Opinión

Venganzas jurídicas y reparaciones históricas

Cuando Juan Manuel de Rosas fue derrotado en la Batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852, por su antiguo lugarteniente, Justo José de Urquiza, firmó su renuncia a la gobernación de la Provincia de Buenos Aires y marchó al exilio en Inglaterra.
El vencedor entró triunfante a la ciudad-puerto al frente de sus tropas y de un ejército extranjero, el del Imperio del Brasil, inmiscuido en la política argentina sin ningún disimulo. Después de establecer un gobierno provisional, Urquiza regresó a su provincia.
La ocasión permitió a los antiguos unitarios, ahora llamados liberales, dar un golpe de Estado, el 11 de septiembre de 1852, y hacerse del gobierno.
Se inició una cacería mortal de federales; se apropiaron de los bienes de Rosas y le iniciaron causas e investigaciones judiciales de todo tipo, que no llegaron a ningún lado.
El Restaurador nunca pudo regresar a la Patria, el odio fue más fuerte. Se construyó una leyenda negra que duró por décadas. Sin embargo, ciento doce años después, sus restos regresaron a su Buenos Aires natal y descansan en paz en una bóveda familiar. Calles, avenidas, monumentos hoy llevan su nombre y hasta un devaluado billete su rostro.

HIPOLITO YRIGOYEN
Tras soportar estoico una inédita campaña política y de prensa en su contra, Hipólito Yrigoyen fue derrocado el 6 de septiembre de 1930 y conducido detenido a la Isla Martín García. Su vivienda fue saqueada y la turba tiró por el balcón su bañera. La Corte Suprema avaló el golpe de Estado con una acordada. Entre bueyes no hay cornadas.
El 3 de julio de 1933 falleció Don Hipólito. Nunca antes una impresionante multitud se había dado cita para acompañar al caudillo radical hasta su tumba. Calles, avenidas, monumentos, escuelas y municipios lo recuerdan.

JUAN D. PERON
En octubre de 1945, el presidente Edelmiro Julián Farrell, presionado por el alzamiento de la Guarnición Militar de Campo de Mayo, exigió la renuncia a sus cargos al vicepresidente y ministro Juan Domingo Perón que, además, fue conducido detenido a Martín García.
Días más tarde la presión popular obligó al gobierno a liberar a Perón. Así el Coronel pudo ser candidato a presidente. Tras un contundente triunfo electoral asumió la primera magistratura el 4 de junio de 1946.
El 16 de junio de 1955 ocurrió el bautismo de fuego de la Aviación Naval y la Aeronáutica, bombardeando la Casa Rosada. El objetivo: asesinar a Perón. El intento fracasó, pero dejó centenas de muertos y heridos. Tres meses después Perón fue derrocado y debió partir al exilio. Sobre el ausente llovieron causas judiciales, confiscaciones de haberes y bienes, una comisión investigadora y hasta un libelo, el Libro Negro de la Segunda Tiranía.
No conforme con lo hecho, “los libertadores” profanaron la tumba de María Eva Duarte de Perón, secuestraron su cadáver y lo mantuvieron escondido durante dieciséis años.
El 9 de junio de 1956 estalló una sublevación militar que pretendió restaurar el orden constitucional. La represión de los liberales fue inmediata. Ante la detención e inmediato fusilamiento de varios civiles, sin ninguna intervención judicial, el jefe del alzamiento, general Juan José Valle, se entregó pero a pesar que el gobierno por intermedio del capitán de navío Francisco Manrique le había garantizado la vida, fue fusilado en la vieja penitenciaría de la Avenida Las Heras.
En 1973 Perón regresó triunfante al país; ganó las elecciones conquistando, por tercera vez, la presidencia de la Nación. Fue su momento más glorioso. Lo encontró la muerte el 1° de julio del año siguiente. Otra vez las calles de Buenos Aires estuvieron repletas de miles y miles de argentinos que despedían al General.
Los restos mortales de Evita descansan en el histórico Cementerio de la Recoleta, seguramente incomodando a algunos muertos que escribieron regodeándose en las paredes “que viva el cáncer”. Todos los 26 de julio, día de su fallecimiento, una multitud la recuerda con una marcha de antorchas.

MARIA ESTELA MARTINEZ
En 1976, un triunvirato, no judicial sino militar, derrocó a la presidenta María Estela Martínez de Perón y la mantuvo varios años presa. Soportó entonces causas judiciales e investigaciones que no llegaron a nada, pero lo peor es que organizaron un sistema represivo nunca visto sobre los argentinos. Secuestros, tortura, asesinatos, desapariciones y secuestro de bebés fueron una práctica habitual.
En 1983 la Argentina recuperó la vida democrática iniciando una etapa política, institucional y jurídica sin precedente. Las conclusiones de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas y los juicios a los distintos triunviros fueron seguramente la base de una fabulosa construcción democrática que creímos que iba a ser para siempre.
Si los acontecimientos históricos relatados tienen algo en común con los actuales, es pura coincidencia.