POR UN MUNDO SIN DROGAS

El espasmo 2009

La Corte Suprema de Justicia de la Nación se hizo eco de la denuncia de los tribunales salteños federales -y no federales también- sobre que el sector noroeste del país es un colador de aviones con vuelos clandestinos que transportan, casi con la frecuencia de cualquier ómnibus porteño, droga a los miles de aeropuertos o improvisados aeródromos o simplemente campos llanos del norte y centro del país, al punto de decir los magistrados que la droga nos llueve del cielo.

La Corte, a través de su propio presidente, Ricardo Lorenzetti, reclamó al gobierno nacional la inmediata colocación de radares en la frontera con Bolivia para desalentar los vuelos del narcotráfico. Dos decididas posiciones son las de los jueces salteños y la del máximo tribunal de justicia de la Nación, que crean esperanzas, pero que para quienes venimos estudiando y explicando al lector a través de décadas el problema del tráfico ilegal aéreo de estupefacientes en el país y que, para colmo, somos memoriosos y acopiadores de datos e informes, no podemos ver este reclamo más que como un nuevo espasmo proradares.

Es un tema tan manoseado, con numerosas promesas e incumplimientos de ellas que ya roza el ridículo tal falta de seriedad y promueve con absoluta rigurosidad una pregunta que exige una respuesta firme y única: ¿La Argentina quiere realmente radarizar el país para evitar la circulación ilegal aérea para que las drogas puedan vulnerar desde lo alto las aduanas terrestres? ¿Existe esa decisión política, o no? Y no nos estamos refiriendo al actual gobierno, ni al anterior, ni a quien antecedió a éste, ni al otro. ¿Por qué nos permitimos definir esta reacción salteña y de la Corte -no exenta de respeto- como el espasmo 2009? Porque todo parece una burla.

Hace casi 30 años, una empresa norteamericana avalada por el gobierno de los Estados Unidos y los organismos de ese país dedicados a la lucha contra el narcotráfico nos ofrecieron casi medio centenar de radares para ser instalados en todo el territorio, teniéndose en cuenta que la superficie del sector continental argentino es de 2.766.989 km2., llegando a los 3.761.274 con Tierra del Fuego, Antártida, Islas del Atlántico Sur, Malvinas, Georgias y Sandwichs; que tenemos límites con Bolivia y Paraguay en el Norte; con Brasil y Uruguay en el Noreste; con el Océano Atlántico en el Este y en el Sur y con Chile en el Oeste; que la Prefectura Naval Argentina tiene una custodia fronteriza de 16.000 kilómetros, en lo fluvial con los ríos Pilcomayo, Paraguay, Paraná, Uruguay y de la Plata, desde Formosa a Buenos Aires, y una frontera marítima a lo largo del Mar Argentino sobre el Océano Atlántico; que la Gendarmería Nacional resguarda una frontera terrestre de 9.136 kilómetros, de los cuales 5.022 son con Chile, 752 con Bolivia, 1.737 con Paraguay, 1.132 con Brasil y 493 con Uruguay.

Los números nos demuestran que tenemos un país grande y que por falta de los radares, para el narcotráfico es un colador grande. Pero, como dice el presidente Barack Obama, ¿Latinoamérica siempre tuvo hacia los Estados Unidos una fuerte reacción antinorteamericanista,? y entonces dijimos que esos radares no eran para evitar el narcotráfico sino para espiarnos, y los rechazamos.

Luego, la misma Fuerza Aérea Argentina sostuvo una inútil lucha por años por instalar una cantidad menor, y le dijeron que no sin palabras, pues le achicaron el presupuesto. Como algo se tenía que hacer en materia de radares, se instalaron los de la zona de Misiones y alrededores, sabiendo que eran insuficientes, y uno de ellos hace poco fue trasladado por decisión del Ministerio de Defensa para otros fines. España nos quiso vender varios hace un año y como no los compramos, entonces nos prestaban algunos y hasta nos regalaban tres, oferta que no se escuchó y se perdió. ¿Qué eco tendrá la recomendación reciente de la Corte? Como dinero no hay para este asunto, sí se encontrará algún antiespasmódico de rápido efecto, seguramente marca No, para que el colador siga funcionando.