Opinión
Marcelo Sánchez Sorondo (III y última parte)

Un nacionalista en busca de la revolución


Las exigencias que impuso el gobierno de Alejandro Lanusse para que un ciudadano pudiera ser candidato a presidente en los comicios del 11 de marzo de 1973 fueron dos. La primera era la de no ocupar cargo público alguno después del 25 de agosto de 1972. De esta manera Lanusse, al fracasar la salida negociada con Perón y no ser él mismo el candidato, se autoproscribió.

La segunda fue azuzar al general exiliado para que regresara en una fecha elegida por Lanusse, lo que Perón no aceptó. Así designó a su vocero, Héctor Cámpora, candidato por el Frente Justicialista de Liberación.

El Movimiento de la Revolución Nacional fue una de las diez agrupaciones políticas que integraron el Frente y Sánchez Sorondo fue candidato a senador nacional por la Capital Federal en segundo lugar.

La reforma constitucional pergeñada por el ministro del Interior Arturo Mor Roig, entre otras cuestiones, elevó la cantidad de senadores de dos a tres, dándole así representación de dos a la mayoría y uno a la primera minoría. Además, suprimió el Colegio Electoral para designar a los miembros de la Capital Federal en la Cámara Alta. Tampoco serían elegidos por las legislaturas provinciales. Voto directo para todos los cargos.

El primer lugar en la lista frentista fue para Alejandro Manuel Díaz Bialet. Abogado, de origen cordobés, se había instalado en Buenos Aires en 1945, cuando fue designado director de Vialidad Nacional. Había ocupado distintos cargos en el Partido Justicialista. Fue designado por Perón apoderado del partido. Como senador ocuparía la presidencia provisional de la Cámara.

El tercer lugar, detrás de Sánchez Sorondo, lo ocupó José María Rosa, también conocido como “Pepe” Rosa. Abogado, juez, profesor universitario, historiador y diplomático argentino. Porteño nacido en el seno de una familia tradicional. Su abuelo, José María había sido ministro de Hacienda con Julio Argentino Roca y Roque Sáenz Peña. Su padre, también llamado José María, abogado y militar se había desempeñado como interventor federal en Mendoza tras el golpe de 1930. Fue además dirigente del Partido Demócrata Progresista.

Pepe Rosa había sido profesor de Historia de las Instituciones en la Facultad de Derecho de la Universidad del Litoral. En 1942 sale su primer libro: “Defensa y Pérdida de nuestra independencia”.

En 1951 fue designado presidente del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. Tras la dictadura Libertadora en 1955 fue despedido de sus cargos y debió asilarse en Uruguay y en España. Entre 1955 y 1970 escribió en los semanarios Azul y Blanco y Segunda República. Fue miembro de la comitiva que fue a buscar a Perón en el famoso vuelo chárter de noviembre de 1972. Perón lo designará, durante su tercera presidencia, primero embajador en Paraguay y luego en Grecia.

ELECCIONES DE 1973

En la primera vuelta de marzo de 1973, el Frejuli logró para senadores 645.776 votos contra 385.292 del radicalismo. De esta manera entraron a la Cámara Alta Díaz Bialet y Raúl Jorge Zarriello. Este último, dirigente radical y periodista, había sido diputado nacional en tres períodos. En 1954 fue el único diputado radical del distrito. Volvió a la Cámara de Diputados de la Nación entre 1958 y 1962 y por tercera vez en 1963.

El tema fue que habría segunda vuelta para elegir el tercer senador. Así Sánchez Sorondo se enfrentaría con Fernando De la Rúa, abogado treintañero apadrinado por el viejo caudillo radical Ricardo Balbín.

El asunto generó enormes dudas para la izquierda peronista. ¿Cómo votar a un referente del nacionalismo vernáculo que se había manifestado toda la vida en contra de cualquier postura marxista? Eran los tiempos de La Biblia junto al calefón. Perón hablaba de la “patria socialista” y la “juventud maravillosa” interpretó que el General tomaría el cuartel de la Moncada. El error resultaría trágico.

Para la clase media porteña, antiperonista por antonomasia y binaria por costumbre, Sánchez Sorondo estaba más cerca del nacionalismo con zeta que de otra cosa. De la Rúa era joven, prolijo, liberal y “gorila”, es decir reunía los requisitos básicos para ser un candidato “de gente bien”.

Llegado el 15 de abril de 1973, las urnas de la segunda vuelta arrojaron un resultado inverso a las del 11 de marzo anterior. De la Rúa llegó a contar 934.831 votos y Sánchez Sorondo sumó 791.560 voluntades.

La pícara desconfianza de Perón acerca de que los nacionalistas eran “piantavotos” pareció resultar cierta aunque, por otro lado, nunca Sánchez Sorondo fue tan conocido como entonces.

Juan Domingo Perón.

Durante la breve presidencia del General, Sánchez Sorondo no ocupó cargo alguno. Muerto Perón el dirigente nacionalista fue crítico de los manejos de José López Rega. También fue un resuelto opositor al accionar de los grupos armados. En sus memorias, escritas muchos años después, enumerará las tomas de cuarteles, el asesinato de militares, el de Arturo Mor Roig, el secuestro de Aramburu, entre otras tantas acciones, que indefectiblemente terminaron en una tragedia.

GOLPE DE 1976

Crítico del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, sin embargo, tuvo una mirada más piadosa del dictador Jorge Rafael Videla que del codictador naval Emilio Eduardo Massera. No comulgó con la represión de la dictadura ni con la política económica de José Alfredo Martínez de Hoz. Aplaudió la recuperación de las Malvinas aunque señaló el oportunismo político que significó.

Durante la dictadura siguió reuniendo las voces solitarias que se oponían a ella en la sede del Círculo del Plata en la calle Bolívar. Más tarde creó y presidió la Fundación Adolfo Alsina, por cierto, un nombre emblemático que recogía diversas tradiciones políticas del conservadurismo en versión nacional hasta del nacionalismo, incluso al proto radicalismo. Allí se hacían los tradicionales almuerzos de los miércoles, en donde, previo al puchero o al locro, se cantaba el Himno Nacional y se izaba la bandera argentina.

EL DESTINO DE UN PUEBLO

En el regreso de la democracia se fue apagando la acción política del antiguo nacionalismo, empezaron a correr otros tiempos. Arturo Jauretche había muerto en 1974, un 25 de mayo y como dijo alguno: cualquier otra fecha le hubiera quedado chica. Leonardo Castellani había fallecido en 1981. Pepe Rosa lo hará en 1991.

Marcelo Sánchez Sorondo fue el más longevo de todos. Murió el 23 de junio de 2012 a los noventa y nueve años. Fue el último dirigente de una tradición política, tal vez nacida con los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta, que logró fusionar el nacionalismo antimperialista, el revisionismo histórico y la fe católica con las masas peronistas, aún con sus desacuerdos con el General. Equidistante del liberalismo y del marxismo creyó interpretar la continuidad histórico y el destino del pueblo argentino. No parece haberse ido de este mundo muy conforme.

En las últimas líneas de sus “Memorias” dice que la juventud “no parece sentir el entrañable llamado de la patria” y que le pide a Dios que la “Argentina vuelva por sus valores tradicionales…y que recobre el rostro de sus mejores días… y como reza el himno patrio: coronados de gloria vivamos o juremos con gloria morir”. La actualidad de este deseo no tiene parangón.