Siete días de política

El gobierno marcha imperturbable entre los escándalos y el relato

La salida de presos peligrosos de la cárcel para concurrir a actos del kirchnerismo no perturbó a la presidenta que terminó la semana haciendo la apología del desendeudamiento.

Para cualquier observador externo la Argentina nunca dejará de ser un misterio insondable. En 2002 su dirigencia festejó de pie el repudio de la deuda pública como un acto de soberanía y diez años más tarde volvió a festejar, pero esta vez al gobierno que la paga, alegando razones de liberación nacional.

Esa fue la idea básica del discurso de la presidenta Cristina Fernández ante el "establishment" reunido en la Bolsa el jueves último. Allí anunció el pago del bono Boden 2012 y aprovechó la ocasión para volver a la carga con las bondades del "modelo".

Un modelo que permitió a la economía crecer a buen ritmo, pero que desde 2008 da claras señales de agotamiento -déficit, escasez de dólares, inflación al borde del descontrol- y reclama a gritos un "reseteo".

En forma paralela a los problemas con las variables macro se está comenzando a registrar una serie de escándalos que habla también de agotamiento, pero del modelo político. En los últimos días saltó a la tapa de los diarios la actividad de un grupo oficialista -el "Vatayón militante"- que recluta presos para el kirchnerismo, con la excusa de "reinsertarlos" en la sociedad mediante actividades "culturales".

Generó conmoción la detección de un homicida notorio amenizando un acto oficialista a pocos días de haber oido la condena de la Justicia por el asesinato de su esposa. Pero la proverbial gota que desbordó el vaso fueron las imágenes del director del servicio penitenciario -fervoroso militante "K"- confraternizando con un violador y homicida convicto.

En otro acto, en este caso con dirigentes de clubes de fútbol, la presidenta no sólo no condenó la violencia en los estadios, sino que declaró su admiración por los denominados "barrabravas", a los que pretendió confundir con hinchas comunes, cuando a nadie escapa que forman asociaciones ilícitas con protección de la dirigencia.

Tantos errores hablan no sólo del descontrol de sectores del oficialismo, sino también de una comprobable lejanía de la realidad. Si bien el apoyo o el rechazo al gobierno dependen en primer lugar de la marcha de la economía, la desaprensión con la que se maneja una cuestión clave como la de la seguridad sólo puede desgastar a la presidenta, en particular frente a la clase media, muy sensible a la prédica de los medios sobre la violencia delictiva y la impunidad que garantiza la cercanía al poder político.

En este marco se esperaba que la presidenta recuperase la iniciativa en su presentación ante la Bolsa de Comercio con el anuncio de alguna medida para reactivar una economía que se enfrió bruscamente, pero no ocurrió tal cosa. Utilizó la tribuna que convocó a empresarios de primera línea junto con "militantes" que fueron a aplaudirla porque jugaba de visitante, para justificar el pago de los Boden 2012 que, por otra parte, el gobierno no estaba en condiciones de refinanciar, porque nadie le presta a tasas razonables.

En otras palabras, en épocas de vacas flacas en las que piensa hasta en aumentar nuevamente las retenciones a la soja porque el déficit es monumental, debió usar reservas, porque el país continúa en condición de deudor no confiable.

El costo de pagar en lugar de refinanciar es alto en términos económicos, algo de lo que, por supuesto, el relato no da cuenta. Según estimaciones independientes en el último año el Central emitió 35 mil millones de pesos para financiar el déficit del Tesoro y unos 25 mil millones para comprar dólares con los que restituir las reservas usadas en el pago de la deuda.

Con semejante nivel de emisión, lo que queda claro es que la deuda se está pagando con inflación, lo que perjudica a los sectores más desprotegidos o con ingresos fijos. En suma, otra paradoja difícil de explicar para los observadores externos: la deuda no se paga, sino que cambian los acreedores. Cobran los bancos y los fondos de inversión a costa de la descapitalización y el empobrecimiento de quienes sostienen electoralmente al "modelo".