hubo grandes modificaciones en los incentivos a la agricultura".

EL CASO NORTEAMERICANO

En el libro Acemoglu se plantea si también Estados Unidos podrá quedar atrapado en manos de elites que al proteger sus intereses terminen por sofocar la innovación y el crecimiento económico.

"Estados Unidos es altamente innovador y no muestra una tendencia a dejar de serlo -acota el autor-, pero creo que hay indicios preocupantes en cuanto al pluralismo político".

Un ejemplo de ello es el poder político del sector financiero, tal como lo demuestra la habilidad con la que atravesó el último colapso sin los cambios significativos en las normas que suelen seguir a ese tipo de crisis.
"La crisis financiera vino y se fue, hasta cierto punto, pero la organización y la influencia problemáticas del sector financiero no han desaparecido", agregó.

Acemoglu señala que para que una economía se vuelva "extractiva", es decir, controlada por un grupo para su propio beneficio, dicho grupo primero tiene que consolidar su poderío político.

Una lección histórica para Estados Unidos es la república veneciana en la Edad Media. En aquel entonces las familias acaudaladas se las ingeniaron para negar poder político a los recién llegados y excluirlos de la economía. De ese modo, sostiene Por qué fracasan los países, "Venecia se convirtió en museo".

"En Venecia -explica Acemoglu- las cosas empezaron a ir mal no cuando aumentó la desigualdad económica sino cuando creció la desigualdad política: cuando un grupo en particular de mercaderes selló el sistema y empezó a monopolizar el poder político".