Félix Luna -historiador, compositor, abogado, político- falleció a los ochenta y cuatro años tras padecer una larga enfermedad

Murió un hombre apasionado por la Historia

Escribió alrededor de treinta libros y dirigió la revista Todo es historia, un verdadero éxito editorial de más de cuarenta años de duración. Se alegraba de que los argentinos hubieran aprendido a vivir en democracia y no quieran más gobiernos de facto.

Descendiente de una familia con más de 400 años en el país, Félix Luna fue el gran profesor de historia de los argentinos. Abogado, político, compositor de música -La Misa Criolla, Alfonsina y el Mar-, Luna se hizo famoso por su revista "Todo es historia" y por la gran cantidad de libros que publicó: más de treinta, la mayoría referidos a las idas y vueltas de la historia argentina.

Nació en Buenos Aires el 30 de septiembre de 1925. Hermano de seis mujeres, desde muy pequeño debió cumplir con las exigencias propias de las familias de esa época: estudiar una carrera, formar una familia y trabajar.

"Era un excelente alumno de Literatura, Historia y Geografía pero muy negado para la Matemática. Tanto es así que me dieron el diploma de secundario en marzo porque me habían bochado en esa materia en diciembre", recordó en una de las innumerables entrevistas que ofreció en su vida.

Es que a Falucho, tal como le decían sus familiares y amigos, le gustaba hablar. Se sentaba en su escritorio en la oficina del microcentro, en Reconquista, a media cuadra de la avenida Córdoba y recibía a la prensa, a los colaboradores de la revista y a sus amigos. Siempre estaba secundado por su hija Felicitas. Ella fue su mano derecha en los últimos años. El alma que conectaba a don Félix con las nuevas tendencias.

Su padre era riojano y fue quien le inculcó el gusto por la política. "El venía de una vieja familia de La Rioja, que por luchas políticas tuvo que emigrar a Corrientes. De mi mamá, que era ama de casa, heredé la vocación por el orden", recordó.

Estos primeros años se caracterizaron por la disciplina pero también por el amor: "Ellos tenían muchas expectativas depositadas en mí y yo no quería defraudarlos. De pequeño la única travesía importante eran algunos viajes solo que hacía a San Luis, a la chacra de unos familiares".

Luna era el único varón de siete hermanos. No jugaba al fútbol y su mayor ambición era el estudio. "Eramos una familia de clase media acomodada, yo no debía andar con los chicos en la calle", decía. Veraneos de tres meses en Mar del Plata, libros y más libros fueron las claves de su infancia.

ABOGADO

Paradójicamente quien se haría famoso como historiador, nunca cursó la carrera de Historia. "A los que tenían mis condiciones en esa época se los hacía estudiar Derecho", se justificaba Luna. Se recibió en la Universidad de Buenos Aires, donde tuvo una destacada labor política, convirtiéndose en presidente de la Juventud Radical.

Luna padeció el primer peronismo, que de alguna manera lo marcaría a fuego. "Estuve tres meses en la cárcel de Olmos por repartir volantes a favor de una huelga ferroviaria. Nos condenaron por "atentar contra la seguridad del Estado" , ironizó.

A pesar de los problemas, Luna terminó sus estudios y siguió su profesión hasta 1958 -"era muy malo como abogado", admitía- y gracias a sus contactos, obtenidos en su militancia, logró convertirse en consejero de las embajadas argentinas en Suiza, primero, y Uruguay, después, una vez que asumió el gobierno Arturo Frondizi.

Cayó Frondizi y lo sufrió en carne propia. Hasta lloró. "Estaba junto con muchas otras personas en la residencia de Olivos cuando lo derrocaron (en febrero de 1962). Era el político más completo de su época, un hombre brillante", recordaba con cariño.

Por esos años, Luna se casó con una mujer riojana -Felisa Raquel- con quien tendría tres hijas. Rodeado de mujeres, sin embargo, reconoció que nunca fue capaz de desentrañar el alma femenina. "Ellas son un verdadero misterio", decía.

PERIODISTA

A Luna le gustaba escribir más que la diplomacia y tras la caída de Frondizi logró entrar al diario Clarín. Allí trabajó como editorialista y más tarde en el suplemento de cultura. Hacia 1967 fundó su propia revista "Todo es historia", que con los años se convertiría en un verdadero clásico del periodismo argentino -e incluso tendría su formato televisivo y radial-.

