Siete días de política

La discrecionalidad del gobierno y las penurias de la oposición

YPF: la única soberanía irrenunciable es la de la caja. Kicillof sin filtro. Nadie derramará una lágrima por Repsol. Obama mira para otro lado. Expectativa empresaria: ¿quién será el próximo?

Un peronista con larga trayectoria en el Senado opinaba el martes último en "petit comité" con algo de sorna: "No hay que alarmarse por la reestatización de YPF; dentro de quince o veinte años la vamos a reprivatizar hablando pestes de la década kirchnerista".

El comentario no era cínico, sino más bien ilustrativo de la actitud de despreocupación y escepticismo con que muchos oficialistas se tomaron la fuerte jugada política de la presidenta Cristina Fernández de expropiar (aunque por el momento parece más bien una confiscación) las acciones en YPF de la española Repsol.

La recuperación de la "soberanía energética" servirá para el discurso de "la Cámpora", pero para no mucho más. A nadie que no sea un militante "K" se le escapa que la ofensiva sobre la empresa más grande del país fue producto de las dificultades fiscales y cambiarias antes que de la ideología anticapitalista. Y eso no es una inferencia. Fue el propio viceministro Axel Kicillof quien lo dijo con todas las letras en el Congreso.

Explicó que como Antonio Brufau se negaba a venderle al Estado el barril de petróleo a 70 dólares porque el precio internacional es 105, el gobierno le sacó la empresa. Cuando los españoles decidan presentar una demanda contra Argentina en cualquier corte u organismo multilateral sólo tendrán que llevar el video de esa confesión pública y se habrán asegurado el éxito.

El argumento esgimido por el "golden boy" de la economía kirchnerista no dista por otra parte demasiado de la anécdota que cuenta algunos empresarios sobre Guillermo Moreno.

El secretario les dijo, según trascendió, que mientras hiciesen lo que les ordenaba todo marcharía bien, pero que si se negaban, le fueran entregando las llaves de sus empresas a su secretaria. Moreno y Kicillof son los dos cerebros económicos de la presente etapa.

Vista en perspectiva la captura de YPF es una más entre otras capturas de renta ajena. Cuando el gasto se desbordó el gobierno fue primero por la renta agraria (Lousteau, resolución 125) y perdió; después fue por las AFJP (Boudou) y ganó.

Más tarde por el Banco Central (Kiciloff) y volvió a ganar. Ahora usará las ganancias de YPF para enjugar al menos en parte el ruinoso negocio de importar energía a precios internacionales y venderla a precios locales.

También sobreexplotará los yacimientos que los españoles hacían producir a media máquina porque no querían vender barato el petróleo. En pocas palabras no hay ningún plan energético "soberano" detrás de la expropiación y la bandera del autoabastecimiento es apenas un señuelo retórico si se mantiene la actual política energética, porque YPF representa apenas un tercio del mercado.

La gran pregunta es si en esta oportunidad ganará la batalla política otra vez. Y la respuesta es sí, por lo menos en el corto plazo. En primer lugar porque los españoles tienen poco con que defenderse. Carecen de represalias contundentes y, además, los norteamericanos les dieron un apoyo menos que tibio.

En segundo lugar, porque la medida no tiene costo interno. Las primera mediciones detectaron que goza de un apoyo de más de la mitad de la población y un rechazo que no supera el 25%. Hay una fuerte corriente de opinión estatista y la ruptura de contratos no asusta a nadie: ya forma parte del "ser nacional". Una mayoría abrumadora de argentinos cree que la "seguridad jurídica" es una entelequia irrelevante. Queda demostrado una vez más que el peronismo, lejos de ser un partido, un movimiento o una ideología es una mentalidad muy difundida.

El único hecho curioso es que la expropiación se haga ahora, a pesar de que los españoles vienen reduciendo la producción desde hace tiempo. La explicación de esa incongruencia es la gravedad de la crisis.
Favoreció especialmente al gobierno la inexistencia de una oposición real.

El triste papel de los radicales diciendo que estaban de acuerdo, pero no demasiado; el apoyo del "progresismo" que cree que hay maneras encomiables de violar la propiedad ajena y las idas y vueltas de la derecha vergonzante contribuyen a la teoría de los votantes "k" de que no hay alternativa.

También la oposición cae en la trampa de vincular la apropiación del capital español con una cuestión ideológica, de tomar en serio el discurso fubista del viceministro de Economía y el nacionalismo rudimentario de la prensa paraoficial. De meterse en el túnel del tiempo y no denunciar el peligroso reemplazo de la mediación política por el poder discrecional del príncipe.