Momentos estelares de la humanidad
Por Stefan Zweig
Ediciones Godot. 280 páginas
El austríaco Stefan Zweig (1881-1942) fue uno de los escritores más populares de su tiempo, autor de novelas, cuentos, piezas teatrales, ensayos históricos y biografías que le dieron renombre entre el gran público.
Su obra, siempre accesible al lector corriente, gana nueva vigencia en estos años gracias a la reedición de varios de sus títulos emprendida por el sello argentino Ediciones Godot, con nuevas traducciones a un español del Río de la Plata que suena más preciso y actualizado, aunque el consecuente empleo del voseo no deja de causar algún respingo.
En este caso el título elegido fue Momentos estelares de la humanidad, acaso el trabajo más famoso de Zweig. La versión publicada este año funde en un solo volumen los cinco textos del libro inicial, aparecido en 1927, con otros nueve que se agregaron de manera póstuma en sucesivas ediciones en idioma alemán difundidas en 1943 y 1964. Los editores argentinos decidieron además reordenar los escritos cronológicamente según el año en que sucede el episodio histórico relatado.
Leídos a casi un siglo de distancia estos célebres “momentos” confirman el ingenio narrativo de Zweig, su capacidad para abrevar en la historia y su acertada utilización de recursos literarios para evocar hechos del pasado de un modo que sea la vez convincente y dramático.
Los episodios elegidos, que llamó “estelares” porque “brillan radiantes e inmutables como estrellas en la noche de lo efímero”, eran tan singulares como esporádicos. Zweig decía que estaban “cargados de destino” (una palabra muy repetida en el libro), porque en ellos “una situación que perdurará en el tiempo” terminaba “comprimida en un único día, una única hora y, a menudo, en un único minuto”.
En la mayoría de los casos relatados el desenlace había dependido del temperamento de personajes concretos, grandes y pequeños, que se animaron —o no— a presentarse al encuentro con la historia. La virtud de Zweig se mostraba en detectar a esos protagonistas y exhibirlos en las circunstancias precisas de su coraje, abulia o cobardía.
Así, un mariscal timorato selló la ruina de Napoleón en “El minuto universal de Waterloo”; la desmesurada ambición de Vasco Nuñez de Balboa permitió a los españoles descubrir el Océano Pacífico (“Fuga hacia la inmortalidad”); el descuido de un vigía anónimo facilitó la conquista de Constantinopla, y en el año 44 antes de Cristo un hombre de letras y orador incomparable, Cicerón, “eternamente indeciso, inseguro, y sólo muy rara vez valiente”, se decidió por fin a actuar y pagó con su vida la resistencia a un tirano.
A Zweig también le fascinaban los hombres porfiados, persistentes, los tercos y obstinados en pos de una causa, una empresa, una aventura, un descubrimiento. Su libro les rinde homenaje en páginas vibrantes, emotivas: J. A. Suter, pionero humillado de la fiebre del oro en California; Cyrus W. Field, la fuerza incontenible detrás del tendido del primer cable telegráfico submarino entre Europa y América, y el capitán Scott, “un capitán cualquiera de la Marina inglesa”, que se inmoló en la travesía por ser el primero en llegar al Polo Sur.
Podrá discutirse la precisión histórica de las narraciones de Zweig, o el grado de invención literaria que las adorna, que es evidente. Pero no hay dudas de que esta nueva edición -traducida por Maia Avruj- ofrece una justificada excusa para reencontrarse con la pluma de un escritor ameno y brillante que no pasará de moda.