Encabezado por el ducho gestor cultural uruguayo Gerardo Grieco en la dirección general y el experimentado superintendente chileno Andrés Rodríguez en el gerenciamiento del sector lírico, el nuevo equipo dirigente del Teatro Colón debutó este año con una cartelera que ofreció general interés. Es cierto que la stagione se compuso sólo de ocho títulos (únicamente siete de abono), despliegue acotado que mereció un fuerte editorial de nuestro colega La Nación (12/12/2025), déficit que se acentúa si se piensa que nuestro coliseo cuenta con orquesta, coros grande y de niños, y cuerpos técnicos estables (de cuya creación se cumplió este año un siglo), a lo que cabe sumar sus talleres de sastrería y zapatería, escultura, peluquería, escenografía, tapicería y herrería.
Parece obvio que la figura del aclamado Julio Bocca al frente del ballet (una gran designación), organismo al que se consagraron muchísimas más funciones y actividades que en tiempos pasados, pudo haber incidido en este acortamiento del melodrama. Pero lo concreto es que, en el balance global, con sus más y sus menos, el saldo operístico fue positivo.
No cabe duda que ‘I Puritani’ se exhibió como la representación más lograda. La soprano anglo-australiana Jessica Pratt, en su primera aparición en nuestro medio, cumplió una labor realmente extraordinaria, de penetrante impacto, complementada por nuestro compatriota Germán Alcántara y la sabia y estilizada conducción de Maurizio Benini. Además, hacía cincuenta y tres años que la bellísima creación de Bellini no se daba.
‘Salomé’, con muy buenos cantantes (Ricarda Merbeth, Egils Silins, Norbert Ernst), fue concertada con insuperable mano por el francés Philippe Auguin (cometido bien difícil tratándose de la orquesta de Richard Strauss), y tuvo además una puesta polémica, de tocante impresión, a cargo de Barbara Lluch y Albert Faura.
El demorado estreno de ‘Billy Budd’ contó con la espléndida producción hiperrealista de Marcelo Lombardero, y ‘Aida’, con eficaz labor del tenor brasilero-germano Martin Mühle y la consagrada Daniela Barcellona, se repuso con la magnífica puesta del siempre recordado Roberto Oswald, manejada por Aníbal Lápiz.
Entre los aciertos, no puede dejar de mencionarse el estreno latinoamericano de ‘La Bella y la Bestia’, de Philip Glass. Basada en el filme de Jean Cocteau (con Josette Day y Jean Marais), se trata de una ópera de 1994 de marcada originalidad, en cuyo elenco se distinguieron Jaquelina Livieri, Víctor Torres y el maestro Pablo Druker. Dividida en dieciséis escenas, si se quiere poderosamente hipnótica y envolvente, fantasiosa, de lenguaje minimalista consonante, incluye leitmotivs, y a través de una tensa secuencia única conduce al final feliz del cuento de hadas francés.
‘La Traviata’ no aportó nada debido a la flojedad de los protagonistas (los armenios Hrachui Bassenz y Liparit Avetisyan), las irregularidades de Renato Palumbo y las inocuas ideas de Emilio Sagi. En cuanto al ‘Tríptico’, bien puede decirse que la desdichada mise-en-scène de Pier Luigi Maestrini distorsionó toda la ejecución.
Desde otro costado, pese a la plasticidad y los esfuerzos en el podio de Ramón Tebar, y la hermosa y meritoria labor de la mezzo italiana Annalisa Stroppa, ‘Werther’ terminó deslucida por su endeblez visual y teatral.
Finalmente, en el terreno del recital resultaron de muy significativo relieve las presentaciones de Pratt y el brillante tenor mexicano Javier Camarena (traído por el Mozarteum), al igual que las de su colega chileno-norteamericano Jonathan Tetelman, las mediosopranos Aigul Akhmetshina y Elīna Garanča, rusa y letona respectivamente, así como también el de la soprano de Florida Nadine Sierra, estos en el exitoso ciclo denominado Aura. Todos ellos cantantes de alto nivel internacional, que en su conjunto marcaron decididamente uno de los puntos más altos de la temporada.
EL AVENIDA Y OTROS
En lo que hace al quehacer privado, en el Avenida, la segunda sala lírica de nuestra metrópolis, ‘Tosca’ (con Leonardo Estévez y Javier Mas) tuvo como importante protagonista a Haydée Dabusti. Juventus Lyrica, en su loable reaparición, plasmó una versión de jerarquía de ‘Macbeth’ (María Belén Rivarola, Juan Salvador Trupía), y Clásica del Sur, cuya alma mater es el entusiasta maestro César Tello, interpretó ‘Carmen’, con la brasileña Luciana Bueno.
Esta misma compañía produjo ‘La flauta mágica’ en el teatro Picadilly, y también ‘Mefistófeles’ (Eugenia Coronel Bugnon, Bruno Sciaini) en el Palacio Cangallo, demás del ‘Réquiem’, de Verdi, en la Catedral de San Isidro. Esto sin olvidar a emprendedoras asociaciones independientes entre las cuales se encuentran Opera Nova, Valquiria Opera y Celebrarte.
EL INTERIOR
El teatro Roma, de Avellaneda, sala bien activa en otros tiempos, joya de la colectividad italiana local, volvió a tener cerradas sus puertas. Pero también en el ámbito bonaerense, el Argentino, de La Plata, redujo lamentablemente su labor a una edición fragmentaria de ‘Carmen’ en concierto, dirigido por Carlos Vieu. Un punto en contra para el Gobierno provincial, que maneja uno de los presupuestos más elevados del país.
En Rosario, otra ciudad con gran público para el teatro lírico, El Círculo incluyó en su programa ‘Las bodas de Fígaro’ (Alejandro Spies, Ismael Barrile, Patricia Vilanova, Mas); ‘Dido y Eneas’, de Purcell (Horacio Castillo); “La viuda alegre’ (Virginia Tola, Alejandro Spies, Sebastián Núñez, Lautaro Mura Fuentealba); sin olvidar ‘El fantasma de la ópera’, de Andrew Lloyd Webber.
Por su lado, en la sala del Bicentenario, de San Juan, se ofreció ‘I Pagliacci’, con Verónica Cangemi, Roberto Saccà, puesta de Eugenio Zanetti y conducción de Marcelo Ayub.
En conclusión, definido por el repunte del Colón y con sus altibajos, asistimos a un movimiento que bien puede calificarse de encomiable en orden al desarrollo de la actividad lírica en el país.