Espectáculos
‘El puente’, de Gorostiza, por Pablo Gorlero

Una obra de otro tiempo que brilla en una puesta ocurrente y efectiva


‘El puente’. Autor: Carlos Gorostiza. Versión, puesta en escena y dirección: Pablo Gorlero. Coreografía: M. Svartzman. Diseño de luces y sonoro: A. Bandi. Diseño de escenografía y vestuario: V. Abramovich. Actores: Juan Trzenko, Mariel Rueda, Agustina D’angelo, Florencia Cubelo, Ivana Averta, Nicolás Cúcaro, Joaquín Ceballos, Elián Harpern, Mauricio Méndez y otros. Los sábados a las 20 en Andamio 90 (Paraná 662).


En la función a la que asistimos la puesta comenzó, accidentalmente, en el vestíbulo del teatro. Un hombre andrajoso ingresó al hall como un espectador más y comenzó a recorrer la fila de espectadores, suponemos que pidiendo una ayuda. Se notaba cierta incomodidad en la concurrencia y no tardó demasiado en presentarse el director de la obra, quien con modales educados lo acompañó hasta la puerta y gentilmente lo sacó del teatro.

A nadie se le ocurrió poner en práctica el discurso progre al que en general son afectos ciertos sectores de la sociedad. Aquí la inclusión, la empatía, la solidaridad brillaron por su ausencia. En esta previa impensada algunos vimos la prefiguración de ‘El puente’ de Gorostiza, puente como separación entre los unos y los otros, entre la civilización y la barbarie, entre los de arriba y los de abajo, entre los andrajosos y mal vestidos y los de ropa de marca y cara.

Una concepción de puente alejada del sentido que le daba el difunto Papa Francisco: “El puente -afirmaba- nace del amor como unidad del bien, la belleza y la verdad. El muro nace del ensimismamiento, del encierro del otro, de la indiferencia, del no dialogo, del mal” .

Estas últimas cinco actitudes están presentes en la vida y se destacan en este texto dramático estrenado el 4 de mayo de 1949 -¡no en 1964 como indica la gacetilla de prensa!-, dirigido por su autor Carlos Gorostiza y Pedro Doril en el teatro La Máscara. Este hecho marcó un hito: acercó el teatro porteño a la problemática nacional.

LUCHA DE CLASES

La inclusión del discurso dentro de la textualidad argentina, la exploración del realismo y la captación de un público popular fueron motivados por la polémica presencia del peronismo en la vida nacional, con el cual el movimiento independiente se hallaba enfrentado. Por eso Gorostiza machaca en su obra con la crisis económica durante la tiranía de Juan Domingo Perón y refleja la situación social a través de personajes que representaban casi roles sociales en aquella época. Con la crítica y observación de la realidad transmitía una reflexión sobre la lucha de clases y la injusticia.

‘El puente’ no se volvió a hacer en Buenos Aires hasta 1998 cuando cumplió cincuenta años y el Teatro Cervantes a través de ella homenajeó al Teatro Independiente. Gorostiza realizó un trabajo en conjunto con Daniel Marcove (el director) y declaró que juntos habían "peinado" la obra quitándole lo que ahora resultaría obvio, pero remarcó que no hicieron cambios porque creían que estaba vigente. “Justamente, cuando la escribí -afirmaba- traté de darle una ubicación clásica (la historia transcurre en 1947), consagrada, quizá para que no perdiera actualidad. No quería que la obra fuera coyuntural: ni en el tema, los personajes ni el lenguaje”.

La audacia artística de Pablo Gorlero lo llevó a reunir a un elenco de más de quince actores en una sala de teatro alternativo, un gesto loable y valiente para poner en escena un texto difícil, prisionero de una época. ¿Por qué su autor no quería que la obra fuera coyuntural? ¿Por qué se representó tan pocas veces en Buenos Aires en cincuenta años? Nos parece que el entusiasmo del director no le hizo pensar en estas cuestiones y se lanzó a realizar una versión tal vez anacrónica pero, al mismo tiempo, diseñó una puesta ocurrente y novedosa.

LA ESPERA

En cuanto a la versión, no reparó en el momento histórico al que hemos hecho referencia y eso jugó en contra. Ubica la fábula en enero de 2025 en un barrio porteño de clase media baja, con una casona de familia acomodada. En cada lugar esperan a dos personas que trabajan en la construcción de un puente, que no regresaron la noche anterior. La familia aguarda al ingeniero mientras los chicos de la barra, junto a su madre y hermana, esperan al joven obrero Andresito.

En la larga espera se suceden diálogos poco creíbles. Se exagera en la utilización de palabras contemporáneas y las acciones no se condicen con las de jóvenes ni adultos de estratos sociales bajos. En su mayoría no admiten ni una mínima corrección; cuantos educadores han sido víctimas de alumnos o de sus padres que se sienten superiores aunque sean analfabetos. Y en cuanto al maltrato proferido por las supuestas señoras de clase alta lanzando expresiones como “vagos” o “negros”, tampoco son propios de 2025 donde hasta pronunciar la palabra mucama es signo de estigmatización y ni imaginemos el destino que puede tener quien tenga la osadía de pedir que bajen la música a una barra de muchachones callejeros.

Estas debilidades hacen poco creíble a este ‘Puente’ 2025 con teléfonos celulares y aparatos de aire acondicionado. No obstante, la puesta de Gorlero es ingeniosa y efectiva. Aprovecha el espacio escénico estupendamente. El nutrido elenco siempre está en escena. Los momentos más logrados son cuando los actores se mueven en silencio en el escenario apenas iluminado y la acción transcurre abajo, muy cerca del público. El uso de esos dos ámbitos, el interior de la casona y la calle, están muy bien aprovechados y logran su objetivo.

Otro dato destacable son las transiciones entre actos. Gorlero desterró el apagón simplista y vetusto y lo reemplazó con breves coreografías acompañadas de música y de luz que aportan un detalle de indudable valor artístico.

Además, no es sencillo formar un gran elenco como este, donde se destacan las actuaciones de Juan Trzenko -el Padre-, un rol fundamental que el actor encarna con sabiduría de vida; y Mariel Rueda -la Madre-, muy bien trabajado el papel aunque demasiado sumisa para los tiempos que corren. Hay actuaciones bastante parejas en los muchachos de la barra, si bien se destaca por su experiencia y solidez actoral Mauricio Méndez y una verdadera revelación, Micaela Neve, en el papel de Pichín, interpretado con frescura, naturalidad y destreza corporal.

Calificación: Buena