La ciencia económica está malherida

Tres expertos reflexionan sobre las lecciones teóricas que ha dejado la peor debacle financiera en medio siglo. ¿El liberalismo es una ideología superada? ¿La pulsión estatista llegó para quedarse? ¿Qué paradigmas ya no cuentan y cuáles se han fortalecido? ¿Deberemos seguir creyendo en los pronósticos de los analistas?

EDUARDO CURIA
Economista justicialista

* La crisis por lo menos ha tensionado rudamente algunos parámetros de las teorías más canónicas o tradicionales sobre la autosuficiencia de los sistemas de inflation targeting, sean explícitos o implícitos, como en el caso americano, para enfrentar todos los problemas, incluidos la dinámicas de los activos financieros, etc..

* También tensionó el tema de la llamada racionalidad de los mercados, la lógica del arbitraje, etc. Estos elementos, creo que han sido de alguna forma muy lesionados por esta dinámica. No digo que esto implique un reemplazo, sino más bien un debilitamiento.

* El liberalismo ha quedado tensionado. El tema de la racionalidad autosuficiente de los mercados es correlato de la abstención estatal, y esto ha sido puesto también en crisis, en cuanto a la regulación de los movimientos bancarios o del mercado de capitales. Los paradigmas teóricos son justamente eso, paradigmas. Tienen que ver con las verdades, pero también con determinada correlación de fuerzas, de posturas dominantes. El debilitamiento es una cosa, porque la realidad está a la vista, pero de ahí el reemplazo concreto es otro cantar.

* Entre los paradigmas que emergen en paralelo, hay una cantera de opiniones, pero que no hacen un discurso unificado. Hay que buscar desde posturas que se nutren en distintas versiones del keynesianismo, del poskeynesianismo. Hay otras corrientes heterodoxas. Pensemos en el mismo Hyman Minsky, el economista que falleció hace unos años, que ha sido siempre un especialista de las catástrofes financieras. Las grandes correntadas hay que verlas por este lado, lo que no quiere decir que haya un reemplazo de paradigmas.

* Hay personajes como el caso de Paul Krugman, que puede ser en el keynesianismo una persona más moderada, pero que ha pesado en cuanto a sus opiniones críticas en todo este período. Y hay que reconocerlo en este sentido.

* La intervención estatal ha llegado a identificarse casi lista y llanamente con intervenciones empresarias. Eso es un elemento que puede tener algún tipo de reversión. Otra cosa es la regulación, sin identificarse con la gestión empresaria directa. Esto me parece que va a estar sometido a un tensionamiento, porque los grupos más dominante -aún cuando la crisis haya conmovido algunos de sus cimientos teóricos- van a seguir pujando. No veo que el fiel de la balanza se haya movido definitivamente. Un debilitamiento de esas posturas no implica un reemplazo en forma automática.

* Los economistas son siempre mal vistos por lo que fuere. Es una estirpe más bien sometida al escarnio público. Eso es difícil de remover, pase lo que pase en cualquier dirección. De todas maneras, aquellos comprometidos con mucha fiereza con aquellas categorías teóricas que terminan sucumbiendo en esta crisis, tienen esquirlas. Aún cuando después han dado giros extraordinarios, como en el caso de Roberto Lucas, el patriarca de las expectativas racionales, que ahora ha publicado artículos que parecen increíbles viniendo de quien vienen. A todos esos economistas de la mainstream, les va a ser difícil superar esas esquirlas. Los heterodoxos -me incluyo, claro que con una menor influencia y gravitación- sacamos más pecho. Pero insisto que es una batalla, no es la guerra.

MARCELO LASCANO
Plan Fenix

* Este tema de la crisis de la ciencia económica se planteó hace alrededor de medio siglo en las grandes capitales donde el debate económico ha sido muy creativo y se ha instalado en el mundo: Inglaterra, los Estados Unidos, Alemania, Francia e Italia. Allí quedó acreditado que evidentemente la economía como ciencia estaba en una etapa donde no podía arrojar conclusiones certeras. Se hablaba de las limitaciones que tenía el cálculo, la precariedad de las bases, la influencia de la psicología social, de la sociología, la tradición histórica. Todo esto dificultaba mucho formular un pensamiento que tuviera consistencia, sin negar que era importante tener una ciencia económica, y que es importante también ir madurándola y dotándola de precisión.

* Esta crisis es una constatación de aquello que se discutió hace 50 años. A tal extremo que yo hace diez años, en unas clases que di en Wisconsin, escribí un ensayo, donde planteé que se venía una crisis: era el tema de los derivados y el descontrol del sistema financiero global. El libro se llamaba Es necesaria una nueva arquitectura financiera internacional.

* La crisis supone una contradicción del enfoque de Milton Friedman, en el sentido de que la liquidez era algo que podía hacer estallar el sistema y la inflación. La liquidez creció en una forma espeluznante y no pasó nada hasta que los mercados no se asustaron. No había una correlación entre el aumento de disponibilidades monetarias, en sentido muy amplio, y los precios. Porque en los últimos años, cuando ese fenómeno se exteriorizó, hubo alzas y bajas, en precios y actividad económica. Pero en definitiva, con una tendencia creciente en los instrumentos financieros. Algunos no asibles, como los financieros, donde los cálculos siempre fueron estimaciones hechas por algunos que se animaban a formularlos.

* También se rompió el paradigma de que los mercados no necesitaban regulaciones, sino que en realidad buscaban su equilibrio y sus propios operadores con sus reacciones predeterminaban la salud del propio mercado. Se demostró que no era así. La anarquía que suponía el caso norteamericano, donde había demasiados reguladores pero no había uno que controlara las nuevas técnicas, entre ellas los derivativos.

