Opinión
El análisis del día

Trump: la mano que mece la cuna

Pocos dudan a esta altura de los acontecimientos del formidable peso político que ha alcanzado Donald Trump en la escena mundial.

Los rasgos cambiantes y a menudo contradictorios de sus decisiones en cierto sentido subrayan ese peso: sus arbitrios pueden ser recibidos con reticencia pero en última instancia consiguen su cometido. Es cierto que todavía no logró el fin de la guerra entre Rusia y Ucrania, que prometía inminente una vez que hablara con Putin y Zelensky, pero allí lo que falló fue el pronóstico de los plazos y el diseño del objetivo, no su influencia, a la que ambos interlocutores muestran respeto.

El elocuente respaldo que Trump concedió una semana atrás a Javier Milei, certificado con el print del ditirámbico mensaje digital que le había dedicado y con la promesa del su secretario del Tesoro, Scott Besent, de que Estados Unidos haría “lo que sea necesario” para ayudar al gobierno argentino, parecía un apoyo más que sobrado para devolver cierta estabilidad al país, que en ese momento coqueteaba con el precipicio.

En primera instancia la voz de Washington surtió efecto: ante la declaración de Bessent disminuyeron las dudas sobre el cumplimiento de compromisos por parte de Argentina y consecuentemente cayó el índice de riesgo país, también aflojó la presión sobre el dólar. Pero el respiro fue corto: el gobierno se las arregló para frustrar expectativas, sea por errores de gestión (vidriosa y costosa operación de suspensión de retenciones que benefició a un grupo de grandes cerealeras y frustró y enfureció a los productores; restricciones inopinadas y extemporáneas a operaciones cambiarias), sea por su paso lento en materia de ampliar su sistema de alianzas, sea por la irrupción de situaciones políticamente escabrosas, como las acusaciones que afectan a José Luis Espert, el primer candidato a diputado del oficialismo en la provincia de Buenos Aires. Ese cocktail contaminado está por detrás del rebote de la tasa de riesgo y de los valores del dólar, que se han elevado pese a que el gobierno empleó para neutralizar el fenómeno buena parte de la millonada de dólares aportados por las cerealeras.

 

EL REBOTE Y SUS MOTIVOS

La oleada de desconfianza que se materializaba a través de esas variables no se aplacó siquiera con el segundo uso de Trump en una semana: el martes se anunció que Milei será recibido en visita oficial en el Salón Oval de la Casa Blanca, un notable upgrading después de la reciente, brevísima “bilateral” mantenida en una oficina de las Naciones Unidas.

También se escuchó al secretario del Tesoro, quien reiteró los compromisos de ayuda a la Argentina y el alto concepto que le merece el gobierno de Milei como aliado de Estados Unidos.

Infortunadamente, Bessent incluyó una frase probablemente dirigida a calmar a quienes en su país critican que Trump ayude a Argentina que es un país que compite con los agricultores estadounidenses: "No estamos poniendo dinero en Argentina”, afirmó el secretario del Tesoro. La sentencia, quizás tranquilizadora para los farmers americanos, fue leída en Argentina como una respuesta a quienes se preguntaban en qué consistiría la ayuda de Washington.

Lo que Bessent explicó estaba, en rigor, implícito en sus palabras de la semana anterior. El principal instrumento de los que “están sobre la mesa” en materia de apoyo al gobierno de Milei es un swap, un intercambio de monedas que podría llegar a los 20.000 millones de dólares. Se intercambian pesos por dólares durante un período determinado con el compromiso de deshacer la operación en el futuro (recomprando cada parte su propia moneda). El swap no es un regalo de moneda fuerte ni un préstamo. El país que recibe la divisa solo la puede usar si el prestador lo habilita, pero su principal utilidad reside en reforzar reservas y dar confianza. De modo que Bessent no mintió al decir que no están poniendo plata en Argentina. Pero decepcionó a quienes tenían la expectativa de plata fresca.

 

EL PRONOSTICO DE BESSENT

Es igualmente claro que aun esta ayuda se encuentra supeditada a los resultados de la elección de octubre. Bessent se refirió indirectamente a este asunto en sus declaraciones. No dijo que el oficialismo ganaría; señaló que creía que el comicio tendría “un resultado favorable” para el gobierno de Milei.

El giro verbal puede ser significativo e indicaría que las expectativas de Washington no coinciden con el triunfalismo libertario (propenso al uso del verbo “arrasar”) y podrían conformarse con una performance digna coronada por algún incremento de la representación parlamentaria del oficialismo. Paralelamente expresaría la voluntad de mantener el apoyo preferencial al rumbo de Milei, al que identifican como el aliado más firme en la pulseada estratégica con China, que orienta sus decisiones de mediano y largo plazo.

Está claro que Washington preferiría que la gestión económica y política de Milei fuera más eficaz y abierta a ampliarse con aliados. Hay sectores del oficialismo que, por convicción o por comprensión de las circunstancias, parecen más adaptados a ese deseo. El Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, trabaja ese costado, en parte con colaboración objetiva de Santiago Caputo (un realista, que apuesta a articular alianzas entre el poder central y los poderes provinciales) y de Patricia Bullrich, que trabaja para pivotear una ampliación de la derecha política que incluya lo que queda del PRO (sin excluir a Mauricio Macri) y otros fragmentos que no quieren ser fagocitados por La Libertad Avanza pero que se podrían sumar a una coalición plural de “familias” de la derecha. No es raro que ayer varias de estas figuras proclives a un comportamiento más razonable del oficialismo hayan coincidido en amonestar a José Luis Espert, instándolo a que no se ampare en el silencio y aclare públicamente las imputaciones de haber recibido financiamiento de un narcotraficante (el caso estaría docimentado en tribunales de Estados Unidos).

Tácitamente, esa presión empuja en el sentido de que, si Espert no está en condiciones de dar explicaciones satisfactorias, renuncie a su candidatura para no perjudicar al oficialismo. Por el momento, Espert parece resistir la presión con apoyo presidencial. La seguidilla de casos escabrosos ($Libra, Spagnuolo, Espert) erosiona al oficialismo cuando faltan poco más de veinte días para las elecciones y diez para la cita en el Salón Oval.