Lo que vendrá

Timerman, un nuevo eje

La salida de Taiana ¿debe atribuirse exclusivamente a la aplicación de criterios de “obediencia debida”, como han dicho varios, o es dable reconocer algún giro de fondo –al margen de entredichos circunstanciales- en aspectos medulares de política exterior?

El cambio de un canciller autoasumido peronista como Taiana por un intelectual extrapartidario como Timerman, ¿debe atribuirse exclusivamente a la aplicación de criterios de “obediencia debida”, como han dicho varios, o es dable reconocer algún giro de fondo –al margen de entredichos circunstanciales- en aspectos medulares de política exterior? Veamos.

En lo que constituyó un ejercicio anticipatorio de notoria lucidez, Perón previó antes que muchos el actual fenómeno de la globalización. Destacó, al propio tiempo, la centralidad de la política internacional a la hora de proyectar el futuro de cualquier nación. ¿Qué otra cosa fue, además, la concepción del proceso de afirmación de las identidades nacionales, en tránsito hacia el continentalismo y en marcha hacia el universalismo?

Para él, reconocer lo esencial del mundo tal cual se fue exhibiendo a lo largo de los tiempos fue siempre condición sine qua non de cualquier construcción política en aptitud de ser aplicada con éxito en cualquier nación. Sin esta visión –sostuvo- toda formulación ‘fronteras adentro’ conllevaría el germen de lo abstracto y/o efímero.

Cabe preguntarnos si los Kirchner, hasta aquí, aplicaron la concepción descripta o se manejaron, en mayor o menor medida, “de otro modo”.

Antes de ingresar en el análisis de la gestión iniciada en mayo del año 2003 conviene recordar el punto de partida de las carreras políticas de ambos miembros de la dupla que nos ocupa.

Provienen de una provincia patagónica signada por la cercanía de dos realidades, disímiles pero también en algún punto complementarias, como otrora fueron ciertas recelosas generaciones de chilenos y sucesivas legiones de ocupantes de hecho de nuestras islas Malvinas. El mundo, para los artífices del poder K, parecía tener entonces el rostro de un escenario “obligatoriamente” meridional y fervoroso en términos de “prevención patriótica”, lo cual no es malo ni mecánicamente virtuoso en sí mismo. El complejo tablado de lo internacional pudo parecerles fácticamente lejanísimo.

Desde sus primeros pasos por la Casa Rosada, iniciados metafóricamente a machetazos, plantearon el afuera (el “imperio”, el FMI, los “poderosos”) como campo cuasi bélico en el que las herramientas defensivas solo podían contener altas dosis de ferocidad conceptual “a todo o nada”. ¿Amigos? América Latina (no toda, es cierto) lucía como tal vez la única plataforma de afinidad y confiablidad. Bush y buena parte del Norte desarrollado, en general, conocieron expresiones de la supuesta “resistencia” frente a presuntos rapaces merodeadores externos.

Luego vinieron dificultades domésticas (campo, 28J, ciertas nubes en el terreno fiscal, por ejemplo) y –tal vez, merced al síndrome Obama- asomó la idea de “reconectarnos con el mundo”, aunque sin romper lazos fácticos con los horizontes iniciales, Hugo Chávez y sus ‘manos’ energéticas y de negocios incluidas.

El bolivariano, y por su cuenta Lula, parecieron mirar otro canal respecto del interés estratégico norteamericano para cerrarle el paso al denunciado Estado terrorista de Irán, investigado aquí por la justicia con presumible guiño oficial. Taiana no solo no se opuso a ello sino que lo facilitó. Para él, negociar con toda América Latina -Venezuela incluida- era tan correcto como reprobable cualquier sensación (o más) de desvío ético en los modos de hacerlo.

¿Será que los Kirchner se han convencido de la existencia de algunos derrapes chavistas, por ejemplo por su proximidad en torno del hoy acorralado hombre de Teherán? Y además, ¿cómo aguardar apoyos externos de peso contrariando, aún por carácter transitivo, a Washington? En esto, ¿Timerman no implicará, al fin, un giro hacia uno de los no muy frecuentes “baños de realismo” K? Ojalá.