Espectáculos
CLÁSICA

Una aceptable edición de ‘Werther’

En el Teatro Colón, después de una década.


‘Werther’. Drama lírico en cuatro actos, con texto de Édouard Blau, Paul Milliet y Georges Hartmann, y música de Jules Massenet. Iluminación: Gonzalo Córdova. Escenografía y vestuario: Jorge Ferrari. Coreografía: Mariana Svartzman. Régie: Rubén Szuchmacher. Con: Jean-François Borras, Annalisa Stroppa, Jaquelina Livieri, Alfonso Mujica, Cristián De Marco. Coro de Niños (dir.: Helena Cánepa) y Orquesta Estable del Teatro Colón (dir.: Ramón Tebar). El domingo 24 en el teatro Colón.


 

 

Basada en la célebre obra de esa enorme figura que fue Goethe (‘Die Leiden des jungen Werthers’), precursora de un romanticismo exacerbado, que inspiró en sus años más de un suicidio por desencuentros amorosos, la ópera de Massenet, estrenada en Viena en 1892, llegó a nuestro país en 1897 (Teatro de la Opera). En el Colón se presentó en 1912, y a partir de allí se dio en doce oportunidades, con el concurso protagónico, entre otros, de Georges Thill y Raoul Jobin, y más recientemente Luis Lima y el inolvidable Alfredo Kraus con su frac azul, verdadero arquetipo del personaje. Junto con ‘Manon’, sus dos obras más importantes, la sala de la calle Libertad repuso este domingo el título del compositor francés en cuarta función de abono de la temporada oficial, en una versión que tuvo sus luces y sombras, por que resultó por cierto sólida en sus aspectos vocales, y endeble en su costado teatral.

 

ELENCO ESTIMABLE

Vale la pena puntualizar antes de seguir adelante que ‘Werther’ es una de las creaciones prototípicas de la música francesa, y contribuye a definir los elementos propios de su gran tradición lírica (acuñada desde los tiempos de Pérotin le Grand): rasgos raramente exaltados, interlocuciones declamatorias, deslizamientos suaves, lenguaje delicado siempre consonante, invenciones melódicas y discurso de exquisito refinamiento (para algunos colegas, más que elegante, demasiado almibarado). En ‘Werther’ destacan además su “continuum” (¿Wagner?), su delicada melancolía, la llamada “conversación en música”, así como también la inspiración íntima y fresca, el tributo a la vida pequeño burguesa. Asimismo, ‘Pourquoi me réveiller’ (la ‘Canción de Ossian’) es desde ya una de las páginas más relevantes y de mayor sentimiento de todo el repertorio galo. Todo esto sin dejar de apuntar que el estirado cuadro final y algún otro fragmento parecen no resistir ya el paso del tiempo.

Yendo ahora al cuadro de cantantes, cabe destacar que Jean-François Borras (Werther), artista de larga carrera que cantó el mismo papel en el Met y en la Staatsoper de Viena, en su debut en nuestro medio puso en evidencia pasaje alto cómodo y un registro de impecable tersura, manejado con notables claroscuros en el marco de un fraseo y un legato de muy alta escuela. Es cierto que no cuenta con el apropiado physique du rôle (¿esto cómo se arregla?) y que en algunos momentos (‘J’aurais sur ma poitrine’ y la conmovedora y psicológica ‘Lorsque l’enfant revient d’un voyage’) careció de la intensa penetración dramática y el fuego necesarios (para Kraus estamos ante un personaje latino); pero nada de esto empañó en su contexto la labor del tenor de Grenoble (50), que sin duda fue de calidad.

En su tercera visita al Colón (2012, 2019) la mezzo italiana Annalisa Stroppa (44, Charlotte) volvió a exhibir metal neto, homogéneo, de excelentes armónicos, así como también pastoso y efusivo, muy rico en un arco pleno de impacto cual si se tratara de un manantial que fluye con la más absoluta naturalidad. Por su lado, nuestra compatriota Jaquelina Livieri (39, Sophie), quien cubrió el mismo papel en la edición de 2015, en pleno tramo ascendente de su interesante carrera, mostró encomiable ductilidad en el manejo de su voz, notas redondas en toda la extensión, y timbre y color verdaderamente cristalinos. Constituyó una agradable sorpresa asimismo la faena del bajo Cristián De Marco (el Bailío), discípulo de Ricardo Yost y Susana Cardonnet, por la seguridad y entereza de su registro, al tiempo que el barítono uruguayo Alfonso Mujica (Albert) expuso un canto desparejo y poco bonito.

 

PUESTA DESTEÑIDA

También en su tercera labor en nuestro coliseo (2012, 2022), el valenciano Ramón Tebar (46) condujo la Orquesta Estable con atrayente plasticidad en las transiciones y finos y cuidados trazos, a despecho de algunos forte demasiado abigarrados, si se quiere densos, al tiempo que el Coro de Niños, preparado por Helena Cánepa, desplegó una tarea de esmerada y meritoria categoría (en ‘Werther’ no hay coro grande).

El flanco débil de la jornada fue sin duda su nueva producción. En efecto; liderada por Rubén Szuchmacher, conceptualmente heterogénea y disímil, y siempre con livianas marcaciones actorales, aparte de un telón de boca de mal gusto, los dos primeros actos mostraron un cuadro algo colorido, con economía de volúmenes y objetos y estructuras muy simples, lineales, si se quiere naíf o de cuento infantil (sobre todo el segundo). El tercero, con cambio de criterio total, fue absolutamente detallado y realista, oscuro. Y el cuarto, como si los responsables de la puesta no se hubieran tomado al melodrama de Massenet en serio, pareció antes que otra cosa una acartonada caricatura kitsch, que tiró por tierra todo el profundo hilo conductor de la tragedia de Goethe.

 

Calificación: Bueno