Espectáculos
DANZA

Una reposición con rigor y encanto

El Ballet del Teatro Argentino de La Plata despide el año con ‘La Bayadera’.


‘Suite del Ballet La Bayadera’. Basado en textos del poeta indio Kālidāsa. Libreto: Serguei Judekov, Marius Petipa. Música: Ludwig Minkus. Coreografía: Marius Petipa. Reposición: Edgardo Trabalón. Dirección musical: Darío Domínguez Xodo. Escenografía: Fabián Giménez. Vestuario: Viviana Serafini. Iluminación: Esteban Ivanec. Por: Ballet Estable del Teatro Argentino de La Plata (direc.: María Fernanda Bianchi), Orquesta Estable del Teatro Argentino de La Plata. En la sala Alberto Ginastera del Centro Provincial de las Artes Teatro Argentino (Av. 51 entre 9 y 10). Hoy última función, a las 18.


 

Marius Petipa provenía de una familia dedicada a la danza, llegó a San Petersburgo en 1847 para trabajar como bailarín en el Ballet Imperial Mariinski. Contaba con veintinueve años y una notable experiencia en las principales ciudades europeas, ya había creado obras reconocidas por su técnica innovadora en París y Burdeos.

Treinta años después, Petipa estrenó ‘La Bayadera’ como director y maître de los Ballets Imperiales en Rusia, dando inicio a una época que se extendió hasta el siglo XX. Sus ballets más famosos, como ‘El lago de los cisnes’, ‘La bella durmiente’ y ‘El cascanueces’, son fundamentales en el repertorio mundial. Su legado influyó decisivamente en el desarrollo del ballet clásico y continúa inspirando a coreógrafos y bailarines actuales.

PRESERVAR EL ESTILO

‘La Bayadera’ requiere una técnica depurada y una sensibilidad especial para preservar su estilo. En esta versión condensada, Edgardo Trabalón procuró mantener la esencia de la obra original, mientras la ajustaba a las particularidades del Ballet Estable bajo la dirección de María Fernanda Bianchi.

La labor de reposición se fundamentó en el respeto por la tradición, lo cual se evidenció en la recuperación de secuencias originales de Marius Petipa y en la adaptación cuidadosa de éstas a las capacidades del Ballet Estable. Además, Trabalón contó con la participación de Gabriela Alberti como asistente, cuya vasta experiencia en montajes previos resultó clave para resguardar la línea estilística del ballet y garantizar la fidelidad al estilo clásico. El trabajo colaborativo entre todos los integrantes favoreció un ambiente creativo y enriquecedor, donde el intercambio de ideas y la suma de talentos influyeron de manera positiva en el resultado artístico.

El formato suite privilegia la presentación de los momentos más representativos de la historia, facilitando que el público siga el hilo argumental incluso en una versión abreviada. En el primer acto, la atención se centra en la boda de Solor y Gamzatti, donde los celos y la traición generan las tensiones dramáticas principales; mientras tanto, en el segundo acto destaca el Reino de las Sombras, considerado una de las escenas más emblemáticas y apreciadas en el repertorio clásico.

Según Trabalón, el objetivo al estructurar la obra fue mantener “un arco emocional claro” entre ambas partes, asegurando que la coherencia narrativa se preserve a pesar del recorte. Esta decisión no solo explica los motivos detrás de la adaptación, sino que también impacta directamente en la experiencia del espectador, quien puede disfrutar de la esencia y profundidad de la obra aunque se trate de una versión condensada. Comparado con montajes completos del ballet, el formato suite permite un acceso más inmediato a los momentos de mayor carga emotiva y visual, lo que resulta en una experiencia intensa y memorable para el público.

BUENAS ACTUACIONES

Romina Panelo interpreta a Nikiya, la bailarina india del templo, cuya vida se ve marcada por la traición de su amante Solor. En el escenario, Panelo muestra un control férreo y un fraseo musical sereno, además de una brillante línea clásica. Su actuación se distingue especialmente en momentos donde la delicadeza de sus movimientos transmite la esperanza y el dolor de Nikiya; y en el pasaje de la muerte, en el que cada gesto, mirada y silencio logra conmover al público hasta el fondo.

Marius Petipa creó este ballet en San Petersburgo en 1877, pero Panelo le aporta a la coreografía un brillo renovado, haciendo que cada matiz de las emociones –desde la devoción hasta el sufrimiento y la resignación– se proyecte con fuerza por todo el auditorio. Solor, el guerrero que promete amor eterno a Nikiya pero termina traicionándola por deber, es el eje del drama trágico que Panelo encarna magistralmente, facilitando la comprensión y la empatía incluso para quienes no conocen la obra original.

Sabina Alvarez encarna a la calculadora princesa Gamzatti, desplegando una presencia escénica que va más allá de la destreza técnica. Se muestra sensualmente balletística cuando se entrega por completo, destacando por sus saltos imponentes y giros vertiginosos. Alvarez utiliza una mirada penetrante y gestos sutiles para expresar la ambición y el conflicto interno de Gamzatti, lo que enriquece la complejidad del personaje y permite al público percibir sus motivaciones más profundas. En distintos momentos, su Gamzatti cobra vida con brillantez, especialmente durante la escena en la que observa con ávida expectación el baile final de Nikiya: esa tensión resulta escalofriante, tanto como su posterior regodeo y la forma casi vampírica en que se reivindica a Solor. Cabe señalar que Solor, interpretado aquí por Angel Klug, es el guerrero dividido entre el deber y el amor, siendo el prometido de Gamzatti y amante de Nikiya, lo que intensifica el dramatismo de la escena y ayuda a contextualizar la relación entre los personajes.

Klug asumió el papel principal masculino, y la intensidad de su interpretación logró emocionar al público, transmitiendo una pasión palpable en cada movimiento. Sus saltos de pantera, modales elegantes y una atención ardiente hacia sus compañeras de baile lo perfilan como uno de los artistas más solicitados.

HIPNOTICO

La secuencia del Reino de las Sombras, considerada uno de los momentos más famosos del ballet clásico, resalta la destreza y sincronía del elenco bajo una atmósfera mágica. En general, los bailarines del Estable se desenvuelven con precisión y encanto, especialmente en esta parte hipnótica bajo la luz de la luna, creando una experiencia inolvidable que conecta profundamente con el espectador.

La partitura de Ludwig Minkus, interpretada con brío y entusiasmo por el director Domínguez Xodo, aporta una atmósfera musical rica en matices. La interpretación orquestal no solo acompaña la acción escénica sino que contribuye decisivamente a la intensidad y emotividad de la narrativa. La obertura, por ejemplo, se despliega con una energía vibrante que atrapa desde el primer compás, anticipando la riqueza expresiva que caracteriza al resto de la partitura.

Calificación: Muy bueno