Hace 42 años, el 30 de octubre de 1983, ocurrió un hecho significativo para la historia política argentina: fue la primera vez que el peronismo perdió una elección presidencial. Ese día, la fórmula Alfonsín-Martínez, de la UCR, derrotaba al binomio peronista conformado por Lúder-Bittel, del FreJuLi.
Han pasado algo más de cuatro décadas de aquel suceso y el insanable peronismo ha sido derrotado nuevamente. Esta vez lo fue en las elecciones generales de medio término realizadas el domingo pasado.
La magnitud de la derrota sufrida por el peronismo/kirchnerismo fue contundente en la sumatoria general, pese a las victorias en algunos de sus feudos electorales, como el conurbano bonaerense, Formosa o Santa Cruz.
Haber triunfado hace apenas un mes y medio en las elecciones de la provincia de Buenos Aires por una diferencia del 14 por ciento y ahora perder por medio punto es un descenso de tal magnitud que nadie lo imaginaba. Seguramente, ese resultado del 7 de septiembre asustó a muchos y, ante la idea de una vuelta al pasado, el electorado reaccionó con fuerza. También creemos que la boleta única eliminó la posibilidad de ejercer maniobras fraudulentas como en otras oportunidades.
Quedó en evidencia que ni Axel Kicillof ni la señora con prisión domiciliaria tienen la capacidad de enamorar a la mayoría. Como expresó un consultor, “con Cristina no les alcanza, pero sin ella menos”.
POSIBILIDAD HISTÓRICA
Cualquier analista extranjero podría haber imaginado que muerto Juan Domingo Perón en 1974 desaparecería el peronismo, como sucedió con otros líderes y dictadores mundiales. Muerto el perro se acabó la rabia.
Lamentablemente, eso no sucedió, sino todo lo contrario. Los peronistas fueron encontrando nuevos caudillos para seguir, sin cuestionarles nada. Así, con la famosa marchita, las fotos de Perón y Eva y el bombo del Tula fueron acompañando a sus nuevos adalides. Surgieron Carlos Menem, Néstor Kirchner y su viuda, Cristina Fernández de Kirchner. De esta manera, el sello peronista siguió vivito y coleando y, como expresamos en otras oportunidades, nos gobernó el 71 por ciento del tiempo transcurrido entre 1983 y 2023.
Como también lo hacen las izquierdas, el peronismo siempre captó, fomentó y se alimentó del resentimiento social. Al asumirse como movimiento justifica su apoyo tanto al menemismo como al kirchnerismo, por lo cual, ambas expresiones, con políticas públicas diferentes, pueden identificarse como continuadoras de Perón. El peronismo puede ser de derecha, de izquierda y de centro. Como un gas letal puede invadirlo todo. Su capacidad de camuflaje lo hace más peligroso, pero con lo sucedido el domingo pasado estamos ante una oportunidad histórica de verlo extinguirse o que se convierta en una expresión focalizada en determinados distritos de nuestra inmensa geografía.
Además de haber quedado huérfanos de líder a nivel nacional, la otrora poderosa rama sindical ya no tiene el peso de otras épocas y el caudillaje se enfrenta hoy a la gran influencia que ejercen las redes sociales y la aparición de la IA.
En otras épocas hubiera parecido muy poco probable la desaparición de la UCR y hoy es casi una realidad.

SIN LIDERAZGO
El peronismo necesita de un líder fuerte a quien seguir. Las palabras de Eva Perón a sus descamisadas fueron claras: “Seremos implacables y fanáticas, no pediremos ni capacidad ni inteligencia, aquí nadie es dueño de la verdad, nada más que Perón, y antes de apoyar a un candidato, cualquiera sea su jerarquía, le exigiremos un cheque en blanco de lealtad a Perón que llenaremos con su exterminio cuando no sea lo suficientemente hombre para cumplirlo”. “Siento que Perón es incomparable. Perón es dios para nosotros y lo digo con toda la voz que tengo y todas las palabras que sé. Y cuando se me acaban la voz y las palabras, lo digo de cualquier manera”. Hoy no sólo carecen de un líder fuerte; tampoco tienen suficiente plata para repartir.
SABER GANAR
En las contiendas electorales, como en cualquier otro aspecto de la vida, estar del lado perdedor es una experiencia desagradable y puede alimentar revanchismos, resentimientos y rencor. Nada que pueda enriquecer a quien pierde, ni a la sociedad.
Pero también es necesario saber ganar. El que gana tiene un compromiso mayor y estar del lado ganador no es sólo la oportunidad de hacer leña del árbol caído. Quien gana con dignidad tiene que superar el fanatismo, saber alejarse a tiempo de los aduladores, los que se hacen amigos circunstanciales, los que se venden por la posibilidad de obtener favores, romper la burbuja que solo informa lo favorable y ubicar a los que reclaman sin entender el contexto de lo posible.
Ganar exige estar a la altura de lo ganado.
El lector podrá seguir a Buena Data en:
YouTube: /BuenaData
Instagram: @buenadata