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Cuba: ¿Adiós deshielo?

La cincuentenaria dictadura iniciada por Fidel Castro, tras el reemplazo de éste por razones de salud, en la persona de su hermano Raúl, pareció iniciar una etapa de aparente deshielo.

Sin embargo, ahora, el deceso del disidente Oswaldo Payá y el recrudecimiento de acciones represivas en torno de sus seguidores, aparenta oscurecer los presuntos intentos de deshielo en la isla. Oficialmente exhibida como un mero accidente automovilístico, hay detalles poco claros acerca de las circunstancias del hecho.

Se dice que el vehículo del siniestro habría soportado en la ruta actos intimidatorios por parte de algunos agentes castristas. Estos se habrían desplazado en otro auto accionando, supuestamente, maniobras de desestabilización del transporte en el que iban dos testigos extranjeros, más Payá, el fallecido jefe del opositor Movimiento Cristiano Liberación, y otro disidente, también muerto.

Hasta aquí, el gobierno niega cualquier conspiración, en línea con varias voces no necesariamente conectadas con el régimen de La Habana pero que plantean algún grado de coincidencia con la versión oficial.

De todas formas, el asunto ha disparado ya mismo una polémica dentro de las huestes anticastristas, en apariencia divididas entre las tradicionales, por ejemplo expresadas en la misma longitud de onda del exilio en Miami, y otras de reciente irrupción, con fuerza juvenil, en la propia isla. Aún así, unos y otros coinciden acerca de los escasos avances en la marcha, tanto en materia de reformas económicas como en los horizontes de distensión prometidos. ¿Por qué?

Al margen de las nuevas detenciones, rodeadas de espectacularidad presuntamente buscada por el régimen con fines de renovada disuasión liberticida, conviene tener presente los últimas movidas diplomáticas cubanas que explican con elocuencia el ritmo elegido por el castrismo para su lavado de cara: Raúl Castro se trasladó recientemente a China y a Vietnam, dos experiencias que siguen aferradas a un sistema de partido único, aunque se reivindiquen como impulsoras de aceleradas o, según se mire, homeopáticas dosis hacia la incorporación de la iniciativa privada.

La agitación desatada por el caso Payá, parece estar lejos de la inminencia de movimientos de indignados al estilo del norte de África o de Europa. Pero también es dable comprobar que la sufrida y muchas veces agradecida población de isla, ha iniciado -en línea con el regreso de cierta religiosidad auspiciada por la conducción de la Iglesia Católica- un tránsito hacia la intensificación de las demandas por la libertad y por las mejoras colectivas frente a una economía de amplias privaciones.

Por ejemplo, el escritor cubano Leonardo Padura acaba de reflejar, en un artículo periodístico reciente, la incomodidad de la población de su país por el secretismo informativo cultivado por las autoridades acerca de una epidemia sanitaria (cólera) registrada en la zona oriental de su territorio, al tiempo en que se retacean detalles acerca de una anunciada conectividad para poner al servicio de la gente los beneficios de Internet y otras posibilidades de acercamiento al mundo, multiplicando opciones culturales e informativas para la gente.

El visible freno a las entusiasmantes promesas libertarias y de expansión del desarrollo personal concreto que sugirieron algunos tímidos pasos de un para nada completo proceso de superación del ultrafidelismo, concebido cual cerrojo para muchos, suele ser cotejado con frecuencia con ciertas ventajas que se registran para el consumo de visitantes con amplio poder adquisitivo. Esto, además, es imposible que no despierte, además, ciertas ansias de emulación en cuanto a estilos de vida.

Digamos, por último, que la marcha de prueba y error hacia la modernidad cubana, ya mismo parece haber condicionado la renovación del castrismo. ¿O se cree que el congelamiento puede resistir más tiempo los calores vivificantes de la libertad? Todo parece indicar que no.