"LA GRANADA" ES UNA OBRA ANTIBELICA CON UN ENFOQUE QUE SE VOLVIO INGENUO

Un homenaje a Rodolfo Walsh

Ficha técnica: "La granada", de Rodolfo Walsh. Dirección: Carlos Alvarenga. Escenografía: Guillermo de la Torre. Vestuario: Maribel Solá. Música: Luis María Serra. Iluminación: Guillermo de la Torre y Daniel Zappietro. Actores: Diego Mariani, María Elina Ruas, Horacio Roca, Daniel Coelho, Juan Gil Navarro, Patricio Contreras, Nando Rodríguez, Antonio Ugo y Néstor Ducó. Teatro Nacional Cervantes.

Antibélica, absurda y si se quiere metafísica, aparte de ingenua, es la lectura que hoy ofrece "La granada", de Rodolfo Walsh. La pieza, que resume el contenido poético y militante de la prosa de este autor que fue periodista y novelista y había nacido en Choele Choel en 1927 y desapareció en 1977, fue estrenada originalmente el 22 de abril de 1965 en el teatro San Telmo, con dirección de Osvaldo Bonet. "La granada" transcurre en un campo de maniobras militares, en el que los uniformados argentinos prueban un nuevo artefacto explosivo -la "Innerblast 65", llamada "el relojito"- de origen alemán que viene con el suficiente "lobby" internacional como para atraer a los mercaderes de la guerra. SOLDADO EN APUROS En escena hay un capitán del ejército y algunos subalternos, a los que más tarde se sumará el conscripto Aníbal Gutiérrez, que es víctima del infortunio, del conflicto que hilvanará la obra. Gutiérrez es un soldado al que le tocó la mala suerte de tener que recibir órdenes de hacer detonar "el relojito" para probar su eficacia de arma letal. Al romperse uno de los resortes que hacen estallar la granada, obliga al muchacho a tener que mantener uno de los dedos apretado -"de por vida" o hasta que se acalambre- al artefacto para que no estalle y lo haga volar en mil pedazos a él y a los que lo rodean. La anécdota terrorífica sirve para producir un contrapunto de absurdas y poéticas elucubraciones, entre un disparatado especialista en explosivos de nombre Fuselli y el desesperado conscripto, que más tarde terminará siendo juzgado por un comité militar. Tal vez lo más valioso que encierra la pieza es que hoy, como ayer, el monólogo existencial, doloroso, en el que el "colimba" se cuestiona "y se culpa" de su joven existencia, se convierte en un testimonio de las víctimas inocentes que década tras década se devoran las guerras, léase Malvinas, Vietnam o Medio Oriente. LA CRISIS DE VALORES "La granada" resultó una pieza original para los años 60, extraña dentro del contexto de nuevos autores argentinos que asomaban en aquel momento y se inclinaban por un realismo que terminaría convirtiéndose en el reflejo de una clase media que comenzaba su propia crisis de valores. Más tarde surgiría Mayo del 68 en Francia y poco después "el cordobazo" argentino. A modo de homenaje a su autor, el Cervantes decidió reponer con un marcado tono de fábula sobre la guerra esta pieza que cuenta con una lírica puesta en escena de Carlos Alvarenga. Con pronunciados desniveles dramáticos, escenas y monólogos demasiado extensos y discursivos, los que el director trató de disimular mediante algunos efectos escénicos, la obra contó con una interesante interpretación de Juan Gil Navarro. El actor logró sostener con sensibilidad y buenos recursos dramáticos, las diversas situaciones por las que atraviesa el soldado. Patricio Contreras hace de su Fuselli, un personaje alocado, histriónico, al que el actor dotó de un acertado tono paródico y bufonesco, sin descuidar esa cualidad de discursiva y absurda poesía que encierra el texto. El mencionado clima de fábula sobre la guerra fue logrado a través de la escenografía de Guillermo de la Torre, el vestuario de Maribel Solá y la música de Luis María Serra. Juan Carlos Fontana