Siete días de política

Kirchner perdió en el Senado porque no había dinero en juego

El triunfo opositor por el Indec no es trasladable a proyectos como el 82% para jubilados o la baja de las retenciones, en los que se disputa el control de la "caja". La interna radical

La feroz pelea de los Kirchner con algunos diarios de amplia difusión y la proliferación de otros descaradamente oficialistas alejan cada vez más la agenda pública de la realidad. Lo que suele trasmitirse a la sociedad es una versión voluntarista de los hechos, a muchos de los cuales se da una dimensión de la que en verdad carecen como ocurrió la semana última con la derrota del oficialismo en el Senado por la reorganización del Indec.

Después de varios meses la oposición pudo vencer el miércoles pasado en una votación por la normalización del Indec al bloque del Frente para la Victoria. Ganó una batalla sin duda, pero una batalla menor. No porque la alteración de las estadísticas oficiales no sea una cuestión gravísima con un costo económico absurdo para el país, sino porque el kirchnerismo a esta altura sólo se preocupa en serio del control de la recaudación. Todo lo demás es de importancia secundaria.

Por eso el heterogéneo arco opositor pudo reclutar a dos senadoras que han pasado a ser la clave de todas las votaciones: la peronista disidente Roxana Latorre y la frentegrandista María José Bongiorno. Ambas habían sido contadas a principios de año como miembros del grupo anti "k", pero su conducta posterior demostró lo contrario. En esta oportunidad, sin embargo, se sumaron a la oposición, pero cuando llegó la votación de un artículo que era clave para la interna sindical del Indec y el radical Gerardo Morales amagó con hacer cambios que perjudicaban a la fracción oficialista ambas amagaron con retirarse (ver Visto y Oido). Morales tuvo que dar marcha atrás para impedir que la Cámara se quedara sin quórum. Dio la impresión que ambas contaban con un visto bueno restringido para hacer antikirchnerismo.

Algo parecido sucedió con los dos senadores provenientes del ARI de Tierra del Fuego, aliados poco menos que incondicionales de la Casa Rosada. Ambos brillaron por su ausencia. También faltó a la cita José Pampuro, hombre de confianza -recuperada hasta cierto punto- de la presidenta Cristina Fernández. Si la ley hubiera resultado crítica para el Poder Ejecutivo, hasta Carlos Menem hubiera ocupado su banca. El propio Pichetto se tomó la derrota con humor, algo que no hubiese sucedido con un proyecto que le impidiese al Ejecutivo disponer discrecionalmente de varios miles de millones de pesos -como el del otorgamiento del 82% móvil a los jubilados- o le restase recursos, como una reducción de las retenciones. Por otra parte la normalización del Indec (de producirse) terminará el año que viene, lo que no le cambia demasiado el panorama al gobierno actual. En todo caso será un problema para el próximo.

El triunfo opositor, por otra parte, le dio aire a la conducción del radicalismo (Gerardo Morales-Ernesto Sanz) que comenzaban a ser sospechada de acuerdos tácitos con Pichetto. Las intenciones son imposibles de medir, pero es evidente que siguen en veremos con el 82%, la eliminación de los superpoderes y la modificación del Consejo de la Magistratura, todas iniciativas aprobadas por Diputados que afectan la "caja" o el poder de la Casa Rosada. Si a eso se suma que los radicales se ilusionan con volver al gobierno, las suspicacias parecen lógicas.

En este contexto también resulta lógica la renuncia de Elisa Carrió al Acuerdo Cívico. La diputada abomina de los aparatos políticos -en particular de los que no domina- y ve cómo el radical está comenzando a ponerse en marcha rumbo al poder. Para peor, lo hace sin consultarla. Como no puede convertirse en la gran electora de la oposición, resolvió apartarse, lo que les resta a los radicales un porcentaje de votos clave para ingresar a la segunda vuelta. No todo, por lo tanto, está dicho.

Hay un clamor general de que la oposición debe actuar unida, pero es más mediático que real. La carrera por las candidaturas recién comienza y los radicales se entenderán con Carrió, si les aporta más que los peronistas. También con Stolbizer, Cobos o López Murphy. Lo primero es sumar. Esta lección la aprendieron de los peronistas, campeones mundiales del "entrismo".