Opinión

Una propuesta política bajo la realeza de Cristo

El pensamiento de Jordán Bruno Genta.

Por Juan Manuel Aubry

La figura de Jordán Bruno Genta (1909-1974) no puede entenderse sin el marco de la crisis política y espiritual que atravesó la Argentina en el siglo XX.
Egresado de la Universidad de Buenos Aires y rector de distinguidas instituciones, Genta no fue un intelectual de torre de marfil, sino un filósofo cuya palabra se encarnó en la lucha doctrinal que requería su tiempo. Su asesinato en 1974, mientras se dirigía a Misa, selló con sangre una vida dedicada a la enseñanza de la filosofía y la política subordinadas a la Verdad.
Este artículo se propone desglosar de forma escueta su pensamiento político a través de dos de sus obras fundamentales: La Opción Política del Cristiano y Principios de la Política, textos de fácil acceso y recomendada lectura. En un contexto marcado por la infiltración de ideologías ajenas a la tradición hispánica y católica, Genta propuso una alternativa que hoy recobra una vigencia inusitada.

EL ESTADO COMO MEDIO Y EL BIEN COMUN Para Genta, la política no es un juego de intereses o una simple lucha por el poder, sino una actividad esencialmente ética y natural.
Siguiendo la tradición aristotélico-tomista, sostiene que el hombre es un "ciudadano por naturaleza" que encuentra en el Estado la suficiencia necesaria para su existencia temporal. Sin embargo, el filósofo establece una distinción jerárquica crucial para entender la concepción católica del ordenamiento estatal necesario para vivir en sociedad, teniendo en consideración el principio rector de que la familia es la célula vital de este.
Es decir, el Estado debe someterse al orden trascendente de la Verdad y la Caridad de Dios para cumplir su fin. La persona humana es el principio, sujeto y fin de toda institución social; por ende, el Estado es un medio para que el ciudadano se realice plenamente. Esta plenitud se encarna en el concepto de Bien Común, entiéndase que este no es la suma de intereses individuales, sino la primera y última ley ante Dios y la sociedad, consistiendo en un caudal de bienes honestos y útiles para todos los habitantes de la nación, o en palabras del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección”.
Genta advierte que cuando el Estado olvida su subordinación a la Ley Divina, se convierte en una maquinaria técnica desprovista de sentido ético. Para muestra de ello, basta mirar la historia de las naciones que se entregaron al ateísmo marxista acérrimo o al laicismo liberal y las políticas inhumanas que estos llevaron -y llevan- adelante.

SOBERANIA NACIONAL VS. SOBERANIA POPULAR
Uno de los puntos que más inquietud puede dar a más de un lector y a la vez, uno de los más profundos de la obra de Genta es su crítica a la democracia liberal y al concepto de "soberanía popular". Para el pensador argentino, la única soberanía absoluta es la de Dios, universorum Rege.
Es así que el cristiano debe reconocer que todo poder proviene de Dios y se manifiesta en la Realeza de Cristo, el Verbo Encarnado, concepto que este año en el centenario de la Quas Primas más que seguro que hemos sentido nombrar.
Este poder, es relativo y limitado, necesario para asegurar la justicia de la Nación en la Caridad de Cristo. Esta soberanía nace y se sostiene históricamente junto con la voluntad de ser una comunidad con destino propio, y no simplemente de la aritmética de las urnas.
Cabe decir entonces que el Estado legítimo es aquel donde gobiernan las "superioridades legítimas", basadas en el talento dado por Dios y el esfuerzo personal, independientemente del consenso popular.

EL ERROR METAFISICO DE LA SOBERNIA POPULAR
Genta sostiene que la soberanía popular no es solo un sistema de organización política defectuoso, sino un error de orden metafísico y teológico.
El filósofo argumenta que el concepto moderno de soberanía popular pretende que el poder nace de la voluntad autónoma de la masa, lo cual constituye una usurpación de la Real Soberanía de Dios.
Para el pensador argentino, esta es la "falacia de las urnas": la creencia de que un número (la mayoría) puede determinar la Verdad o la Justicia, cuando estas son realidades objetivas que preexisten a cualquier consenso humano.

SUPERIORIDAD LEGITIMA Y ARITMETICA ELECTORAL
Hacemos hincapié entonces en la siguiente idea de nuestro autor: la legitimidad no deviene del voto, sino de la adecuación al orden natural. Afirma que nadie es superior legítimo por el solo hecho de haber sido elegido, y que la verdadera superioridad procede de los talentos recibidos de Dios y del esfuerzo personal para hacerlos fructificar en favor del Bien Común.
En consecuencia, es mejor la calidad sobre cantidad, puede darse el caso de que la mayoría elija a alguien por ser el mejor, pero es esa "bondad" intrínseca la que legitima el mando, no el acto del sufragio en sí mismo.

CONSECUENCIAS DEL ´LIBRE EXAMEN” EN LA POLITICA
Genta vincula la soberanía popular con el concepto de "libre examen", al que considera una raíz del desorden moderno. Al otorgar al individuo la potestad de decidir sobre lo justo y lo injusto sin referencia a una autoridad superior (Cristo), la sociedad cae en un relativismo que facilita la penetración de ideologías destructivas. En la visión de Genta, la democracia liberal basada en la soberanía popular es el caldo de cultivo para la proliferación de ideas peligrosas para el bien común.
Al desvincular al Estado de su subordinación al orden trascendente, la población queda desprotegida éticamente, permitiendo que el nihilismo, el marxismo, el liberalismo y el posmodernismo capturen las mentes a través de la intimidación o la convicción errónea.

LA ALTERNATIVA: LA REALEZA DE CRISTO Frente a la soberanía del pueblo, Genta proclama la Realeza de Cristo como el único fundamento sólido para una política argentina para argentinos.
Todo poder viene de Dios, Citando las Escrituras, recuerda que "todo poder ha sido dado en el Cielo y sobre la tierra" a la persona de Cristo. Cualquier opción política legítima para un cristiano debe fundarse en el reconocimiento de que la Nación entera debe estar integrada en un Estado soberano que, a su vez, esté subordinado a la realeza absoluta de Cristo.

EL DESTINO TRASCENDENTE OLVIDADO
Genta nos ofrece una visión donde la política es el medio para instaurar el Bien, la Verdad y la Belleza en el orden temporal. La misión de una política católica es asegurar la justicia y el bienestar de los ciudadanos para que estos, con sus necesidades temporales cubiertas, puedan orientarse hacia su fin último: la unión con Dios.
Así, un católico no debe entender la política como el mero acto de sufragio o la participación militante partidocrática, sino la posibilidad de proclamar la realeza de Cristo, buscar el Bien Común por medio de cuerpos intermedios que hagan contrapeso a la tirana soberanía de masas.

SU LEGADO
En un mundo que parece haber perdido su brújula moral, la voz del Profesor Jordán Bruno Genta nos recuerda que no hay orden natural factible sin la asistencia de Nuestro Señor Jesucristo, ni verdadera justicia humana sin la Caridad de Dios
.
Su legado es una invitación a la resistencia frente a las ideologías disolventes y a la reconstrucción de la Patria sobre sus fundamentos eternos que nos fueron legados por los hombres que que sellaron con sangre y fraguaron a fuego los valores de nuestra Nación hispana, criolla y católica.