Cultura
LA TRASCENDENTAL BATALLA ENTRE GRIEGOS Y PERSAS QUE CAMBIO EL CURSO DE LA HISTORIA

Una visita a la llanura de Maratón

A fines del verano boreal del año 490 antes de Cristo, diez mil atenienses y mil ciudadanos de la pequeña ciudad de Platea en Beocia se enfrentaron con una fuerza expedicionaria del poderoso imperio persa que los triplicaba en número en la llanura de Maratón, a 40 kilómetros de Atenas.

A pesar de la desventaja, los griegos derrotaron y arrojaron al mar a sus enemigos, frustrando los planes de un ejército invasor que ya se había adueñado de Jonia, Tracia y Macedonia. Lograron frenar en el límite oriental de Europa la poderosa ola de despotismo asiático y establecieron las condiciones para un extraordinario desarrollo del espíritu humano. Puesto en términos actuales se podría decir que fue una batalla de impacto global que permitió que la libertad y la democracia se afianzaran.

En un ejercicio de historia contrafáctica se podría decir también que, de haber resultado victoriosos los persas, no existirían hoy ni el Partenón, ni la tragedia, ni la filosofía en los términos que la conocemos, ni muchos de los saberes y rasgos centrales de lo que llamamos cultura occidental.

Un montículo de tierra conocido como "el túmulo", de 10 metros de alto por 50 de diámetro ubicado cerca de donde se produjo el enfrentamiento más encarnizado, cubre los restos de cenizas y huesos calcinados en las piras encendidas después del combate. También los restos del banquete fúnebre celebrado por los 192 atenienses caídos en la lucha.

En la cima del túmulo una estela llevaba grabados sus nombres. El ser exhumados en el campo de batalla representaba un honor extraordinario para los griegos. Hasta tiempos del Imperio Romano el lugar fue meta de peregrinación de los jóvenes atenienses. Corría la leyenda de que por las noches se podía oir el entrechocar de las armas en el combate, los gritos de los soldados y el relinchar de los caballos.
Perdido en la llanura durante siglos, el túmulo fue descubierto en 1890 por el arqueólogo griego Valerios Stais. Las vasijas que cubrían su superficie están alojadas en el pequeño museo de Maratón y en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas.

Hoy no queda prácticamente nada del campo de batalla en que los atenienses liderados por Milcíades derrotaron a la temida infantería persa. El lugar ha sido ocupado por una pequeña y moderna ciudad balnearia. Maquetas ubicadas cerca del túmulo dan cuenta del despliegue de las fuerzas militares comprometidas, de su magnitud y ubicación, datos sobre los que subsisten no pocas dudas, ya que las principales fuentes son dos y ambas griegas: Heródoto, que reconstruyó los hechos 50 años después de ocurridos, y Diodoro Sículo que lo hizo más de cuatro siglos después.

Los persas eligieron la bahía de Maratón -protegida de los vientos y con una playa de pendiente suave- porque era el lugar ideal para desembarcar sus tropas. Cuando los griegos supieron del desembarco, fueron a cortarles el paso y se instalaron frente a la playa en un pasaje estrecho en el que no podían ser flanqueados. Sólo los atenienses y sus aliados de Platea. Los espartanos y los demás griegos se negaron a participar por temor a las represalias de los invasores a quienes creían seguros vencedores. Después de cinco días inmóviles frente a frente, los atenienses atacaron sorpresivamente y destrozaron a las fuerzas de Darío.

La fecha del enfrentamiento es imprecisa, entre el 10 y el 12 de septiembre, así como lo es el número de los persas y de sus pérdidas. Se calcula que eran entre 30 y 40 mil y que dejaron 6 mil muertos en la llanura. Las claves del éxito griego fueron tres: ubicar las falanges en una posición ventajosa en el terreno que impidió al enemigo usar su caballería, tomar la iniciativa atacándolo a la carrera sorpresivamente, y envolverlo en un movimiento de pinzas. Al verse flanqueados, los persas trataron de huir hacia las naves y fueron literalmente cazados por los griegos. Muchos se ahogaron en los pantanos cercanos al escenario de la batalla, pero la mayoría consiguió embarcarse y navegar hacia Atenas.

Los griegos enterraron a sus muertos y a marcha forzada llegaron antes para defender la ciudad. El resultado del combate y de los posteriores triunfos de Salamina y Platea fue la neutralización del peligro persa y un auge económico y político sin precedentes para los atenienses. También la gloria para los que combatieron en Maratón. Su orgullo por haber participado de la batalla puede medirse apropiadamente con un solo hecho: Esquilo prefirió que en su epitafio se consignase que había combatido en esa llanura antes que su gloria como dramaturgo.

Hoy el teatro del histórico combate está prácticamente olvidado. No es considerado un punto de atracción turística y las agencias no ofrecen excursiones para visitarlo. Quienes quieren pisar la playa en la que los hoplitas atenienses cumplieron una proeza que les valió la admiración del mundo griego deben emprender la aventura por su cuenta.

Este hecho encierra una paradoja: el Partenón está atestado de turistas; el lugar donde su construcción se hizo posible y que fue casi un santuario durante la época clásica, desierto. Por las noches ya tampoco se oyen allí los gritos de la batalla.