RAZON Y FE

Ser, parecer y demostrar

Quien quiera ser algo no sólo debe esforzarse en serlo, sino que tendrá el compromiso de parecerlo y demostrarlo.

POR PABLO S. OTERO Todos los seres vivientes son, existen, y es su esencia lo que los diferencia entre sí. Es decir, tanto un perro como un hombre existen, pero la esencia de cada uno es la que ofrece las diferentes características que hacen a uno superior al otro. La esencia del hombre encuentra en la razón su máxima representatividad con relación a los demás seres vivos. Además, la esencia del hombre incluye otras características, como las diferentes virtudes o actos buenos voluntarios dirigidos por la recta razón, que dignificarán su esencia a través de la práctica. Por ejemplo, un hombre, además de ser racional por esencia, debe honrar esa condición y aspirar a ser virtuoso; por ejemplo, ser justo, una condición perfectible durante toda la vida y que se logra a través de la educación de la voluntad con los valores perdurables que ofrece el descubrimiento racional de la verdad. Sin embargo, en una sociedad mediocre no muy adicta a la vida virtuosa, además de ser justo se debe parecerlo. Pero, ¿cómo se hace para parecer justo? Parecer se relaciona con mostrar algo ante la opinión o dictamen de un tercero. Es decir, si una persona quiere, además de ser, parecer justo ante los demás, tendrá que, lógicamente, exhibir dicha virtud en la acción, plasmarla en la práctica de manera clara, asidua y concreta, a partir de una férrea voluntad dirigida a la consecución de su propósito. Aunque parezca algo lógico, no lo es, pues llevar a la práctica una convicción suele ser tan difícil como la adquisición de valores. El ser y el parecer se vinculan sólo a través de la realidad, la cual muchas veces sufre el oscurecimiento del culto desmedido por los sentimientos. El parecer es el camino que comunica la teoría con la práctica, el ideal con la acción. Pero una vez que se es y se parece justo, todavía hay de demostrarlo. Y la demostración se relaciona con probar, con defender racionalmente la acción y sus fundamentos. Por ejemplo, demostrar la ley de gravedad es aparentemente fácil, pero se complica en un lugar donde no hay gravedad y los cuerpos flotan. Demostrar que la justicia es un valor esencial para el género humano, en un mundo donde la única ley es la que surge del beneficio propio, es arduo. Para un hombre, entonces, demostrar que es justo, en primer lugar implica serlo, en segunda instancia parecerlo, y por último, adquirir una suficiente formación intelectual y cultural que le permita probar y fundamentar su esencia ante la ignorancia, el egoísmo y la envidia, que suelen ser las dificultades más persistentes. En definitiva, quien quiera ser algo no sólo deber esforzarse en serlo, sino que tendrá el compromiso de parecerlo y demostrarlo. De lo contrario será víctima del voraz apetito de las intrigas, los intereses y las conspiraciones de un mundo cada vez más deshumanizado. ¿El método para lograrlo? Una certera conjunción entre el conocimiento de sí mismo, la formación, la fe, el esfuerzo y la perseverancia como motor primordial, pues la vida, escribió Friedrich Nietzsche, es un manantial de goces, pero donde la canalla deja envenenadas las fuentes.