RAZON Y FE

Paulo VI y la luna

Hace cuarenta años, entre las millones de personas que presenciaron los primeros pasos del hombre en la Luna, se encontraba el entonces papa Paulo VI. Según las crónicas de la época, el Santo Padre, esa noche, contempló el cielo desde el observatorio astronómico de la residencia estival de Castelgandolfo, donde permaneció un largo espacio de tiempo mirando absorto la Luna, como en oración. Luego, en un momento determinado abandonó el telescopio y se sentó frente a la televisión para seguir el gran evento bien entrada la madrugada.

Meses después, los tripulantes de la nave "Apolo 11", Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins, fueron recibidos en audiencia por él el 16 de octubre de ese mismo año, ocasión en que le obsequiaron una pequeña muestra de los 22 kilos de rocas lunares que recogieron durante las dos horas que estuvieron en la Luna.

Aún se conservan en el observatorio y forman parte de las 1.200 piezas de meteoritos y cerca de 22.000 volúmenes de astronomía antigua escritos por genios como Copérnico, Galileo o Newton. Además recibió la bandera vaticana que ondeó en la Luna junto con la de todos los países del mundo.

En aquellos momentos, el Papa dedicó varios de sus discursos e intervenciones a reflexionar acerca del acontecimiento histórico que vivía la humanidad. En esos pensamientos, que mantienen plena vigencia, el Sumo Pontífice invitaba a meditar sobre el ser humano, que "domina el universo con su pensamiento", y sobre el progreso, porque el desarrollo científico había logrado una meta que parecía inalcanzable. Llamaba la atención sobre el hecho de que el poder humano, "la pasión por los instrumentos, por los productos del ingenio", llegase a convertirse en una idolatría, de la que, advertía, hay que protegerse.

"El desarrollo científico y operativo de la humanidad alcanza un umbral que parecía inalcanzable -aseguró-, también es cierto que el instrumento multiplica más allá del límite la eficacia del hombre, por lo cual es necesario interrogarse sobre si esta eficacia constituye siempre una ventaja".

También son muy significativas las palabras del Papa cuando afirmaba: "Es necesario que el corazón del ser humano sea tanto más libre, más bueno, más religioso, cuanto la potencia de las máquinas, de las armas, de los instrumentos que el hombre pone a su propia disposición es mayor y más peligrosa. Es un verdadero triunfo de los medios producidos por el hombre, para el dominio del cosmos, no debemos olvidar la necesidad y el deber que tiene de dominarse a sí mismo", exhortaba.

En tanto, en una de las audiencias generales de la semana de la llegada del hombre a la Luna, afirmó que la "empresa audaz, que tiene la atención de todos, nos obliga a mirar a lo alto, más allá del campo terrestre, para recordarnos la inmensa y misteriosa realidad en la cual nuestra mínima vida se desarrolla."

"Los antiguos -subrayó, por último, Paulo VI- contemplaban el cielo más que nosotros, se imaginaban fantasías, construían mitos inconsistentes y teorías falaces, daban al marco astronómico una gran importancia efectiva; no conocían las leyes físicas y matemáticas de la ciencia moderna, pero pensaban más que nosotros en la existencia del universo. Una lección de astronomía por parte de una mente creadora, una potencia secreta y superior".

"¡Honor, saludos y bendiciones a ustedes, conquistadores de la Luna, pálida luz de nuestras noches y nuestros sueños! Lleven a ella, con su viva presencia, la voz del espíritu, el himno a Dios, nuestro Creador, nuestro Padre. Nosotros estamos cerca de ustedes con nuestros votos y nuestras oraciones. Les saludó con toda la Iglesia Católica el papa Paulo VI", les dijo aquel 21 de julio, directamente desde Castelgandolfo.