* Cuando el juicio de los operadores económicos se desvía de reglas más o menos sanas, se impone siempre la necesidad de rescatar los elementos de moderación que impone una regulación ordenada, que no le diga a cada uno lo que tiene que hacer, sino hacer estándares, que entre otros deberían alcanzar a las compañías evaluadoras de riesgo. Hace falta una autoridad que por lo menos regule los excesos y los penalice de alguna manera.

* La vuelta al Estado que se vive en muchos países centrales, si bien es coyuntural, demuestra que nunca se debió haber dejado el mercado en manos de lo que se han llamado los operadores potentes, que pueden torcer el mercado. Hay un error famoso de la crisis del 30. El economista Irving Fisher, muy famoso, cuando la crisis estaba arañando la realidad de cada uno, dijo ""esto es una meseta, no pasa nada"". Y se vino abajo el mundo en el 29, el 30 y el 31. El perdió su fortuna.

* En la Reserva Federal, Ben Bernanke ha dado respuestas a la crisis, haciendo lo que se hizo siempre: llenar de liquidez cuando el mundo se viene abajo. Hay que estimular el poder de compra. Se puede en algunos casos. No se ha logrado en los Estados Unidos, pero el dinero recaló en los bancos, que si se caían hubiera sido una catástrofe. Se habría defraudado a todo el mundo que había llevado su dinero. En segundo lugar, había 15 o 20 millones de propiedades con deuda en los Estados Unidos, que hubiera provocado que más de una familia hubiera tenido que ir a dormir al parque.

* John Maynard Keynes siempre hablaba de la soberbia de los economistas. Esta crisis bajó el grado de soberbia de muchos economistas, de creer que la tenían clara. Hay que citar a Keynes cuando dijo: ""Por qué los economistas no serán humildes como los dentistas"". Así que la crisis bajó esa actitud irritativa de los economistas de querer comerse la cancha.

JOSE LUIS ESPERT

Estudio Espert

* Para la profesión económica, esto han sido dos pasos para atrás y uno para adelante. El balance de la crisis es negativo. La falla es, desde hace décadas, no advertir que es una aberración, por más sistema financiero que haya, que por cada dólar de capital propio, tenga más de 50 dólares de capital de terceros, como Bear Stearns, allá por marzo de 2008. Uno entiende que una empresa financiera intermedia va a tener relaciones capital-deuda mucho más altas que la empresa no financiera. Pero de ahí, a 50 a 1 hay una gran diferencia. Yo diría, los economistas en general, quedaron enamorados de la eficiencia que hay detrás estos mercados financieros, a pesar de esta aberración insostenible.

* Mirando los Estados Unidos, que es el país que ya está saliendo -los demás todavía están en recesión-, el acierto fue haber hecho una política fiscal y monetaria muy agresiva, y actuar con cirugía, en el sentido de separar activos tóxicos con no tóxicos en los bancos que eran más o menos viable, y haber mandado a la quiebra a los inviables.

* El auténtico liberalismo jamás va a bendecir o proponer una institucionalidad que permita el armado de estas burbujas. El liberalismo es competencia, trabajo y ahorro, no esta locura donde -en los Estados Unidos- sobre el fin de la crisis no había ninguna persona de clase media-alta que no estuviera endeudada de una manera tan significativa apalancándose en el precio de las propiedades. Todo el mundo, endeudado todo lo que puede, a partir de los precios de la propiedad. Esta situación de semejante apalancamiento de la industria financiera de ninguna manera invalida la hipótesis general de la competencia, de la apertura de mercados.

* Y de ninguna manera esta crisis valida el estatismo. Esta crisis sí dice que los árboles no llegan al cielo y que no se puede permitir a la industria bancaria trabajar con estos niveles de deuda-capital. Esta crisis dice eso, pero no que es válido el intervencionismo estatal. Con los niveles con los que venía trabajando la industria bancaria de deuda-capital, no había manera de que el Estado pudiera fiscalizar, no había manera de que el Estado pudiera controlar, ni regular. Por eso queda invalidado el estatismo. El Estado puede regular un sistema bancario mucho más chico, con relaciones de deuda-capital mucho más baja. Esta intervención del Estado, haciéndose cargo de bancos y empresas, ha sido necesaria justamente por la aberración que impedía que el Estado controlara y supervisara.

* Aún desde la frontera de conocimiento en los Estados Unidos, la profesión económica, la academia, con el tiempo se ha ido desviando cada vez más de lo que fue la academia allá por los 50, 60 y los 70. Era una academia preocupada por los problemas macro fundamentales. Había una preocupación por el deber ser. Keynesianismo o monetarismo. Apertura comercial o no apertura comercial. Con el tiempo, la profesión se fue aislando de los problemas fundamentales de la macro y se ha ido especializando cada vez más en campos cada vez más chiquitos, donde cada vez era más importante la tecnología de la matemática y de la física, que la discusión de los problemas de sentido común.

* Sin llegar al extremo de la escuela austríaca, que niega toda posibilidad de medir, toda posibilidad de formalizar, la academia en el primer mundo, se había ido a discutir cualquier cosa en la estratósfera de sofisticaciones financieras interminables en lugar de los problemas fundamentales. La academia se olvidó de los grandes temas, como por ejemplo la locura de que haya cada vez más gente trabajando en el mercado financiero, que en la economía real. Con economistas cada vez más dedicados a hacer modelos matemáticos cada vez más sofisticados para generar más dinero con el dinero solo. Ahí sí, desde acá, me da la sensación de que sería muy bueno que la academia retornara a aquel amor por discutir los problemas fundamentales de la macro.