SE ESTRENO LA OPERA "ESTABA LA MADRE" DE LUIS BACALOV EN EL TEATRO ARGENTINO DE LA PLATA

El tema del dolor que aún sufrimos

"Estaba la madre", ópera en un acto. Libreto: Carlos Sessano, Sergio Bardotti y Luis Bacalov. Música y dirección orquestal: Luis Bacalov. Dirección del coro: Sergio Giai. Regisseur: Carlos Branca. Escenografía y vestuario: Sergio Massa. Coreografía: Omar Saravia y Carlos Branca. Cantantes: Adriana Mastrángelo, Alejandra Malvino, Mónica Sardi, Gustavo Gibert, Leonardo Estévez, Ricardo Ortale, Luciano Garay y otros. Orquesta y coro estables. En el Teatro Argentino de La Plata, el viernes 26.

El tema del sufrimiento de las madres de desaparecidos encontró su eco en el genero lírico mediante un trabajo que el compositor argentino, residente desde hace años en Italia, Luis Bacalov, presentó en la Opera de Roma en abril de 2004. Ahora, esa obra, "Estaba la madre" (del latin "Stabat Mater" que constituye un himno religioso atribuido a Jacopone da Todi en el siglo XIII de nuestra era) tuvo su estreno en el Teatro Argentino de La Plata, como el quinto título de la temporada de esa sala. EL SUFRIMIENTO El libreto preparado por el propio compositor en colaboración con Carlos Sessano y Sergio Bardetti alude al sufrimiento de las Madres de Plaza de Mayo mediante la narrativa de tres historias y la ópera esta estructurada en una duración de unos ochenta minutos, en acto único, con un prólogo, siete escenas y epílogo. Una es la historia de Sara, madre judía de Josele, sigue la de Juana, una maestra primaria y luego la de Angela, madre de un cura obrero. En forma narrativa, como cuadros cerrados tanto en su descripción como en lo compositivo, utilizan voces femeninas, que estuvieron vertidas con suma eficacia por las mezzosopranos Adriana Mastrangelo, Alejandra Malvino y Monica Sardi en cada una de las personificaciones, en tanto las partes masculinas plantean a tres generales, personificados por los barítonos Gustavo Gibert, Leonardo Estévez y Ricardo Ortale, también adecuadamente caracterizados en sus respectivos papeles. Aparece también planteada la figura del narrador, al estilo de un oratorio, que estuvo bien personificada por Luciano Garay y la de otros personajes episódicos, como un rabino, a cargo de Juan Fernández Mendy y un obispo, en la voz de Fabián Veloz. LA PARTITURA Así planteadas las cosas, la partitura aparece estructurada fragmentariamente en una sucesión de números cerrados, donde el coro comenta dichas escenas ubicado en una estructura arquitectónica, simétrica, descarnada, de tres niveles de altura diseñada por Sergio Massa ,autor también del adecuado vestuario y de los dibujos proyectados sobre pantalla en los cambios de cuadros. Esa disposición fue utilizada adecuando la secuencia de escenas y protagonistas diferenciando estamentos sociales y del poder. Asoman en la partitura que dirigió personalmente el autor y que está escrita para unos cincuenta músicos, los compases solistas para bandoneón con su identificatorio sonido, ejecutados en la ocasión por Luciano Hungman, también un violín solista (Fernando Favero) y piano (Hae Yeon Kim). Es perceptible la intervención del bandoneón, lo cual reafirma el concepto de Bacalov en alusión a recurrir al tango en frecuentes compases, al sostener que, a diferencia del folklore, la rica tradición de la música urbana rioplatense ha sido hasta ahora demasiado poco explorada. COMO UN ORATORIO Su estructuración, cercana al terreno del oratorio, más bien narrativa de los hechos y en números cerrados, tiene en lo vocal un tratamiento de canto declamado y recitativo entonado en todo caso, con algunos parlamentos incorporados y un coro que discursivamente va interviniendo (a la manera del coro griego, según idea del autor) en las escenas y que tuvo un protagonismo importante en la versión con la excelente y ajustada preparación del coro estable platense por Sergio Giai (destacada por ejemplo en la escena sexta, cantando desde el fondo y también en la séptima, que da precisamente nombre a la ópera). Sobria y acertada la puesta del "régisseur" argentino Carlos Branca, radicado actualmente en Italia, que concibió la escena "según su manifiesto- al modo de "una suerte de tragedia griega referida a los atropellos del poder en todo tiempo y lugar..." y logró dar a cada cuadro aislado la valoración de su sentido y texto con el efectivo aporte lumínico de Sergio Pujía. La coreografía, correctamente ejecutada por el ballet estable, apareció más en un rasgo convencional. El esfuerzo del Teatro Argentino, de sus cuerpos estables y su personal técnico fue pues gravitante