‘Música para tigresas’. Autores: Laura Antenzon, Leandro Rosati. Dirección y puesta en escena: L. Rosati. Coreografía: Marcela Trajtenberg. Arreglos musicales: Juan Rivero, Roy Valenzuela (sobre temas de Caetano Veloso, Enrique Cadícamo, Aníbal Troilo, Martirio, Liliana Felipe, Mariano Mores y otros). Actriz: Dalila Real. Los domingos a las 19 en la Sala Osvaldo Pugliese del Centro Cultural de la Cooperación.
Desde hace tiempo el teatro se ha encargado de tratar temas vinculados a la mujer desde distintas ópticas. Se idealizan personajes históricos con anacrónicos tintes feministas donde la mujer casi siempre ocupa el rol de victima sojuzgada por hombres malvados ofreciendo visiones sesgadas e ideologizadas de la realidad, con un alegato final y moralejas docentes donde queda de manifiesto que de todos los males de la tierra hay un solo culpable: el patriarcado.
El unipersonal de Dalila Real ‘Música para tigresas’ no adopta esas fórmulas fáciles reiteradas y efectistas, busca otro camino para internarse e internarnos en el universo femenino. Y lo encuentra más cerca de la realidad concreta que de las abstracciones filosóficas y las teorías grises. Como escribiera Goethe, el árbol de la vida es verde, afirmaba el poeta, y allí la artista encontró material de sobra.
DESDE EL ‘UNDER’
Con astucia, oficio y talento artístico, Dalila Real, cantante, actriz y compositora con una extensa trayectoria, recorre las distintas etapas de la vida de una mujer y logra la complicidad de todo el público.
Simpática, irónica, locuaz, experta en varietés y café concerts. integrante del mítico grupo Los CometaBrás, Real tiene experiencia. Transitó los sótanos durante el último gobierno militar burlando la censura y a partir de 1983 salió a la superficie con el grupo haciendo un humor ácido y para entonces irreverente, en sintonía con la época donde Batato Barea, Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese hacían de las suyas.
‘Música para tigresas’ tiene un humor con un toque de nostalgia y melancolía sin perjuicio; Dalila Real coquetea con la ironía y las situaciones absurdas. En buena hora.
El punto de partida es la inolvidable pandemia del covid y el encierro en esos tiempos feroces, y cómo una de sus tigresas prefirió mantenerse en pie y armar un espectáculo para estrenarlo en un futuro incierto. ¿Un acto de esperanza? ¿de resistencia? O sencillamente una necesidad para no caer en las garras de la depresión ante una situación artística que no podía remediarse con un encuentro telemático.
ARTISTA MULTIPLE
Dalila Real está sola en el escenario. Bueno, no tan sola. Está rodeada de objetos que maneja con una envidiable precisión. El espectador puede pensar que actúa cada encendido de la pantalla o que el teclado y el sintetizador lo manejan desde la cabina de la dirección. Pues no. Dalila lo hace todo con una enorme parsimonia mientras cuenta historias o entona alguna de las nueve canciones que interpreta a lo largo del espectáculo de una hora de duración.
Domina el escenario, va de un extremo al otro. Se sienta en un sillón tapizado en animal print. Su voz logra interpretaciones donde están presentes la claridad y la belleza. Una voz cuidada, con un registro por momentos de mezzo y otros de contralto. La emisión de notas graves, profundas, logra un sonido compacto y redondo. Voz con experiencia amasada por largos años de estudio de canto. Emitir notas al aire no es saber cantar. Y Real logra el fraseo exacto. Sabe decir. Desde ‘Tigresa’, de Caetano Veloso, que encarna la filosofía del espectáculo, que no es otra que la de, por un lado, transmitir las complejidades de la naturaleza humana, y subrayar la sed de libertad, la búsqueda del encuentro personal.
En esta canción aparece un tipo de mujer. Aquella de los sesenta y los setenta mezclada con ‘Frenetic Dancing Days’, épocas de supuesta liberación revolucionaria. La ‘Tigresa’ de Veloso marca el derrotero de esa mujer que vivió los excesos y hoy busca la armonía, pero que tiene las garras intactas.
Como la ‘Malena’ de Manzi, no solamente canta el tango como ninguna sino que sabe aplicar la técnica y el estilo justo al entonar piezas del folklore argentino, valsecitos criollos. Se torna españolísima cuando interpreta el llanto de Martirio y burlona al cantar como si fuese un himno los versos de Liliana Felipe que hablan de vejez y de muerte, sin dramatismos, con espíritu juvenil, pícaro y pagano.
Un unipersonal con el corazón puesto en el varieté. No falta el número cantable, bailable y la comicidad. Dalila Real logra hacer arte con la cotidianeidad, cautivar, mantener la atención y dotar de un envidiable ritmo a un espectáculo que no solamente hace reír y pasar un buen momento, sino también estimular la capacidad de asombro e ilusión en el mundo que nos toca vivir.
Calificación: Muy bueno