El señor Kreck
Por Juan Octavio Prenz
Fondo de Cultura Económica. 263 páginas
Tal vez no sean tantos los temas sino múltiples las maneras de abordarlos. El amor, la muerte, el destino, la pasión, la amistad, la traición, el odio son condimentos esenciales que se repiten en casi todas las historias. El desafío del artista es saber o lograr usarlos con creatividad, imaginación y, porqué no, eficiencia.
De alguna manera Juan Octavio Prenz, hombre de letras nacido en La Plata y enterrado en Trieste, nada contra la corriente de los estilos que mandan en la literatura actual. Frente a la eficacia probada de la frase corta despliega amplios párrafos de ideas encadenadas que se someten unas a otras como quien abre infinitas mamushkas. En lugar del gancho a la pera, el nocaut trabajado en 12 rounds.
También se le da por ensayar imprevistos aunque no confusos saltos narrativos. Utiliza la tercera persona cuando describe las acciones del protagonista –Rodolfo Kreck- y luego muta a la primera al encarnar la voz de la esposa, Rosario. Por eso El señor Kreck es una novela de argumento simple pero elaboración compleja.
Escritor prolífico y galardonado, el autor –fallecido en 2019- construye una historia y teje dos misterios. Rodolfo Kreck es un inmigrante centroeuropeo que vive en Ensenada. Agente de seguros, prolijo, pasa por ser casi un hombre gris, rutinario, sin sorpresas. Su cultura de origen lo ha llevado a forjar una personalidad reservada, de pocas palabras, seria. Es, a la vista de todos, una persona respetable.
Son los años ’70, época de dictadura militar, y cada habitante es un sospechoso. En ese fango es que Kreck toma una decisión singular: alquilar un departamento sin avisarle a su mujer. Abre así la primera incógnita. El segundo signo de interrogación surge cuando, de manera inesperada, es encarcelado.
¿Por qué y para qué alquiló ese departamento? ¿Cuáles son las razones por las cuales fue detenido? Prenz empolla los dos misterios hasta la última página. El texto alterna entre la minuciosidad descriptiva y un ritmo propio de la oralidad que cobra forma en los momentos que el relato así lo requiere.

Todo o casi todo se desploma en la vida de Kreck. Su nombre sale publicado en los diarios, las acusaciones se multiplican. La gente que antes lo respetaba comienza a encontrar en sus silencios el argumento que encubre el delito, la militancia, la acción armada. De nada valdrá que no haya pruebas al respecto.
Y, pese a todo, el metódico agente de seguros hace planes, organiza su agenda, proyecta negocios. Como si ese entorno que se derrite a su alrededor pudiera ser ignorado, como si viviera dos existencias en forma paralela. Las rejas que lo encierran no parecen ser obstáculo suficiente para él. Quizás sea un hombre pertinaz, un audaz, o tan sólo un tipo ingenuo.