Siete días de política

Kirchner, especialista en peleas

Embistió frontalmente contra el grupo periodístico más poderoso y consiguió victimizarlo. Además, unió a toda la oposición en su contra y potenció a Julio Cobos. La ominosa sombra de Pirro

Un alto funcionario de la AFIP entró el jueves último en el despacho del titular del organismo, Ricardo Echegaray, y le preguntó si ya estaban listos los inspectores que irían a la sede de la Conferencia Episcopal a controlar el resultado de la colecta "más por menos". La amarga ironía le debe haber caido como el plomo al jefe del ente recaudador que estaba en el medio de una tormenta mediática provocada por lo que, a esa altura, ya tenía todo el aspecto de una torpe maniobra de intimidación o dicho en criollo, de una metida de pata monumental de la que nadie quería hacerse cargo.

Más allá del malhumor de Echegaray, el episodio resulta ilustrativo de la sorpresa y el fuerte impacto negativo que la decisión contra el Grupo Clarín tuvo en los funcionarios más importantes y hasta en los cuadros políticos todavía fieles a Néstor Kirchner. Incluso entre aquellos que suelen respaldar cualquier medida que tome la Casa Rosada.

En el Congreso, donde no existe desde hace una semana otra cuestión que no sea la de la reforma de la ley de radiodifusión, las imágenes de decenas de inspectores irrumpiendo en el cuartel central del "holding" provocaron azoramiento y preocupación. No pocos kirchneristas piensan -aunque no lo digan en público- que no habrá vencedores de ese enfrentamiento, sino sólo vencidos.

El daño económico infligido al grupo empresario podría ser fuerte, pero el desgaste político de la administración Kirchner no lo será menos. En particular después de haber quedado expuesta durante semanas a graves denuncias de corrupción que no tuvieron una refutación contundente. Si a esto se suma que la horda de inspectores empezó a operar en apariencia sin que Echegaray ni la presidenta estuviesen al tanto por razones que nadie explicó de manera convincente, no resulta injustificada la inquietud de los soldados del kirchnerismo en el Congreso.

La alarma obedecía a un hecho simple. Se hacían con toda lógica una pregunta (¿quién está al timón en medio de esta tormenta desatada por nosotros mismos?) para la que no tenían respuesta. Asistían impotentes a la catarata de malas noticias sobre medicamentos adulterados o sobre la entrega de subsidios multimillonarios por parte de la ONCCA sin el control adecuado, todas, en buena medida, producto de la guerra declarada en forma unilateral por los Kirchner. Un conflicto que es fruto de la tendencia al combate que el ex presidente parece tener inscripta en los genes y que ya demostró su peligrosidad. Su inclinación a reaccionar airadamente sin tener idea de la capacidad de respuesta del adversario.

En síntesis, el trámite de la ley ya provocó un fuerte desgaste al oficialismo y si el kirchenrismo consigue superar las dos Cámaras -en el Senado la suma de voluntades no parece sencilla-, en el mejor de los casos la victoria puede recordar a la de Pirro, aquel rey de Epiro que después de vencer a los romanos a costa de la pérdida de miles de hombres confesó a sus generales: otra victoria como ésta y estamos perdidos. Pero, si en lugar de una victoria, el Congreso le depara a la presidenta Cristina Fernández otra derrota como la de la resolución 125, el golpe a la gobernabilidad será durísimo.

El asedio a Clarín no sólo provocó enorme preocupación en las filas propias, sino que despertó a la oposición de su letargo poselectoral. Desafiados nuevamente a batirse en en escenario que se parece todos los días un poco más al de la pelea por las retenciones, Mauricio Macri, Francisco De Narváez, el radical Ernesto Sanz y los dirigentes cobistas prometieron resistir los planes mediáticos del gobierno.

Lo hicieron, además, en presencia de Julio Cobos que ofició de anfitrión de los dirigentes que derrotaron a los Kirchner en las elecciones del 28 de junio. La jugada provocó la reacción de la Quinta de Olivos y a las 24 horas comenzaron a llover las declaraciones de los habituales voceros oficialistas reclamando la renuncia del vicepresidente. En ese marco sólo falta que el kirchnerismo proponga -como señalaban fuertes versiones- el juicio político contra Cobos, para que termine de consolidarlo como el candidato con más posibilidades de ganar las presidenciales de 2011.

Una vez más, entonces, se repite el escenario de la ciega embestida del kirchnerismo y su pérdida de control sobre el curso de la confrontación. De la política de la crispación que, como está probado, tiene efectos deletéreos para los Kirchner.