Durante más de tres siglos, un fantasma aterrorizó a Europa. Tenía testa de dragón, cuerpo angosto y alargado, y en su interior burbujeaba la sed de riquezas y sangre. Imaginad el pánico que generaba entre las gentes sencillas ver esa cabeza monstruosa navegando entre las brumas. Era el preámbulo del pillaje, la esclavitud de niños y mujeres, el degüello de los hombres bajo el hacha o el cuchillo curvo de salteadores de barbas largas y cabelleras rubias. Los bárbaros venían del frío.
Nos referimos, claro está, a los antiguos escandinavos. En sus fuentes escritas, viking significaba piratería o ataque pirata, mientras que el hombre que participaba en tal saqueo era realmente llamado vikingr.
Los vikingos -que 100 años atrás atrapaban la imaginación de un tal Jorge Luis Borges- vuelven a estar de moda, gracias a la industria del entretenimiento, en especial de las series. Pero la literatura no se queda atrás. El sello Espasa -del Grupo Editorial Planeta- trajo a la Argentina una novela muy entretenida sobre aquel azote de la cristiandad medieval.
Vikingos. Una saga de los mercenarios del Norte (628 páginas) es obra de Bjørn Andreas Bull-Hansen (Oslo, 1972), premiado levantador de pesas, consumado marinero, que ha ganado notoriedad por las seis novelas que escribió sobre sus ancestros. Suele disfrazarse de vikingo para promocionarlas.
La payasada podría hacer suponer que se trata de literatura de supermercado, pero no es así, o no del todo. Como novela de aventuras, la primera entrega de la saga es muy buena y la reconstrucción histórica, excelente.
TORSTEIN DE OSLO
El bestseller está escrito en primera persona. El anciano Torstein Tormodson evoca su vida de película, al fin del primer milenio. Vio más crueldad que la mayoría de sus contemporáneos, mejor dicho que la mayoría de los habitantes de cualquier otra época. “Todo hombre tiene recuerdos que lo persiguen”, reconoce.
Le tocó nacer al fin del siglo X cuando Noruega era una costa sin ley donde los diversos reyezuelos y caudillos tenías tantos milicianos como pudieran alimentar. Era una tierra -recuerda Torstein- en la que cada persona tenía sus armas siempre a mano y en la que tanto hijos como hijas aprendían a pelear desde que eran capaces de ponerse en pie.
A las doce años debió presenciar cómo en una incursión vikinga en Vingulmorsk (la actual Oslo) le rajaban el vientre a su padre. El mismo bandido que lo dejó huérfano, lo rapta y vende como esclavo, no lejos de allí. Lo compra un artesano que le enseña el arte de la construcción de de arcos y la construcción de buques. Esos barcos mercantes o Dragones para la guerra eran la gran innovación tecnológica de los escandinavos, el as en la manga que les aseguró 350 años de hegemonía. Noruega o Dinamarca era cualquier tierra donde pudieran llegar por mar.
Otra irrupción pirata le permite a Torstein recuperar su libertad; no obstante, las cicatrices en el cuello (por la forzada anilla de metal) delata su condición de esclavo, la mercancía más lucrativa de la época. El chico al que el infortunio obligó a madurar de golpe debe escapar al extranjero. Va en busca de su hermano Bjørn.
Herr Bull-Hansen demuestra un gran talento para mostrarle al lector usos y costumbres del año 994 de la era del Señor. Convivimos con campesinos de las islas Orcadas y citadinos de la pestilente Jorvik (la actual York). Participamos de una brutal batalla naval en el fiordo de Trondheim. Conocemos la legendaria fortaleza de Jomsborg, en la desembocadura del río Oder, donde una hermandad de mercenarios convierte al joven Torstein en el mejor guerrero de su estirpe: los jomsvikings.
Hay que destacar que el autor trabaja también con personajes de la vida real como el deleznable Olaf Huesos de Cuervo, el primer rey cristiano de Noruega (los caminos del Señor son inescrutables).
Otro acierto es que sitúa la acción en una época de transición. Escandinavia estaba abandonando los viejos dioses del paganismo para abrazar la fe cristiana. El Ungido reemplaza a Odin. Pero el viejo Torstein se queja: "¿Acaso el Cristo blanco ha amansado a todos los hombres y ha acabado con nuestro furor?... antes apreciábamos el coraje por sobre todo lo demás", dice a sus oyentes.
EL PENDULO
Hay en Bull-Hansen una sana pulsión realista, que lo distancia de la caricatura romántica de los vikingos que han propalado las series. Aquélla era una cultura esclavista, en la que se raptaban mujeres para el deleite inmisericorde de los guerreros. A algunas les cortaban la lengua para que no se quejaran.
Es curioso que los nórdicos del siglo X despreciaran al resto de los europeos por someterse a un rey. Veían a los francos como salvajes que no dudaban en quemar a los vasallos que no aceptaban convertirse al cristianismo. Reivindicaban los noruegos sus asambleas de hombres libres: el thing se considera un antecedente de los parlamentos modernos.
Para matizar, hay pinceladas de nacionalismo literario, lo que nunca es bueno para la obra. Los escandinavos no eran un solo pueblo sino varios. Muchos noruegos despreciaban a los vikingos porque un guerrero no solo debe ostentar valentía sino también tener corazón. Y, al fin y al cabo, esos brutos formidables no fueron peores que cualquier otro grupo de piratas esclavistas de la historia, se nos insinúa.
El escritor noruego transmite muy bien una suerte de erotismo de la batalla que desvela a ciertos hombres: “...la imagen de la flecha clavándose en el pecho de un guerrero de Gardarike, produce una extraña sensación, semejante al deseo de un hombre de intimidad con una mujer”.
Amigo lector, la mayoría de nosotros hemos sido bendecidos por nacer en un lugar y en un año que, hasta ahora, nos han privado de sentir en el pecho “la callada emoción que todo hombre siente cuando sabe que el fragor de la batalla se aproxima…”.