La ira, un aliado peligroso

Los fuertes estallidos de furia suelen estar asociados a inmediatos infartos de miocardio. También se vinculan con hipertensión o ictus. Pero no expresar enfado, encerrarse y rumiar el conflicto, puede ser igual de dañino.

Cuando nos enojamos adoptamos una expresión facial que es característica: mirada fija, boca cerrada, dientes apretados, ojos y cejas ligeramente inclinados. Pero se trata apenas del rostro visible de una alteración más profunda. El enfado excita el sistema nervioso autónomo. Activa el sistema neuroendocrino. Nuestros músculos se tensan. La respiración se agita. Aumenta la presión arterial. Hay una reacción fisiológica y cardiovascular. El cuerpo se prepara para pelear ante lo que percibe como una amenaza.

Aunque las personas reaccionan con intensidad variable, en general cuando se habla de ira se piensa en la falta de dominio, en algo ciego, en un desborde emocional. "La persona iracunda convierte todo su ser en un látigo que maneja su mano airada", describió alguna vez en forma elocuente el filósofo Josef Pieper.

En esos casos no sólo existe el riesgo de un trato injusto para los demás, sino también un daño para sí mismo, ya que la crispación reiterada puede, a la larga, enfermar a quien la experimenta.

Sin embargo, la ira es también un fenómeno natural, constitutivo del hombre, y no siempre tiene una connotación negativa, como se encargó de aclarar el mismo Pieper, quien hasta escribió un "elogio de la ira". La dificultad es reconocer si en verdad se justifica el enojo y en qué medida.

¿QUE ES?

"La ira, enojo o enfado es una reacción emocional que surge cuando alguien nos produce algún tipo de daño o perjuicio para nuestros intereses, por lo que se considera que sirve para dar un aviso más o menos serio a los demás, con el fin de que nos tengan en cuenta y modifiquen las conductas que nos afectan negativamente", explica el doctor en psicología Antonio Cano Vindel, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, en una entrevista con La Prensa.

"Nos enojamos o enfadamos cuando consideramos que alguien no nos ha tenido en cuenta y ha hecho o dejado de hacer algo que nos perjudica, pudiendo haberlo evitado", afirma Cano, quien es presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS). "Cualquier interés frustrado podría llegar a generar enojo", dice.

Cano, que publicó casi un centenar de trabajos, con más de cincuenta artículos en revistas científicas, ha centrado su investigación en la medida y expresión de la emoción (ansiedad, estrés, ira), el estudio de las relaciones entre cognición y emoción, así como las relaciones entre emociones y salud.

El especialista explica que la intensidad que puede tener una reacción iracunda "varía en función de la injusticia percibida, que es fruto de nuestras interpretaciones".

"Podríamos decir que existe un continuo ira-hostilidad-agresividad, en el que la ira definiría un estado emocional de corta duración ante una situación concreta, la hostilidad haría referencia a una actitud persistente de valoración negativa de, y hacia, los demás; y la agresividad se entendería como una conducta dirigida a causar daño en personas o cosas", aclara el catedrático.

La ira puede tener efectos a largo plazo en la salud. "Aunque se trata de un estado emocional transitorio, que nos ayuda a adaptarnos mejor a una situación que nos perjudica, supone a su vez uno de los factores predictores de infarto más potentes: haber sufrido dos horas antes del infarto un fuerte ataque de ira está fuertemente asociado con infarto de miocardio", advierte Cano.

"Una activación fisiológica elevada y mantenida por frecuentes y duraderos estados emocionales de ira está asociada con trastornos cardiovasculares como la hipertensión, el infarto o el ictus", añade.

ELOGIO DE LA IRA

Pero, ¿es bueno enojarse? "Con toda seguridad es necesario hacerlo", responde el doctor Cano."Las personas que no expresan su ira y se encierran en sí mismas, pero pasan largo tiempo rumiando el conflicto, también corren el riesgo de estar aumentando la probabilidad de sufrir problemas cardiovasculares", advierte. "Porque mantienen una elevada activación fisiológica a través de esa rumiación o repetición exagerada de los eventos que provocaron la reacción". Además, claro, de correr el riesgo de no ser tenidas en cuenta.

"Las personas poco asertivas -agrega- tienen que recurrir al entrenamiento psicológico para poder aprender a decir "no", a defender sus derechos o sus ideas, o para conseguir defender legítimamente sus intereses. En este entrenamiento se les enseña también a mostrar ira, cuando sea necesario, y siempre de una forma socialmente aceptable, pues existen normas sociales de expresión de la ira".

SUPERVIVENCIA EN JUEGO

El doctor va aún más lejos y asegura que "hay consenso al afirmar que la ira es una reacción básica para la supervivencia, sobre todo como individuo social frente a los demás, pues su expresión facial es universal, ya que se expresa y se reconoce de manera similar en todas las culturas y no es aprendida (la desarrollan igualmente los niños ciegos de nacimiento)".

Pone como ejemplo que los bebés "desarrollan tempranamente la capacidad de reconocimiento y reacción ante una expresión facial de ira, aunque sea simulada por un adulto e incluso dibujada en una máscara".

"El bebé reacciona llorando, pidiendo protección, al identificar los rasgos característicos de la ira", recuerda.

La ira también está asociada al estrés. Y algunas épocas del año, como en la proximidad de las fiestas, suelen acarrear más presiones. "Cuando estamos estresados aumenta nuestro nivel de activación, ansiedad e irritabilidad y, por lo tanto, aumenta la probabilidad de enfadarnos por pequeñas cosas"", asevera.

"Las fiestas -puntualiza- pueden suponer un mayor estrés para los organizadores, generalmente mujeres, lo que puede aumentar la irritabilidad".

UN MUNDO ESTRESADO

Aunque no hay muchos datos sobre evolución de la ira en el mundo actual, el doctor confirma la impresión de que "la sociedad occidental va aumentando progresivamente el nivel de estrés (por ejemplo, el estrés laboral), lo que estaría relacionado con un incremento de los niveles de irritabilidad e ira".

Sin embargo, se esperanza al tomar en cuenta que algunos datos también señalan que el hombre hace algunos progresos en su capacidad para resolver conflictos de manera menos agresiva.