El mismo era conciente del papel de su revista en la llamada "moda de la Historia" que luego se extendería con otros escritores -notablemente, con Felipe Pigna (colaborador de Todo es historia en alguna época)-. "Creo que la influencia de nuestra revista ha ido creando, sin proponérmelo y sin tratar de ser un gurú, un movimiento historiográfico en gente que escribe para el público", señaló.

La publicación trató los grandes temas -golpes militares, peronismo, crisis económicas- pero nunca descuidó hechos puntuales como crímenes o asesinatos.

"Mostramos que un crimen famoso también forma parte de la historia, al igual que la moda o un personaje menor", dijo. Tanto fue el éxito que hace dos años cumplió cuatro décadas ininterrumpidas de estar en los kioscos.

Paralelamente, Luna se consagró con libros que se transformaron en best sellers: "Los Caudillos", "Perón y su tiempo", "El 45" y sobre todo "Soy Roca" son algunos de los textos que le otorgaron celebridad.

Al respecto, En una entrevista que concedió a La Prensa, señaló: "No me interesó nunca escribir para los colegas sino para la gente que -como yo- quería la historia. Por eso mi profesión de periodista, que ejercí durante años, me ayudó bastante para enseñarme cómo se puede escribir algo para que la gente quede enganchada. Ese fue el criterio con el que escribí mis libros. Desde que comencé a escribir historia lo hice con el principio y con las ganas de que se difundiera".

Otro de sus grandes éxitos editoriales fue "Breve historia de los argentinos", que incluso fue editado en inglés. Al describirlo, reconoció: "Es posible que el intento de resumir el curso de cuatro siglos argentinos en quince capítulos sea demasiado ambicioso. Pero ya se sabe que la historia es infinita... En este libro no hay muchos nombres ni muchas fechas; tampoco se abunda en batallas, pactos o hechos políticos. Traté más bien de describir cómo se fue haciendo nuestro país, desde sus cimientos fundacionales y a través de las grandes etapas de su formación. El propósito ha sido el mismo que animó la mayor parte de mi obra: divulgar nuestro pasado". Con ese estilo narrativo ameno y suelto, Luna cautivaría a los lectores.

Pero, ¿por qué lo hizo? ¿Por qué ese afán por traer al presente hechos que a simple vista parecen alejados? "Es una vocación y como tal inexplicable -contestó-. Tal vez me venga de niño, por cosas que en La Rioja me contaba mi abuela".

Según recordaba, su abuela lo hacía dormir con anécdotas del Chacho Peñaloza o de Facundo Quiroga. Incluso él mismo leyó Facundo a los seis años.

FUNCIONARIO

Luna volvería a la actividad política recién en 1986 al aceptar el ofrecimiento del por entonces intendente de la Ciudad, Julio César Saguier, quien lo nombró Secretario de Cultura.

"Me peleé con algunos rockeros porque no les dejaba hacer recitales. Quedaba todo sucio", recordó. Es que a Falucho le gustaba principalmente la música clásica -Schubert y Mozart- y el jazz.

Precisamente la música fue otro de sus grandes amores. Empezó como hobby, mientras practicaba zambas y milongas en la guitarra, y con los años se consagró nada menos que con composiciones inolvidables como la Misa Criolla o Alfonsina y el Mar, ambas realizadas junto con Ariel Ramírez. La recientemente fallecida Mercedes Sosa, quizá opuesta ideológicamente a Luna, lo mencionaba con orgullo cada vez que entonaba Alfonsina, uno de sus caballitos de batalla.

En 1996 recibió el título de Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires. Todavía fumaba, a pesar de haber sido operado del corazón.

Trabajó hasta sus últimos meses. "No me tomo vacaciones. No creo ni que sean útiles ni que vengan bien. Lo que hago sí es interrumpir un poco la rutina". Se iba entonces a su chacra de Capilla del Señor pero solía llevarse pilas de libros para leer, muchos de ellos de Historia.

¿Los argentinos no tenemos memoria?, le preguntaban esperando un no. Sin embargo, el creía que sí: "Felizmente, estamos de acuerdo en que cualquier gobierno de facto es malo y ése es un gran aprendizaje".

-¿Felipe Pigna es su heredero?

-No. Mi único heredero es el pueblo.