RAZON Y FE

Los Vicentinos en el país

La Congregación de los Vicentinos, fundada en Francia por San Vicente de Paul, cumple 150 años en nuestro país y lo festejará con distintos eventos y celebraciones. Mañana, por ejemplo, a las 19, habrá una misa en el santuario Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, de esta Capital, y el lunes, el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Mario Bergoglio, tiene previsto presidir la Eucaristía en la catedral metropolitana.

La historia de la congregación en la Argentina se remonta al 14 de septiembre de 1859, cuando arribaron al puerto de Buenos Aires, procedentes de Francia y por pedido de las autoridades municipales de esta ciudad, dos sacerdotes Vicentinos y doce Hijas de la Caridad. Luego del tedeum de Acción de Gracias fueron conducidos a su primer destino: el Hospital General de Hombres (hoy el Hospital de Clínicas). Allí, las Hermanas se ocuparon diariamente del cuidado de cuatrocientos cincuenta enfermos. Durante la batalla de Pavón, en 1861, las autoridades les solicitaron a las Hijas de la Caridad el cuidado de los heridos. Años después, durante la guerra de la Triple Alianza, vuelven a contar con la asistencia y la caridad de las Hermanas.

La entrega generosa en el cuidado del cuerpo y del alma de los que sufren es demostrada también por los Padres Vicentinos y las Hijas de la Caridad durante las epidemias de cólera y fiebre amarilla que asolaron a Buenos Aires.

En 1872, monseñor Añeiros, encargado del Arzobispado de Buenos Aires, confió a los Padres de la Congregación de la Misión -nombre oficial de los Vicentinos- la administración de la Basílica de Luján, además del cuidado de la imagen de la Virgen, la atención de los peregrinos y la propagación de la devoción. La construcción de la Basílica actual es iniciada por el padre Salvaire y concluida por otros padres Vicentinos.

Durante este período, los religiosos en el país, conforme con el carisma de su fundador, también comenzaron a cumplir una tarea evangelizadora misionando entre las poblaciones aborígenes de Buenos Aires.

Desde los albores del siglo XX hasta la fecha, los Padres y las Hermanas multiplican sus tareas de servicio en varias localidades de la Argentina, Paraguay y Uruguay. Siempre dedicados a los más pobres, se ocupan de la atención de parroquias, colegios, hospitales, dispensarios, hogares de niños y de ancianos, comedores, residencias estudiantiles y misiones en el interior, junto con los laicos que integran la Familia Vicentina.

Según relatan sus biógrafos, el fundador de la congregación, San Vicente de Paul (1581-1660), ya siendo sacerdote, tuvo la ocasión a comienzos de 1617 de visitar a un moribundo en la ciudad de Gannes, distrito del Oise.

Aquel hombre, que tenía fama de ser un hombre de bien, reveló a Vicente unos pecados que jamás se había atrevido a confesar a su párroco, tanto por vergüenza como por amor propio. El moribundo que experimentaba una extrema soledad moral era un hombre cerca de la muerte sin haber encontrado una mirada sacerdotal lo bastante dulce y lo bastante humana para poder salirse de sí mismo. Fue en ese instante cuando Vicente encontró su vocación y su condición basada en la ternura para ayudar a la gente.

A partir de ese momento, lentamente pero sin perder un solo instante, Vicente comenzó a organizar su congregación con el fin de ayudar a los pobres y a los enfermos que oficialmente comenzó a dar sus primeros pasos en 1625. En la actualidad cuenta con mas de 3.500 miembros con presencia en ochenta países.

"¡Cómo! ¡Ser cristiano y ver afligido a un hermano, sin llorar con él ni sentirse enfermo con él! Eso es no tener caridad; es ser cristiano en pintura. No puede haber caridad si no va acompañada de justicia", solía reflexionar San Vicente de Paul ante amigos y hermanos de la congregación.