Opinión
Siete días de política

Una prueba de fuego para los dos últimos liderazgos nacionales

Cristina Kirchner y Mauricio Macri, se atrincheraron en sus bastiones electorales, La Matanza y CABA, respectivamente, para resistir las ofensivas de Kicillof y Milei. ¿Lo conseguirán?

Con los primeros pasos de la campaña quedó a la vista que no se trata de una renovación legislativa, sino de una batalla por renovar en el plano nacional los liderazgos obsoletos de las principales fuerzas políticas. Hay un proceso sucesorio ligado en buena medida a un recambio generacional.

Si bien los jefes cuyo futuro está en juego, Mauricio Macri y Cristina Kirchner, tienen antecedentes, características e ideologías diferentes, ambos recurrieron a la misma estrategia para defenderse de quienes pretenden desplazarlos: refugiarse en los distritos que han controlado electoralmente en las pasadas dos décadas. 

El ex presidente, en la Ciudad de Buenos Aires que ha gobernado en persona o a través de delegados durante 17 años sin perder una elección y la ex presidenta, en uno de los distritos más pobres y populosos del Gran Buenos Aires, donde su aparato clientelar le asegura al peronismo un control probado sobre los votantes. 

Cristina Kirchner hizo saber a través de trascendidos que se postularía como diputada provincial si Kicillof la desafía, lo que representa un retroceso inédito en su “cursus honorum”. Ocupó dos veces la máxima magistratura del país y una la segunda, pero la necesidad manda. Hoy le da apenas para una banca en La Plata.

¿Por qué acepta ese “down grade”? Porque el kirchnerismo maneja encuestas que le asignan a su jefa en la tercera sección entre un 40 y un 43% de intención de voto, aun antes de lanzar oficialmente la candidatura. En suma, un triunfo prácticamente asegurado.

Su confianza electoral contrasta con la actitud más cautelosa de Macri que prefirió no someterse al escrutinio de los votantes de CABA y mandó a una dirigente de tercera fila del PRO, Silvia Lospennato, a asumir ese riesgo. Hoy su candidata va rumbo a conseguir un tercer puesto cómodo (ver “Danza de números”).

Pero, a pesar de su seguridad sobre el funcionamiento de la maquinaria electoral bonaerense y el apoyo de los punteros camporistas, Cristina Kirchner no las tiene todas consigo. Por eso en el mensaje del 1° de Mayo pidió la unidad y encargó a Sergio Massa la tarea de convencer al gobernador de no facilitarle un triunfo al gobierno si finalmente el PRO y LLA van en la provincia con listas unificadas. 

Esto último puede suceder por dos razones: una, Macri no tiene, salvo en Vicente López, ningún enclave de poder con presupuesto significativo y, dos, los dirigentes bonaerenses del PRO van a saltar las tranqueras, si no se las abren.

De todas maneras, la decisión final estará supeditada al resultado de la elección porteña. Si Lospennato sale tercera, las listas en la provincia las armarán los Milei.

Por su parte, CFK ve como Kicillof parece decidido a competir, a pesar de que nunca mostró capital electoral propio y es un invento político de ella. El caso raro de un gólem desobediente. Sin ser brillante, el gobernador tampoco tiene el carisma entre el pobrerío que, en cambio, conserva la repartidora de planes platita, empleo público, subsidios y “jubilaciones” sin aportes. 

En este marco el entorno de Kicillof ya pasó a la descalificación pública de sus oponentes. Andrés Larroque llamó a la Cámpora “la bandita de Máximo”. Si no reacciona ante esas provocaciones, la ex presidenta dará una muestra de debilidad. 

En resumen, el conflicto se resolverá negociando listas o en las urnas con listas separadas, pero los tironeos parecen cerca de alcanzar un punto de no retorno.

En el actual contexto el que se encuentra en mayor desventaja en la lucha por la supervivencia es Mauricio Macri. Faltan dos semanas para votar y su candidata no despega, lo que obedece a varios factores, pero fundamentalmente a que pierde frente al mileismo en la puja por representar una opción de cambio real.

De allí las reacciones de Macri, cada vez más agresivas y desorientadas. Primero acusó a Milei de “comprar” dirigentes del PRO, y en los últimos días, de corrupción, porque no había cambiado la ubicación del país en la lista de una organización internacional sobre transparencia gubernamental. No se sabe si esa idea se la sugirió el consejero Gutiérrez Rubí. En ese caso, el gobierno debería asegurarle la habilitación laboral en el país por los próximos 20 años.

Pero el macrismo se ha encontrado con que no sólo Milei le resta votos, sino también Horacio Rodríguez Larreta, aunque su carisma sea solo comparable al de un gólem, pero en este caso de Silicon Valley.

El oficialismo trata de ponerse por encima de estas peleas de pago chico nacionalizando la elección bajo el lema “Adorni es Milei”. No parece poco riesgo en un distrito en el que voto de derecha va partido en cinco: Adorni, Lospennato, Rodríguez Larreta, Santoro (Yamil), y Marra. ¿Sabrá el presidente algo que el común de las encuestas no muestra?